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El nuevo purpurado

Monseñor Rubén Salazar se convirtió en cardenal de la Iglesia católica por decisión del papa Benedicto XVI, recuperando en parte la influencia de la curia colombiana en el Vaticano.

Guillermo León Escobar H. *
08 de diciembre de 2012 - 09:00 p. m.
El nuevo purpurado

El pequeño grupo de quienes junto a Rubén Salazar fueron creados como cardenales es muy significativo, ya que todos responden a una necesidad de solucionar bien sea un problema, bien sea justificar un cambio de ruta, bien devolver el optimismo a una región. El cardenal Harvey permite con su nombramiento reestructurar la golpeada imagen que dejó el escándalo del mayordomo infiel de quien era jefe. Rubén —en cambio— plantea una recuperación del pasado en que Colombia llegó a contar con tres votos en el cónclave y era un auténtico centro de poder eclesiástico.

Rubén Salazar es persona de confiar. Por lo común es persona de pocas palabras y ellas van acompañadas de una “engañosa lejanía”, propia de aquellos que no hablan del problema, sino desde el problema mismo que le es conocido a fondo con la plenitud de sus detalles.

Su destino estuvo marcado desde el momento mismo en que se presentó al Aspirantado Salesiano de Domingo Savio en Mosquera, que era juntamente con el Seminario Menor de Bogotá y El Mortiño de los Jesuitas en Zipaquirá, las grandes centrales vocacionales de la región. Es cierto que poco duró allí, pero cambiar de sitio no representa cambiar de sueño y se hizo sacerdote cultivado intelectualmente con dos licenciaturas en la Universidad Gregoriana de Roma.

Nombrado obispo de Cúcuta, supo responder a los desafíos de la época en una diócesis que fuera ocupada también por otro cardenal como lo fue Pedro Rubiano. De allí pasó como arzobispo a Barranquilla con una feligresía uniforme en el aparecer, pero con enormes diferencias en lo esencial, y logró con éxito mayúsculo dejar cimentado el destino espiritual de una región cuya principalía en lo religioso y en lo económico nadie duda. Allí le llegó la nominación como arzobispo de Bogotá, destino que marcaba el que al final del ejercicio activo del voto por parte de Pedro Rubiano sería nombrado cardenal presbítero de la Iglesia.

A ello es preciso añadir que ejerce como presidente de la Conferencia Episcopal y que al tiempo es vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam). A todo esto llega con 70 años que le han permitido unir el conocimiento sensatez con el análisis sereno. Gobernará seguramente 7 años más en Bogotá y conservará la fuerza del voto único nacional en la elección de Pontífice hasta el año 2022, teniendo con ello la oportunidad de responder en el liderazgo de una “nueva Iglesia” y ser capaz de entrar en diálogo con el mundo globalizado.

* Exembajador y consultor pontificio

Por Guillermo León Escobar H. *

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