Nació en Madrid, ¿cómo fue su infancia en los 70?
Fue muy bonita. Me la pasaba por el barrio con un balón o una bicicleta todo el día, pero cuando escuchaba una guitarra automáticamente me ponía a escuchar. Mis pilares en la música, además de mi padre y mi tío Rafael Farinas, fueron Camarón y Paco (de Lucía), los revolucionarios más grandes del flamenco. Ellos significaron un antes y un después.
¿Cuándo supo que quería dedicarse a la música?
Siempre he tenido el sueño de ser cantaor y siempre luché por eso. A día de hoy le doy muchas gracias a Dios por haber mantenido esa capacidad de mi niñez y por los recuerdos que han sido tan duros. No ha sido un camino de rosas con muchas espinas, pero hasta esas espinas se han ido convirtiendo en rosas y eso es lo bonito de esto, tenerlo siempre presente.
Grabó su primer disco en 1997, ¿cómo fue esa experiencia?
Era súper difícil porque era un diamante en bruto que se tenía que pulir. Me dejé llevar por todos los que tocaron en ese disco y fue muy bonito, porque había muchas ganas y hambre de hacer un disco propio. El disco quedó parado un tiempo en un cajón y salió un año y pico después. Eso me puso muy triste, pero lo recuerdo como algo muy bello que necesitaba mucho como artista.
¿Qué es el duende en el flamenco?
El duende es como el flamenco, es un estado de ánimo. Conforme estás ese día así sale. Si tienes pena, depresión, alegría o soledad, sales a cantar y juegas con eso. En el escenario intentas ser el amo y señor de todo eso. El duende es transmitir o no transmitir ese estado de ánimo. Muchas veces lo buscas y no llega.
¿Cómo canta Diego el Cigala?
Abre corazón y alma. El flamenco es un lamento, es un quejido, una tristeza, y para cantarlo tienes que haber vivido experiencias de todo tipo, tanto buenas como malas, y sacarles provecho para transmitir a la hora de cantar.
¿Eso le facilitó cantar tangos?
Los tangos son nocturnos, son del pueblo, del barrio, y tienen similitudes con el flamenco en las letras y en los tiempos. Por eso me sentí como pez en el agua, sin llegar a ser un gran conocedor de los grandes cantantes de tango. Tuve a grandes maestros como Néstor Marconi. A mí lo que más me gusta es tener a alguien que me diga cosas. Te puedes morir tres mil vidas y no terminas nunca de aprender.
En 2015 dio un concierto justo después de enterarse de la muerte de su esposa, ¿cómo lo logró?
No sé todavía. Creo que fue el alma de ella la que me hizo cantar y ha sido uno de los mejores conciertos que he dado en mi vida. Llegué destruido, sin poder abrir la voz. Todo mi grupo estaba desecho y parecía imposible. Salimos al escenario y el alma de Amparo se puso allí, esa es mi conclusión.
¿Por qué su nuevo disco se llama “Indestructible”?
Es un homenaje al tema de Ray Barreto que habla de cuando lo dejó toda su banda. La canción dice “con sangre nueva, indestructible” y eso es lo mismo que me ha pasado en la vida, por eso le puse así.
¿Por qué hizo un disco de salsa?
Siempre me ha encantado la salsa y le he tenido muchísimo respeto, tanto que me daba pánico. Es una ironía de la vida hacer un disco tan divertido y tan bailable en un momento tan duro de mi vida, con la pérdida de Amparo. Hice este disco como quería ella, para cumplir ese sueño de traer de vuelta esa salsa de los 70 y 80 que ya no se escucha.
¿Qué relación encontró entre salsa y flamenco?
Tienen que ver. Todas hablan de amor, desamor, desengaño, penas, alegrías y soledades. Son muy parecidas a lo que hay en el flamenco. “Periódico de ayer” o “Moreno soy” son historias flamencas, por eso hice el disco y por eso me sentí así de cómodo.
¿Por qué empezó a grabar en Cali?
Me habían dicho que en Colombia había buena salsa y eso es cierto, pero poder verlo es mortal. El disco se empezó a grabar en Cali, con el querido José Aguirre. Tierra tan salsera no he conocido en mi vida y por eso teníamos que empezar ahí. Después fuimos a Puerto Rico y La Habana, pero teníamos que comenzar aquí en la cuna de la salsa.
¿Le interesa seguir experimentando otro género latinoamericano?
Me gustan mucho los sonidos de Perú, el bossa nova, los boleros rancheros de Javier Solís, de Chavela Vargas y Armando Manzanero. Ya estoy en la búsqueda y es algo que hace tiempo da vueltas en mi cabeza. Dejo que las cosas lleguen, porque si busco, no encuentro. Así se fraguan mis discos.
¿Cómo lo cambió su encuentro con el pianista cubano Bebo Valdés?
Para mí significó todo. Cuando conocí a Bebo Valdés, conocí a mi héroe. Era un genio. Había sido el director de la sala Tropicana, tocó con Celia Cruz, Benny Moré, Frank Sinatra, Dizzy Gillespie y Charlie Parker. Siempre estaré agradecido de haber podido trabajar junto a él.
¿Qué le dejó el encuentro con Bebo Valdés?
El piano de Bebo me abrió un abanico de música. Gracias a él conocí la música afrocubana, a Lecuona, Rolando Laserie, Mongo Santamaría... y también me hablaba de Chavela Vargas y Mercedes Sosa. Creo que en el disco que grabé con él y en los dos años de gira que vinieron después, tuve la mejor master class. Fue un cambio de vida brutal. Lo echo mucho de menos.
¿Cómo fue prestar su voz para la película infantil “Toy Story”?
Le puse voz a Buzz Lightyear cuando se resetea y se vuelve flamenco. Me sentí como un chico delante de una pantalla gigante. No lo hice con ninguna pretensión y fue muy divertido. Es un recuerdo muy bonito.
¿Qué vamos a escuchar en su gira por Colombia?
Es una presentación de tres bloques. Primero vamos a estar con Indestructible, luego tendremos Recuerdos de lágrimas con arreglos de José Aguirre y en el último bloque hay voz y piano.