Erik Barmack: “La verdad sobre la televisión ha cambiado”

El vicepresidente de Originales Internacionales de Netflix explica por qué la plataforma tiene en mente, desde hace un tiempo, producir historias propias y relatos locales con los que sus usuarios pueden identificarse en cualquier parte del mundo.

Leonardo Botero Fernández
04 de enero de 2019 - 02:10 a. m.
Juan Pablo Raba participa en “Distrito salvaje”, la primera serie colombiana estrenada en la plataforma digital Netflix. / Cortesía
Juan Pablo Raba participa en “Distrito salvaje”, la primera serie colombiana estrenada en la plataforma digital Netflix. / Cortesía

Al tiempo que unos ladrones se apropian, durante varios días, de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en Madrid (España), en Bogotá, un exguerrillero de las Farc intenta comprender las complejidades de una guerra distinta a la que vivió en la selva durante décadas. Mientras tanto, en Ciudad de México una familia lidia con secretos recién descubiertos, a la vez que busca mantener a flote la florería que les ha dado estatus y un niño es criado por animales en la India colonial, lejos de las canciones y la —improbable— ternura de un oso.

Estas historias —contadas en La casa de papel, Distrito salvaje, La casa de las flores y Mowgli— hacen parte del catálogo que, con los años, se ha nutrido más de producciones propias que de series y películas hechas por otras casas productoras (que, incluso, han empezado a apropiarse del modelo de streaming popularizado por Netflix).

Estos relatos, y otros tantos por los que está apostando la plataforma digital, tienen algo en común: no son historias contadas desde la globalidad, sino que surgen en un contexto local, desde la trama hasta la producción. Es el caso, por ejemplo, de Distrito salvaje. La mayoría de los actores son de Colombia, es grabada en el país y fue producida por Dynamo (productora nacional). Además, cuenta la historia netamente colombiana —como es el caso de un exguerrillero que se enfrenta con un entramado de corrupción, que no resulta tan ficticio— y hasta en el guion (con expresiones propias del parlache) es una historia cuya marca es local.

¿Qué hace, entonces, que estas historias, con las que alguien de otro país, o incluso de otro continente, se conviertan en un fenómeno global? ¿Por qué un usuario en Colombia puede sentir cercanía con una historia que toma lugar en otro país, pero en un sentido micro, donde se cuentan dramas que pueden ser cercanos para una ciudad, pero no para otro? ¿A qué le apuesta la plataforma con esto?

Erik Barmak, vicepresidente de Producto de Netflix y quien se encarga de coordinar la producción de series, películas y documentales de la plataforma, explicó a El Espectador que la apuesta de la empresa, creada en Estados Unidos en 1998, se debe a que “básicamente todo está cambiando. Todo lo que pensábamos que era verdad sobre la televisión ha cambiado. Así que lo primero que tenemos que hacer es cambiar nuestro vocabulario, así grandes shows irán desde y hasta cualquier parte del mundo. Y esa es nuestra perspectiva global”.

El objetivo empieza a cumplirse con la meta de divulgar más allá de las fronteras estadounidenses las historias. Algo que llevó a que, en 2018, la plataforma lanzara más de ochenta producciones en idiomas como danés, alemán, árabe y, por supuesto, español. Y no solo eso. Es tal la decisión de Netflix de llegar a una audiencia más global (aproximadamente el 45 % de sus más de 135 millones de suscriptores están en Estados Unidos) que, a mediados del año que acaba de terminar, anunció que creará una sede en Madrid (España) para realizar allí las producciones en castellano.

Y el resultado es visible cuando se ve que La casa de papel se convirtió en la serie de habla no inglesa más vista en todo el mundo, un logro conseguido por Netflix, teniendo en cuenta que, en un primer momento, no era original de la plataforma norteamericana, sino que fue emitida por un canal español sin mucho éxito, pues los televidentes argumentaban que era una trama difícil de seguir.

Pero no es solo con series. Alfonso Cuarón, uno de los cineastas mexicanos más reconocidos en la actualidad y que ganó el Premio Óscar a mejor director en 2014 por su película Gravedad, migró durante 2018 a la plataforma de video por demanda para estrenar su nuevo filme, Roma, una historia que ha sido aclamada por la crítica.

En palabras de Barmak, la llegada de este proyecto se debe a que “es una película hermosa de uno de los más grandes directores de todos los tiempos. Y él debería estar en esta plataforma, que alcanza a más de 130 millones de personas y la película necesita ser vista por tanta gente como sea posible”.

Todo esto lo resume el vicepresidente de Producto de Netflix al expresar que “estamos comprometidos con crear una oferta que ofrezca algo para todos”, algo que buscan conseguir al enfocarse en la idea de “la libertad creativa, sin censurar las voces de nuestros creadores. Tratamos de ofrecerles la mejor experiencia creativa”.

O, como dijo Reed Hastings, co-fundador y CEO de Netflix, a El Espectador desde un hotel en el norte de Bogotá: “Somos exitosos porque nos mantenemos enfocados. Siempre quise que fuéramos globales y entendí que esto se puede conseguir con producciones hechas desde distintas partes del mundo”.

Por Leonardo Botero Fernández

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