Del Chocó a las pasarelas de Milán

La diseñadora chocoana, víctima del conflicto en Bojayá, comenzó a coser desde los 13 años para ayudar a su familia, que tuvo que desplazarse a Quibdó. Sus diseños se reconocen por incluir piezas autóctonas. Piensa en su internacionalización.

El Espectador
18 de mayo de 2017 - 03:33 a. m.
 Cléiner Cabadías presentará sus diseños en una pasarela de Milán, Italia. / Cristian Garavito.
Cléiner Cabadías presentará sus diseños en una pasarela de Milán, Italia. / Cristian Garavito.
Foto: Cristian Garavito / El Espectador

¿Qué recuerda de su infancia?

Fue muy hermosa. La recuerdo con mucha alegría y entusiasmo porque en la finca donde vivíamos había muchos frutos y cosas que comer. Mi felicidad era montarme en un palo y comerme una guama, un marañón y cosas así.

¿En qué momento le empieza a interesar el clóset de su mamá?

Desde el momento en que fuimos desplazados. Yo vi matar a personas que eran amigas de mi papá y eso me trajo un poco de pesadillas que, poco a poco, he ido superando. Cuando cumplí 13 años, nos desplazamos a Quibdó, a donde llegamos a vivir del rebusque, a sobresalir en una ciudad donde lo mejor que sabíamos hacer era cultivar. Mi mamá tenía su máquina, pero ella no lo hacía por ganarse la vida, sino como hobby. Yo empecé a hacer arreglos de los pedazos de tela que sobraban.

¿En algún momento pensó en estudiar algo diferente a diseño de modas?

Siempre lo tuve muy claro, pero en Quibdó el diseño de modas no existe. Ahora se puede estudiar a través del SENA, pero antes eran sólo cursos; entonces terminé estudiando administración de empresas y he hecho otras especializaciones que no tienen nada que ver con el diseño de modas. De todas formas, en algo me ha servido para sacar adelante la empresa que tengo.

¿Cómo llegó a las grandes pasarelas del país?

En todo este proceso en que uno está en la búsqueda de la perfección de lo que hace, uno realiza trabajos a los que llega recomendada. Llegué referenciada a Gilmar, de Teleantioquia, que me invitó a una pasarela y por primera vez salí de Quibdó. Me asusté muchísimo y terminó la pasarela y ella se me acercó y me dijo que me gustaría invitarme a una pasarela en Milán. Creí que era un chiste, pero, a principio de este año, me llamó y me dijo que estaba haciendo la gestión para que nos apoyara la embajada.

¿Cómo va esa internacionalización?

La he mirado positivamente. Yo ahora estoy enfocada en diseñar, confeccionar y poner el producto terminado en la pasarela y en buscar patrocinadores para que nos apoyen con las telas.

Sus diseños se caracterizan por incluir piezas autóctonas del Chocó. ¿Esa idea la ha tenido desde el principio o la ha ido desarrollando a lo largo de su carrera?

Al principio empecé, simplemente, haciendo arreglos y luego comencé a hacer vestidos sencillos. Esta profesión, como todo arte, se desarrolla con la constancia y hoy en día, a pesar de que no tengo estudios universitarios, mis patrones salen bien hechos, por lo que la gente queda muy contenta.

¿Cuál es su trabajo con los indígenas?

Ellos tienen su patrón y casi todos sus diseños salen iguales. Yo los hago en el papel y les muestro la forma. Ellos le ponen sus colores. Ahora bordo la tela con lo que ellos hacen.

¿Hace un proyecto de investigación con las cosas que utiliza en sus diseños?

No he hecho una investigación ni de mi misma. Yo voy tomando todo lo que está en el medio y de los indígenas. Ahora, es cuando vengo a hacerlos porque los diseñadores deben explicar lo que hacen.

¿Ha perdonado a las personas que los desterraron de Bojayá?

Mi madre siempre nos decía: “El corazón triste seca los huesos”. Cuando a uno le pasa algo, ese algo no es para tenerlo presente y revivirlo, sino para llorar ese día y al otro día levantarse con mucha alegría para que el corazón sane y sea feliz. Si no se perdona, no se va a poder ser feliz nunca.

Por El Espectador

 

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