Andrés Caicedo en 45 revoluciones

Las contradicciones vitales del escritor se plasman en el musical “Aguanilé”. Natalia Bedoya y Myriam de Lourdes, dos de sus protagonistas, desglosan la escena.

Juan Carlos Piedrahita B.
26 de mayo de 2017 - 11:03 p. m.
Andrés Caicedo en 45 revoluciones

Myriam de Lourdes: Para mí, participar en Aguanilé, montaje dirigido por Juan Carlos Mazo, ha sido una gran sorpresa. En Colombia hacemos muchas revistas musicales o mucho teatro musical, aunque influenciado por extranjeros, con guiones foráneos, pero pocas veces se había hecho una dramaturgia tan particular a partir de un tema tan nuestro, con nuestra historia, nuestra política y nuestra literatura. El público, a pesar de estar riendo y tomándose algunos tragos, sale conmovido.

Natalia Bedoya: A mí me pasa algo similar. Aguanilé ha representado para mí un reencuentro mágico con la salsa. Nunca había cantado salsa, soy bailarina, pero no me esperaba la recepción tan especial porque el público se apasiona con el tema. La única canción original del montaje es Nací con la muerte adentro, original de Pipe Guzmán, basada en la carta de suicidio de Andrés Caicedo, y nunca me imaginé que pudiera mover tantas fibras con ella. No estamos en un musical frívolo y superficial, sino en un escenario profundo arropado por la salsa.

M.L.: En Aguanilé, yo soy hija de ancestros cubanos. Tengo una pensión y vivo de eso en un momento complicado para la economía en el Valle del Cauca. Pero lo particular de esta historia es que Juan Carlos Mazo divide el personaje de Andrés Caicedo entre los dos protagonistas: a Karoll Márquez le entrega la parte literaria y romántica, mientras que a ti te deja la parte contestataria y suicida. Caicedo, creo yo, también tenía muchas contradicciones, porque era un hombre educado pero lo empujaban muchas pasiones, y eso es lo lindo del montaje, porque todo se ve ahí.

N.B.: Todo lo que describes se hace evidente para el público caleño, pero la estética de las coreografías y la forma en la que está dispuesta la música hacen que el montaje sea una historia completa para toda la audiencia. Uno de los grandes aciertos en este montaje fue lograr que la danza, la música y el teatro comunican el mensaje, porque las canciones están en el ADN de los colombianos. Es muy interesante ver cómo en una hora la gente se identifica y lo llega a tocar, porque el repertorio une todo lo que significa Andrés Caicedo.

M.L.: Es que Caicedo se va muy rápido y en la carta que deja lo dice todo.

N.B.: De todas maneras siento que si él se hubiera suicidado a los 70 años, hubiera dejado la misma sensación, porque lo esencial de su causa y de su pensamiento está basado en conclusiones muy adultas a las que Caicedo llegó muy temprano.

M.L.: Antes había verdad en lo que se comunicaba y por eso el fenómeno de Andrés Caicedo fue muy grande, y uno puede encontrar mucho material periodístico y biográfico, porque nos ocupábamos de lo realmente importante. En la actualidad manda la inmediatez, pero lo importante está muy disperso.

N.B.: Ahora lo fuerte y lo impactante es lo que da el arte vivo. Por esa despersonalización que hay con la tecnología es que se vuelven más valiosas propuestas como las de Aguanilé, porque hay historia y personajes que sienten y vibran. Es ver una realidad de algo que puede considerarse una fantasía porque la atmósfera de Caicedo, cuando la describe en sus libros, parece de otro mundo, pero tener la posibilidad de ver su entorno cantado, bailado y actuado... eso hace la diferencia.

M.L.: Lo que se hizo en los 70 sigue estando vigente hoy, y con toda la potencia. Por eso los jóvenes de 20 años van a ver Aguanilé y cantan todas las canciones.

N.B.: Eso tiene que ver con que nos refresca la identidad. Además nos conecta con una estética que nos gusta, a pesar de tener un entorno difícil.

M.L.: Con Andrés Caicedo y con la salsa pasó algo similar a lo que ocurrió con el vallenato, y es que entraron a la sociedad para quedarse y después de un tiempo empezaron a representar buena parte de lo que es Colombia como nación. Las personas de mi generación ya están liberadas y van a ver Aguanilé para gritar, sin tapujos ahora, que siempre estuvieron de acuerdo con esa revolución propuesta. Ya no tenemos que escondernos para decir lo que sentimos. Ese es el gran triunfo de este montaje.

N.B.: Aquí podemos hablar de las diferencias sin problemas. De esa manera cumplimos con nuestra misión como artistas escénicos, porque contamos las historias con estéticas virtuosas. Aguanilé es salsa interpretada por gente de aquí. Esto es Colombia.

M.L.: Para el baile de la salsa yo creo que tú eres una extraterrestre. Te bajas de la nave espacial y te dejan en la puerta del teatro, esa es la única manera como puedo entender que te hayas puesto al nivel de los campeones mundiales de salsa. Uno puede ver en este montaje una coreografía sincronizada y perfecta. Es Caicedo en 45 revoluciones.

N.B.: Decidí ser una artista escénica profesional y por eso me entrego a los procesos sin miedo y sin restricciones. Yo soy como una plastilina y me dejo moldear por mis directores y aquí, en Aguanilé, lo que hago es moverme al ritmo acelerado de la salsa caleña.

Aguanilé: hasta el 22 de julio en temporada, jueves, viernes y sábados, a partir de las 8:00 p.m., en Cabaret, calle 109 Nº 17-55 (Bogotá).

Por Juan Carlos Piedrahita B.

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