La gran dama del champán

La empresa Veuve Clicquot guarda en cada litro la historia de Madame Clicquot, una de las primeras mujeres que en el siglo XIX se atrevieron a entrar en el mundo de los negocios.

El Espectador
26 de mayo de 2017 - 11:30 p. m.
La gran dama del champán

A los 27 años, Barbe Nicole Clicquot Ponsardin quedó viuda. Su esposo, François Clicquot, hijo del fundador de la Maison Clicquot, le heredó todos los conocimientos acerca de la creación y distribución del champán. En una época en la que las mujeres no tenían un papel importante en el mundo de los negocios, fue ella quien asumió en 1805 las riendas de la casa familiar, fundada en 1772.

Desde el comienzo Madame Clicquot estuvo en busca de la excelencia, era una persona inflexible en cuanto a la calidad de sus vinos y perfeccionó las técnicas de producción a través de la table de remauge (mesa de removido), que sirvió para aclarar el champán. Para ella todos los procesos de producción eran importantes: desde el cultivo de las uvas, hasta el trabajo de los jefes de bodega.

Su audacia y su inteligencia le permitieron tener en 1811 la que sería su primera cosecha notable. En ese mismo año se produjo el vino de La Cometa, calidad que atribuyó al paso de un cometa, y tres años después, en plena revolución industrial, envió desde Francia 10.550 botellas de Yellow Label a Rusia, ignorando el bloqueo continental que existía en Europa. Desde entonces se dio a conocer como la “gran dama del champán”.

En 1818, a través de la mesa de removido, se atrevió a añadir algo de vino tinto a su tradicional champagne Yellow Label, así creó la primera mezcla de champán rosado. Un vino que en su ensamblaje combina vinos de reserva de cinco o seis cosechas con vinos tintos, elaborados con uva roja cultivada y seleccionada para tener un equilibrio perfecto en el color. En su experimento logró que el Veuve Clicquot Rosé tuviera una fuerte presencia afrutada sin dejar de ser fresco.

Después de la muerte de Madam Clicquot, en 1866, la responsabilidad de mantener su legado ha quedado en manos de los maestros bodegueros. Hombres desde los 15 años se forman en los viñedos y bodegas para después degustar más de 400 vinos base cada año y así obtener el ensamblaje del champán de la casa, el Yellow Label. Etiqueta que se introdujo once años después de la muerte de Madam Clicquot para vestir sus botellas con un único color.

“En toda su historia, Veuve Clicquot ha contado con solo diez maestros bodegueros. Ellos son los que deben lograr la consistencia total del sabor que permite reconocer al instante el Yellow Label, un vino absolutamente fiable en cuanto a calidad, color y bouquet”, explica Fabrice Ogier, embajador mundial de la marca en su visita a Bogotá.

En 1909, la Casa implementó nuevas técnicas en el ciclo de producción. A las afueras de Reims, en la región de Champaña-Ardenas, en Francia, se establecieron en 482 crayères –hoyos de tiza que se utilizan como bodegas de champagne– para continuar con la producción de sus vinos. Hoy en día, estas bodegas pueden ser visitadas por turistas y en el 2016 fueron declaradas patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

A Colombia, cada año llegan aproximadamente 40 mil botellas de Veuve Clicquot. Una bebida que, con casi 250 años de historia, guarda en cada litro la historia de Madam Clicquot. Toda la línea de champagne: Yellow Label, Rosé, Semiseco, Vintage, Rich y La Gran Dame, conserva su color, sabor y efervescencia gracias a las técnicas creadas y escritas por la misma Madam Clicquot. “Nuestros vinos deben complacer tanto el paladar como la vista”, profesaba la madame.

Por El Espectador

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