Shakira no se calla

Shakira regresa a Colombia con su gira “El Dorado World Tour” y los nostálgicos esperan un poco de aquellos tiempos en los que solo cantaba en español.

Mariangela Urbina Castilla
03 de noviembre de 2018 - 02:00 a. m.
Con su concierto en Bogotá, Shakira despide su gira El Dorado World Tour.   / AFP
Con su concierto en Bogotá, Shakira despide su gira El Dorado World Tour. / AFP
Foto: AFP - JOSEPH EID

Cuando Shakira empezó a cantar que ella es “loca con su tigre” o que “una loba en el armario tiene ganas de salir”, un manto de tristeza empezó a regarse entre sus fans colombianos de siempre, los que se enamoraron con Antología y terminaron relaciones con Si te vas. Algunos le reclamaron por perder la fuerza de sus letras y le dijeron loca y loba, como si fueran insultos y no sus nuevos modos, seleccionados a propósito, de venderse al mundo.

Varios medios dijeron que venía en caída libre, sobre todo porque en su último álbum se mete de cabeza en el reguetón. Pero su nueva gira, con la que llega a Bogotá, llamada El Dorado World Tour, ha sido un éxito. Ya pasó por Europa y Estados Unidos y ahora viene a América Latina. Debe ser que algo tienen en común estas nuevas versiones de Shakira con las previas: su capacidad de incomodar. ¿Algo más incómodo que una mujer llamándose loba y loca a sí misma con orgullo y, de paso, cantando reguetón​?

Shakira ha cambiado, sí. Pero sigue poniendo al mundo a hablar de lo que escribe, como en aquella época añorada, aquellos años 90 en los que se convirtió en la imagen del satanismo, el anarquismo y el romanticismo, cantando pop.

Shakira no ha cambiado en lo fundamental: sigue teniendo voz propia y no se calla.

Shakira y el Diablo

La clave era escuchar la canción de para atrás. Al hacerlo, quedaba expuesto el mensaje subliminal de las canciones de la que sería la primera y, hasta ahora, única artista mundialmente conocida de la historia de Colombia: Shakira, la pelinegra Shakira, la Shakira de Los pies descalzos y de Dónde están los ladrones que cantaba solo en español.

Las sectas satánicas estaban de moda a finales de los 90 y según los pastores, los curas y los expertos en sacar los demonios del cuerpo, la cantante tenía pacto con el Diablo. Era satán quien le había quitado una costilla, y por eso podía mover las caderas y la cintura de aquella manera sobrenatural, pues ninguna mujer sobre la tierra era capaz de ese vaivén, de esa sensualidad, de esa soltura del tórax. Qué otra explicación podía encontrar Colombia ante semejante fenómeno. No podía ser el mero talento de una mujer. No podía ser una mujer con la capacidad de poner a bailar al mundo. ¡Qué va! Debía ser el Diablo el responsable. ¿Quién más?

Entonces Shakira tuvo que tomarse fotos santiguándose antes de los conciertos y expresar una y otra vez en entrevistas que cree en Dios, que no entiende a los ateos, pues su familia la crió católica y por eso es a Dios a quien se encomienda para conseguir el éxito. Es creyente. Y su fe tuvo que volverse pública desde muy temprano en su vida profesional, para sobrevivir a un país que no la iba a aceptar de otra manera.

La excusa de la desconfianza era el movimiento de caderas. Pero, de fondo, lo que estaba pasando era que por primera vez una cantante, esa misma que se ganó el premio a la mejor cola en una revista de farándula, estaba interesada en otras cosas. Shakira hablaba de lo que quería, de lo que cargaba por dentro. Y eso era un peligro. Una mujer siendo honesta y contándose a sí misma solo podía ser asociada con el Diablo.

Shakira y la injusticia

Probablemente los pastores se asustaron cuando, en Octavo día, uno de los sencillos de su álbum Dónde están los ladrones, Shakira escribió que: “Es más difícil ser rey sin corona que una persona más normal / Pobre de Dios que no sale en revistas / No es modelo ni artista / O de familia real”.

