Israel Galván, “La edad de oro” del flamenco

El montaje “La edad de oro”, que realiza el bailaor y coreógrafo español al lado de los hermanos David y Alfredo Lagos, representa el lanzamiento en Bogotá de la 4.ª edición de la Bienal Internacional de Danza de Cali.

El Espectador
03 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
El bailaor y coreógrafo español Israel Galván está inmerso en el flamenco desde los cinco años. / Cortesía
El bailaor y coreógrafo español Israel Galván está inmerso en el flamenco desde los cinco años. / Cortesía

Israel Galván es hijo de los bailaores sevillanos José Galván y Eugenia de los Reyes. Desde los cinco años está inmerso en los tablaos, fiestas y academias de baile, pero en 1990 encontró su vocación por el baile y se convirtió en uno de los más importantes bailaores y coreógrafos de su género.

El artista español presenta en Colombia su obra La edad de oro, con la que ha realizado, en compañía de los hermanos David y Alfredo Lagos, importantes exhibiciones en Europa, América y Australia. Esta pieza, además, representa el lanzamiento en Bogotá de la 4.ª edición de la Bienal Internacional de Danza de Cali.

Antes de sus presentaciones en Bogotá y Cali, El Espectador conversó con Israel Galván, uno de los exponentes más importante del flamenco en la actualidad.

Usted frecuenta los ambientes de tablaos, fiestas y academias desde los cinco años. ¿Cómo fue su iniciación al flamenco? ¿cómo recuerda esa época?

En la época donde nací era frecuente ver niños bailar: la época de Joselito, Marisol... Tenía una herencia de niños que vivían la noche. Ahora es impensable ver a niños en sitios nocturnos. Lo recuerdo muy bien. Es una escuela aparte. Yo no tengo estudios de escuela y de conservatorios, pero tuve la escuela de los sitios de noche de otra generación. Creo que es una suerte.

¿Cómo encontró usted su vocación por el baile?

En 1998, cuando hice mi primera obra propia, ¡Mira! / Los zapatos rojos, había ganado ya todos los premios, todos los concursos. Y a partir de ese momento decidí que iba a hacer lo que quería. En ese momento tenía que tomar la decisión entre bailar “bien”, o hacer lo que quería. Cambió totalmente mi carrera. La verdad es que es una suerte hacer lo que tú quieres. Siempre habrá gente a la que no le guste y otra a la que sí. Pero lo mejor es que sientas que el baile es como si fuera un amigo tuyo. Quiero pensar que el baile es un amigo, y lo es.

Para usted, ¿cómo es el proceso de creación de una obra?

Para mí es una cosa personal, según como te encuentras tú personalmente. Tú sudas, sudas tus miedos. Es un ejercicio físico, pero, para mí bailar no es una cosa solo de la razón terrenal, es una cosa más espiritual. Es verdad que el baile es como una medicina, como un amigo que te cura. Entendí que lo que me servía a mí personalmente también podía tener repercusión con las personas. Al final, es muy simple, tú haces lo que te gusta a ti, y la gente lo sigue. Hago lo que quiera yo, lo comparto con la gente, y a alguna le gusta y a otra no. Yo lo veo como un regalo: vivir de lo que tú quieres es hoy día una cosa mágica.

¿De dónde surgió su inspiración para hacer “La edad de oro”?

Tenía yo una fama de bailaor experimental y tenía una marca muy moderna. Y entonces decidí hacer una obra con un guitarrista y con un cantaor, una cosa muy clásica. Y esta obra tan clásica surgió de una manera nueva, como una forma de volver a lo de antes. Yo para hacer una cosa nueva tuve que ir a una época muy de antes. En la época en la que hice esta obra, los espectáculos de flamenco eran de mucha obra teatral, mucha gente. La edad de oro nace como una forma de decir que no me tienen que encasillar como un bailaor vanguardista. En esa época en que la hice, en 2005, fue una obra muy rara. En cierto modo, sin querer, di con una cosa muy básica y con un germen de lo esencial. Aparte, es una obra muy fácil de producir y de llevar a muchos lugares. La edad de oro, como es una cosa muy neutra, al final se resume por “tú canta, tú baila, y yo toco”.

¿Qué significa lo esencial?

Es una obra que es como un piso, como una casa. Tú puedes viajar, puedes ir a muchos sitios, pero siempre vuelves a tu casa. Y bueno, hay pequeños cambios entre cada presentación, como en tu casa. Tú puedes pintar las paredes, puedes cambiar el sofá… La he hecho tantas veces, es una obra que a lo mejor tiene 400 funciones. Y la verdad es una suerte, porque tengo una obra que es como una casa mía en el escenario.

¿Esto es lo que expresa cuando dice que “cada bailaor e intérprete de flamenco tiene su propia edad de oro”?

Sí, yo creo que todas las personas tienen una edad de oro. Y lo bueno es que sea eternamente, que sea una búsqueda, y no como decir “yo tuve mi época” y parar ahí. Para mí, la cosa está en la regeneración. Físicamente, mentalmente, cada época y cada momento que pasa en tu vida te va cambiando. La edad de oro es como la verdad de uno mismo.

Usted viene acompañado por los hermanos David y Alfredo Lagos. ¿Cómo fue su encuentro con ellos y cómo llegaron a trabajar juntos?

La edad de oro viene antes con Fernando Terremoto, pero se murió. Alfredo Lagos es como yo, de Sevilla, de Jerez, y no es gitano. Y las personas de Jerez que no son gitanas tienen una supervivencia. Es como si fuera una familia, donde Terremoto era el padre. Y con David y Alfredo teníamos la misma edad y el sentimiento de que este es nuestro sitio juntos. Queríamos tener una independencia, cada uno. Igual que la familia, tú no puedes huir de la familia, pero del flamenco tampoco. Como venimos todos de una familia flamenca, yo sentí como una independencia al trabajar con ellos.

¿Cómo le hablaría de su estética a alguien que todavía no ha entrado en contacto con su obra?

Pues yo no le diría absolutamente nada. Yo digo, verme y nada más. Al final, es de emociones. Yo bailo para mí y para la gente que me vea. Y la verdad es que no tengo que explicar absolutamente nada. Y luego, si quieren hablar, ahora sí. Lo bonito es la honestidad: yo bailo de una manera, y tú me ves de la manera que tú quieras.

“La edad de oro”. Mayo 3 en Bogotá, Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Mayo 7 en Cali, Teatro Enrique Buenaventura.

Por El Espectador

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