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El tren de la muerte

Pensaban que el ferrocarril traería progreso, sin embargo las comunidades que viven entre Chiriguaná y Santa Marta, denuncian 25 muertes y más de 280 accidentes.

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Susana Suescún
11 de agosto de 2013 - 02:00 a. m.
El tren de la muerte
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El tramo conocido como Línea Férrea del Atlántico, que recorre más de 240 kilómetros y atraviesa 10 municipios de la costa atlántica colombiana, fue concedido desde 1999 por el gobierno nacional a la empresa privada Ferrocarriles del Norte de Colombia S.A —Fenoco—, cuyos principales dueños son dos multinacionales dedicadas a la explotación del carbón en el país: Drummond Company, proveniente de Estados Unidos, y Prodeco, propiedad de la multinacional suiza Glencore Internacional.

El carbón colombiano que explotan es llevado hacia los puertos a través de la línea férrea que ellos mismos administran a través de Fenoco. Transportan aproximadamente 40 millones de toneladas tipo exportación cada año. Con esas ventajas contractuales muchos creyeron que en contraprestación las compañías estarían dejando grandes beneficios para las comunidades, pero la realidad parece ser otra. En el contrato de concesión, mediante el cual la Agencia de Infraestructura Nacional (entidad independiente del Ministerio de Transporte) -ANI-, le entregó la vía férrea a Fenoco, no se exige a favor de la población impactada ni siquiera mínimas medidas de seguridad.

La máquina que mueve más de cien vagones y que anda a toda velocidad, transita de día y de noche cruzando varias zonas habitadas sin horario determinado. No hay ningún tipo de mecanismo que les avise a los pobladores en qué momento se acerca el tren o “el monstruo”. Lo llaman así, porque en estos pueblos cada habitante conoce a alguien que murió atropellado o que fue mutilado por el tren.

En varias zonas las casas quedan solo a un par de metros de la vía férrea. Pero incluso por encima del ruido insoportable, de las grietas en las paredes por el movimiento que produce el tren a su paso o del polvo que suelta el carbón que carga; madres y padres sufren por la seguridad de sus hijos, quienes como la mayoría de niños juegan en la calle del frente. El único método con el que cuentan allí para poder convivir con el tren, es el instinto. Según Elizabeth y Janeth, de 13 y 15 años, cuando la tierra tiembla, saben que tienen que salir corriendo y recoger a los más pequeños para meterse en sus casas.

Durante los 13 años de operación para Fenoco no ha sido prioridad implementar algún sistema de seguridad. No existen semáforos, luces, campanas o talanqueras que se activen para anticipar a transeúntes o vehículos el arribo de la máquina. Las únicas señales de advertencia o de peligro que existen en algunas zonas son letreros de “Pare” y de “Peligro”, los cuales se instalaron sólo después de que ocurriera alguna muerte.

Los registros de muertos y heridos atropellados sólo se tienen oficialmente entre 2008 y 2011: 25 muertos y 280 accidentes. Sin embargo, cuando se recorren pueblos como Aracataca, Fundación o la zona bananera en el Magdalena, es fácil encontrar familiares de personas que fallecieron en la vía o sobrevivientes con piernas y brazos mutilados. Las verdaderas cifras son una incógnita.

Uno de los casos más sonados, fue el del empresario Bogotano Eduardo Huertas, de 61 años, quien falleció arrollado por el tren el 11 de diciembre de 2011 cuando visitaba unos terrenos para un proyecto de construcción. Huertas, al ser foráneo, ignoraba que ese tramo de la vía férrea, a diferencia de muchos otros del país, estaba activo. Para cruzar de un terreno a otro decidió seguir por el puente de la vía férrea, conocido como “El puente del doctor”. No había advertencia del peligro. Justo cuando cruzaba, el tren salió de la curva. Intentó correr, pero la velocidad, el peso y la fuerza de la máquina acabaron con su vida.

Actualmente la familia de Huertas tiene demandada a Fenoco. A diferencia de este accidente, la mayoría de víctimas son personas humildes a los que nadie les ha prestado atención. Es el caso de Olaya Quintero, agricultor de la zona. Uno de sus hijos falleció y otro quedó afectado cerebralmente después de ser arrollados por el tren cuando cruzaban con su moto la vía férrea.

¿De quién es la responsabilidad? ¿De Fenoco, la empresa que administra la vía férrea o es del Gobierno Nacional que les otorgó la concesión sin ninguna exigencia y sin pensar en los colombianos que viven en esas zonas? Podría decirse que es una responsabilidad compartida. Lo que sí estipula claramente el contrato de concesión es la manera como funciona el negocio entre el Estado y la empresa administradora: por cada tonelada de carbón que se transporte por la vía férrea del Atlántico, Fenoco gana 2.5 dólares. Sí al año se transportan por esa vía aproximadamente 40 millones de toneladas serían 100 millones de dólares. De esos, la ANI, como entidad del Estado recibe la mitad.

Luis Fernando Andrade, actual presidente de la ANI reconoce que hay un grave problema, afirma que hasta hace poco no existía una verdadera conciencia en cuanto a la seguridad de los habitantes en estos contratos, pero considera que la responsabilidad es del concesionario y que por ello Fenoco debe ser llamada para responder a las víctimas.

 * Periodista investigativa de Séptimo Día.

Vea hoy domingo a las 8:00 p.m. en el  Canal Caracol el drama de las víctimas  y la respuesta de las autoridades.

Por Susana Suescún

 

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