En realidad, no estaba insultando a Dios. Estaba cuestionando la estructura social que la rodea. Lo mismo hizo en Se quiere, se mata, en donde habló del aborto, un tema que sigue siendo peligroso hoy. Hace veinte años era impensable ponerlo en una canción. Ella lo hizo.

Cuestionó a su mundo y se cuestionó a sí misma. En Dónde están los ladrones, la canción que le da el nombre al álbum, describe a los ladrones de cuello blanco: “Los han visto por ahí / Los han visto en los tejados / Dando vueltas en París / Condenando en los juzgados / Con la nariz empolvada / De corbata o de blue jeans / Los han visto en las portadas, todas / Sin más nada que decir / Dónde están los ladrones / Dónde está el asesino”.

En Pies descalzos cuestiona los prejuicios de clase, la idea de éxito y de fracaso, y también los estereotipos de género: “Cumplir con las tareas, asistir al colegio / ¿Qué diría la familia si eres un fracasado? / Y ponte siempre zapatos, no hagas ruido en la mesa / Usa medias veladas y corbata en las fiestas / Las mujeres se casan siempre antes de treinta / Si no vestirán santos y aunque así no lo quieran / Y en la fiesta de quince es mejor no olvidar / Una fina champaña y bailar bien el vals / Y bailar bien el vals”.

Describía. Hablaba de las diferencias, de género y de clase, con letras apenas descriptivas, pero que acompañadas de las guitarras y el look rockero se convertían en un resumen de la indignación colectiva. Himnos para cantar a todo pulmón.

Shakira y el amor

Shakira habló también de una de las cosas más difíciles para las mujeres, desde Simone de Beauvoir hasta una adolescente hoy en el colegio: el amor romántico. El amor complica muchas veces más que Dios o el aborto, porque en el terreno de las emociones es más difícil descubrir desigualdades y pelear contra ellas.

“Esta canción nació a las 4 de la mañana, en un estudio de grabación con la luz apagada y el corazón roto”, confesó Shakira antes de empezar su grabación de la canción Sombra de ti, en los MTV Unplugged.

“Voy a dejar / Que mi guitarra diga todo lo que yo / No sé decir por mí / O quizás deba esperar / A que el insulto del reloj / Acabe de planear mi fin / Duelen tanto las sonrisas / Cuesta un mundo respirar / Es que no tenerte aquí ya me hace mal”.

Y ahí todavía no ha entrado en materia. En el coro, dice: “Me sigue rodeando / La sombra de ti / Y siguen rodando por ahí / Todas las palabras que dijimos / Y los besos que nos dimos / Como siempre / Hoy estoy / Pensando en ti”.

Las letras de Shakira hablan de una mujer a la que le costaba abandonar amores circulares, tóxicos, codependientes. A pesar de lo difícil que es abrazar ese dolor y exponerlo, lo hizo una y otra vez.

En Moscas en la casa, escribió: “Mis días sin ti son un derroche. Las horas no tienen principio ni fin / Tan faltos de aire. Tan llenos de nada. Chatarra inservible. Basura en el suelo. Moscas en la casa”.

En Tú, no se quedó atrás: “Eres tú mi sol, la fe con que vivo / La potencia de mi voz / Los pies con que camino / Eres tú, amor / Mis ganas de reír / El adiós que no sabré decir / Porque nunca podré vivir sin ti”.

Es contundente. Son letras amarradas al dolor, al desamor, a la idealización de una pareja como único camino posible para encontrar la felicidad. Al desespero que produce una ruptura y a la imposibilidad de dejar ir. Más allá de ellos no había nada. Incluso, enamorada, y no entusada, construía máximas. En Que me quedes tú, dijo que prefería que se acabara el mundo, pero que le quedara su sonrisa, la del personaje al que iba dirigida la canción.

La valentía de ponerlo sobre el papel y la lucidez para describir la sensación la convirtieron en la reina de la tusa para varias generaciones y en la voz de muchas.

Shakira vuelve a Bogotá y, si los comentarios que anteceden su gira le hacen justicia, esta noche va a demostrar que nunca se ha ido.

Por Mariangela Urbina Castilla

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