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Con ternura e ingenuidad el Chavo del Ocho se convirtió en ícono latino

El programa número uno de la televisión humorística en Latinoamérica parece tener un futuro asegurado gracias a la audiencia que ha venido cultivando en todo el continente desde hace ya 40 años y a la apuesta por llegar a las nuevas generaciones.

Álvaro A. Cuéllar / Efe
28 de noviembre de 2014 - 08:53 p. m.
En 2006 se estrenó una serie de dibujos animados que recrea las aventuras del Chavo del Ocho y sus amigos de la vecindad.
En 2006 se estrenó una serie de dibujos animados que recrea las aventuras del Chavo del Ocho y sus amigos de la vecindad.

El Chavo y Kiko están en el patio de la vecindad a punto de cometer una travesura. Don Ramón sale de su casa para evitar que los niños completen su infantil plan, pero no logra detenerlo y por el contrario, queda involucrado dentro del embrollo. Doña Florinda entra en escena y con una cachetada culpa a Ron Damón, como le dicen los niños.

Aunque traducida en palabras, esta imagen seguro que tiene un lugar en el imaginario de millones de latinoamericanos de diferentes edades, quienes de alguna u otra manera han estado relacionados con la creación más preciada del comediante mexicano Roberto Gómez Bolaños (mejor conocido como "Chespirito").

El "Chavo del Ocho" ha venido cultivando un séquito de fieles seguidores desde Alaska hasta la Patagonia desde el 20 de junio de 1971, cuando fue emitido por primera vez en el Canal Ocho de México, quienes entregan la antorcha de un humor sencillo y blanco a sus hijos.

El papá del chavo

La serie, que según estimaciones llegó a contar con una audiencia semanal de 350 millones de espectadores en más de 50 países, nació casi que por accidente, ya que su creador lo tenía olvidado y tuvo que revivirlo cuando el actor Rubén Aguirre (quien luego encarnaría al profesor Jirafales) recibió una oferta de trabajo que lo obligaba a dejar el programa que por ese entonces dirigía Gómez Bolaños.

Ante la negativa de "Chespirito" de reemplazar a Aguirre para el "sketch" de "Los Chifladitos", el creador del Chavo optó por desempolvar una historia en la que un vendedor de globos se enfrentaba con varios niños interpretados por adultos, un relato que no llamaba mucho su atención pero que terminó por darle la fama mundial.

Roberto Gómez Fernández, hijo de "Chespirito", recordó semanas atrás a la prensa mexicana cuál fue la intención de su progenitor al crear a su personaje más popular: "lo que mi padre trató de encontrar fueron valores universales infantiles, con personajes que pudieran tener grandes contradicciones, elementos opuestos, así surge la comedia".

La ternura, la ingenuidad y la precariedad eran los sellos distintivos del huérfano de tirantes y gorro que sobrevivía al hambre dentro de un barril en una vecindad popular de Ciudad de México, condiciones que le permitieron erigirse en un icono para América Latina.

Para el crítico de televisión Ómar Rincón, el éxito del "Chavo del Ocho" está "en representar una realidad común y corriente de América Latina: vecindario, vida en común, familias que no siguen el modelo padre-madre-hijos", y agrega que “el humor viene por la ironía que significa tomarse en serio el lenguaje".

Sí, le tienen paciencia

A fuerza de repetir chistes y diálogos en casi cada uno de los cerca de 300 capítulos de 30 minutos que se grabaron del Chavo hasta 1979 (a partir de esa fecha y hasta 1992 se transformó en un "sketch" de 10 minutos), el "programa número uno de la televisión humorística", como se anuncia en su mítica presentación, creó un imaginario colectivo para el continente.

"La televisión es el goce de un placer conocido, es la estética de la repetición, es saber de qué se ríe uno, es la posibilidad de reír y pensar sobre los tiempos de la relajación; es el goce de lo que sabemos", asegura Rincón.

Frases como "fue sin querer, queriendo", "es que no me tienen paciencia", "bueno, pero no se enoje", "acúsalo con tu mamá Kiko" o "eso, eso, eso", son solo algunas de las perlas del refranero que regó el "Chavo del Ocho" por toda América Latina y que hablan por sí mismas de la inmensa difusión del programa.

Raúl Ávila, profesor del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, considera que la aportación lingüística del "Chavo del Ocho" a la construcción del lenguaje en el continente va por "el rumbo de la estandarización del léxico y sobre todo de la pronunciación".

El académico, quien además es coordinador general del proyecto internacional Difusión del Español por los Medios de Comunicación, recuerda que en Argentina compró varios imanes con frases típicas del programa y que después de dictar una conferencia en ese país, le pidieron que siguiera dialogando otro rato, pues "según ellos, hablaba como el Chavo del Ocho".

Larga vida al Chavo

Pero la popularidad del Chavo del Ocho y los demás personajes de la serie no se ha quedado solo en palabras. Don Ramón, sin duda uno de los protagonistas más queridos de la serie, se ha erigido como bandera en batallas que distan de su concepción original.

En El Salvador, hace casi un año, la figura de Don Ramón inspiró una campaña contra la extorsión realizada por las pandillas locales. Bajo el lema "Yo no me dejo rentear", la imagen del irredimible deudor del Señor Barriga se imprimió en gigantes banderas para alentar a la población a que dijera no a las exigencias monetarias de las bandas criminales.

En Brasil, país donde la barrera idiomática no impido el éxito del Chavo, la imagen de Don Ramón toma dimensiones de icono popular. Seu Madruga, como se conoce al personaje en portugués, aparece estampado en camisetas y en grafitis por las paredes de Río de Janeiro o Sao Paulo, además su popularidad en Internet es tal que hay grupos en redes sociales que lo reclaman como brasileño.

Y es que la popularidad de la serie aunque ha mermado está lejos de extinguirse: capítulos originales del "Chavo del Ocho" todavía se emite en al menos 15 países de Latinoamérica; desde el 2006 se estrenó una serie de dibujos animados para cautivar a los más pequeños; este año se estrenó en México una obra de teatro inspirada en el huérfano del barril, mientras que "Chespirito" tiene más de seis millones de seguidores en Twitter.

Pero más allá de estas innovaciones, el "Chavo del Ocho" ya ha forjado una audiencia fiel y agradecida, como lo explica la peruana Débora Dongo-Soria quien asegura que “mientras sigan pasando repeticiones” no dejará de ver nunca el programa, o como sentencia la salvadoreña Gabriela Castellón: “el Chavo nunca pasa de moda, lo que ya no hay ahora es tiempo para verlo”.
 

Por Álvaro A. Cuéllar / Efe

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