La piqueria nació del enfrentamiento de dos o más oponentes, que a punta de versos decidieron retarse. Ese ataque y defensa, tuvo su punto de partida visible cuando Francisco Moscote Guerra, Francisco el Hombre, decidió enfrentarse y derrotar al mal, en forma de acordeonero, cuando le cantó el Credo al revés. En ese instante se generaron dos expresiones muy ligadas a nuestra música vallenata: La leyenda y La piqueria, que siguen pegadas del cordón umbilical de nuestra música.
El verseador o repentista en nuestra música vallenata se inició en el entorno campesino, en cuyas actividades de laboreo y luego del descanso, propiciaron los espacios para que dos o más personas se encontraran, llamados por el verso como una alternativa difusora de gran valía, para formar todo un movimiento creativo en torno al vallenato. A manera de pleito cantado, este elemento, antecesor a la parranda, fue sustancial para la creación abierta y con diversas melodías, para el nacimiento del cantor y autor/compositor.
En el Festival de la Leyenda Vallenata se dio inicio a la categoría de la piqueria a partir de 1979, ganada por Andrés Beleño, seguido por Luis Manjarrés, Wilman Rodríguez, Antonio Salas Araújo, Alcides Manjarrés en 1983, 1984 y 1993; José Villero Daza, Ivo Díaz Ramos. En el primer Rey de Reyes no se hizo la categoría de verseadores, retomada en 1988, cuando ganó Juan Oviedo, luego Luis Mario Oñate, Rafael Zuleta, José Bornacelly, 2000 y Rey de Reyes 2007. En 1992 fue declarada desierta por la mala calidad de los verseadores. En 1994 Guillermo Arzuaga, luego Andrés Barros, Wilman Felizzola. En el segundo Rey de Reyes tampoco hubo espacio para los repentistas. En 1998 ganó José Félix Ariza, 2002, 2004, 2008 y 2012, seguido por Julio Cárdenas, 2005 y 2015, Julio Salas, Teobaldo Peñaloza, Rubén Darío Ariza, Martín Lozano, William Castrellón, Edwin Oved Vásquez Lambraño y Fredys de Ávila.
El gran problema que atraviesa el verso mestizo, dentro del concurso de la piqueria, es que es serio y amerita un replanteamiento, que no solo salve ese elemento antecesor a la parranda y la canción nuestra, sino que no sea un concurso menor dentro del Festival de la Leyenda Vallenata.
La piqueria en su construcción, ha sido afectada en cada uno de sus tiempos, por lo que ahora no será la excepción y es ahí donde debemos ponernos a tono. El entorno juega papel determinante en su hechura y divulgación, por lo que no es igual el discurso echado por dos oponentes como Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales Herrera, al que realizaron Enrique Díaz y Rúgero Suárez, por ende, no es ni será un asomo de lo hecho, lo que se vive en los concursos de la misma en cada uno de los festivales o en grandes muros de cemento.
En el Rey de Reyes se darán cita los más representativos ganadores de esa categoría. Llegarán con todos los pergaminos, sin que ellos, al final de la contienda, les sirvan de algo. El que quiera ganar, tiene que atraer al público y al jurado con unos versos renovados, “no más de lo mismo”, etapa constructora del desencanto que vive esa modalidad. Ya muchos de ellos están llenos de años y esa experiencia ojalá sirva para reencontrarnos con el verso enlazador de sensaciones positivas en torno a la piqueria.
Tanto lenguaje como melodía deben ser renovados, no puede ser que durante más de cuatro décadas El palo de mango, La margentina, Carmen Díaz, por citar esas obras, sean las portadoras recurrentes para hacer versos. ¿Por qué no hacer versos en los otros ritmos?, ¿acaso no se pueden construir? ¿Por qué no hacer uso de la décima?, no con la expresión como la quieren imponer en el Festival, cuya entonación es más parecida a la que se hace en la sabanas del Bolívar grande. La nuestra tiene una musicalidad que está sujeta al ritmo del merengue.
En tiempos del ayer, la gente tenía en la décima una de las muestras más dicientes de la comunicación oral, por lo que es urgente recuperarla con nuevos motivos y melodías.
Uno de los pecados en la modalidad de la piqueria ha sido el uso saturado de un lenguaje de hechos del ayer y no la construcción de un equilibrio entre lo vivido y el presente. No se es defensor de las raíces cuando se repite lo mismo hasta el cansancio. Se puede mostrar el ayer con el hoy, sin que eso suene a confrontación, así esta modalidad, sea una pelea frontal con el arma que la música vallenata ha tenido durante siglos: el verso.
El verso no debe ser manoseado, porque es el único pasaporte que tiene el vallenato para cantarle a todo lo que se aparezca en el camino. El buen repentista es contundente, no hace versos por hacer. Tiene que tener motivos. Esa inventiva en el hombre vallenato no ha desaparecido. Solo que su madurez hace tiempo se dio y los personajes de ese logro se quedaron pegados en la historia y su renovación la estamos esperando, con la fe del carbonero.
Buenos y malos versos ha tenido el vallenato en su historia, estos han dependido de sus protagonistas, los cuales son de grata o ingrata recordación. El verso malo o bueno no tiene tiempo específico para surgir. Las memorables parrandas dan cuenta de muchos de ellos, los cuales la gente repite como una queja, en procura de ser escuchada, para que el verso vuelva, en boca del buen verseador, por el sendero que desde ese pasado pudo construir.
Valledupar vive el 50 Festival de la Leyenda Vallenata con los cantores que pulmón abierto exponen los mejores versos para hacer nuevos caminos que reinventen la piqueria.
*Escritor, periodista, compositor y productor musical.