Ánimo, padrino

Alberto Piedrahíta Pacheco, el legendario periodista deportivo, una de las voces más reconocidas de la radio colombiana, sufre graves quebrantos de salud.

Manuela Bernal Serrano
20 de marzo de 2014 - 05:16 p. m.
Alberto Piedrahíta Pacheco, uno de los más importantes hombres de radio en Colombia.
Alberto Piedrahíta Pacheco, uno de los más importantes hombres de radio en Colombia.

Alberto Piedrahíta Pacheco no sabe cuántas veces recorrió Colombia cubriendo las pruebas de ciclismo más importantes del país. Lo hizo desde los años 50, cuando las carreteras todavía eran destapadas, hasta hace apenas una década, cuando su salud todavía se lo permitía.

Conocido en la radio como El Padrino, Piedrahíta nació en El Líbano, Tolima, el 1º de septiembre de 1931. Su apodo surgió cuando aceptó ser el padrino de matrimonio de uno de sus pupilos más recordados, el ya fallecido Juan Harvey Caicedo.

Se radicó en Bogotá en 1948 e hizo de todo para ganarse un lugar en la radio, una de las pasiones de su vida. Comenzó como cobrador, control y celador al mismo tiempo, en una emisora que funcionaba en los sótanos de la avenida Jiménez, en el centro de la ciudad.

Poco a poco aprendió los secretos del oficio y se fue convirtiendo en una de las leyendas del periodismo deportivo, así como una de las voces más reconocidas y autorizadas en radio y televisión. Conoció el mundo cubriendo Mundiales de Fútbol, Juegos Olímpicos y las principales pruebas ciclísticas en Europa. De hecho, en los años 80 era tan popular y querido por la afición como Lucho Herrera o Fabio Parra.

Todo un maestro, Alberto ha sido el guía de al menos un centenar de comunicadores de todos los medios, quienes destacan, además de su capacidad profesional, su don de gentes. A todos los recibió y los despidió con un abrazo. Y a la mayoría les encimó un apodo que luego los hizo famosos.

Nunca se ha visto comprometido en escándalos ni polémicas, porque ha sabido expresar sus ideas y conceptos con vehemencia y argumentos, sin guardarse nada, pero también con sinceridad y respecto.

Piedrahíta Pacheco igualmente es reconocido por su elegancia. En público siempre viste de traje, con un pañuelo blanco en su saco y un pin, un pequeño rótulo dorado en la solapa de su vestido, con el antiguo logo de Caracol Radio, empresa en la que estuvo más de 30 años y que siempre lleva cerca de su corazón.

“Péguele al perrito”, “la pildorita para la memoria” o “nunca pierda la dulzura de su carácter”, fueron frases que institucionalizó en su tradicional programa La barra de las 13, por muchos años La barra de las 12, además de los diferentes espacios en los que participó durante su paso por RCN, Caracol, Todelar, Panamericana, Azul K y varios noticieros de televisión.

Piedrahíta ha sido además un padre y abuelo ejemplar. Sus familiares son todos hinchas de Millonarios, su equipo del alma, y hablan de él con una sonrisa, porque siempre se ha caracterizado por sus carcajadas duraderas.

A pesar de que sufrió un infarto y los médicos siempre se lo han recomendado, nunca ha dejado el cigarrillo, así como tampoco el aguardiente y el whisky, lo que sin embargo ha afectado poco su impecable voz cuando está al aire.

“Hay que sonreír, hay que amar la vida”, repite constantemente cuando ve a un colega triste o se entera de las macabras noticias de la violencia en Colombia. Ama a su país y lo hace respetar. De hecho, recuerda una vez en la que tuvo una discusión en el Tour de Francia, porque izaron una bandera de Estados Unidos pensando que el ciclista que había ganado era de Columbia, el estado. Él, de inmediato, se encargó de aclarar que el vencedor era de “Colombia, el país de los escarabajos, los especialistas en las etapas de montaña”.

A pesar de su impresionante trayectoria, Piedrahíta Pacheco es un hombre muy sencillo, con el que se comparte y se habla de deportes tanto en la cancha del barrio Olaya de Bogotá, como en los Campos Elíseos de París. De hecho, aún lo escuchamos todos los días gracias a las buenas imitaciones que le hacen en los programas radiales de la tarde. Para él, eso no es una parodia, sino un homenaje, una reacción propia de un gran señor, alguien que a pesar de su delicado estado de salud, hoy, a sus 82 años, no pierda la dulzura de su carácter.

Manubernal@gmail.com

 

Por Manuela Bernal Serrano

 

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