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“Bogotá es una mujer bella de temperamento cambiante”

El español, que llegó hace ocho años a Colombia, fue el encargado de convertir 200 metros de cerramiento del BD Bacatá en un mural artístico que retrata la vida del centro de la capital.

Un chat con...
18 de septiembre de 2015 - 03:50 a. m.
Miguel Olivares convirtió el primer rascacielos de Colombia, BD Bacatá, en una obra artística. / Cortesía
Miguel Olivares convirtió el primer rascacielos de Colombia, BD Bacatá, en una obra artística. / Cortesía

¿Cómo empezó este proyecto?

Hace dos años, cuando visualicé el cerramiento donde están realizando las obras del BD Bacatá. Pensé que esos 200 metros lineales de cerramiento podrían ser aprovechados para plantear una propuesta artística. Después de una serie de entrevistas se concretó el proyecto. Invertí un año y medio en prepararlo y hace seis meses empecé mi arte en vivo y en directo y lo haré hasta que dure la construcción. Al final se piensa subastar el mural con fines benéficos.

¿Por qué aceptar que su arte sea utilizado en un proyecto inmobiliario?

Siempre he estado muy vinculado a la iniciativa privada y me he alejado de los organismos públicos, porque la primera es más arriesgada. Una de las premisas de esta propuesta fue que no hubiese publicidad.

¿Cómo define a Bogotá?

Bogotá es una mujer bella de temperamento cambiante.

¿Cuáles son los factores que tuvo en cuenta para el desarrollo de la propuesta, ya que se trata del edificio más alto del país y está en el centro de la ciudad?

Cuando llegué hace ocho años a Colombia me di cuenta de que los centros de las ciudades estaban desérticos, la población se había desplazado a los suburbios siguiendo el concepto anglosajón y los centros se habían abandonado. La Candelaria, por ejemplo, es uno de los espacios más interesantes de América Latina, tiene una riqueza cultural impresionante. Eso fue lo que más me motivó: la recuperación del espacio público.

¿En qué consiste su técnica?

La obra está realizada en papel, que es muy frágil pero resiste mucho y ha ido evolucionando como un animal vivo. El papel es una metáfora del individuo urbano. La piedra angular de mi trabajo es el reciclaje, además de las técnicas tradicionales, como el carboncillo y el óleo, y las más avanzadas, como el dibujo por computador. Queríamos que quienes hacen parte del espacio participaran en la obra misma, y eso lo consigo a partir de la fotografía digital, incluyendo a los vendedores de minutos, los sin techo, los guardias y los obreros.

¿Qué papel juega el arte urbano en una ciudad?

Antes, la obra pública tenía un sentido publicitario de poder, pero el concepto contemporáneo hizo partícipe del arte a la población, y eso es lo que está ocurriendo en Colombia. El colombiano había dejado el espacio público, se iba de la casa al trabajo en carro y viceversa, pero hoy la gente se siente más propietaria del espacio urbano.

¿Qué ha hecho que eso suceda?

Esto forma parte de la propia evolución de la sociedad colombiana. La clase media ha despegado en los últimos años y se siente representada por la ciudad que habita. En Bogotá, como en toda capital latinoamericana, hay habitantes de toda Colombia y Latinoamérica y es más difícil conseguir ese punto de apropiación, pero en los últimos años, con ese despliegue de la clase media, se ha desarrollado un apego a la ciudad. Eso produce intervenciones artísticas en el espacio urbano que pretenden reivindicar la ciudad.

¿Por qué escogió esta profesión?

Mi primer recuerdo consciente es coger lápices de colores. Es una pasión, no sabría hacer algo más y me gusta la evolución que ha tenido mi carrera artística, pasar de exposiciones en galerías hasta los murales en espacios públicos. He hecho intervenciones en India, República Dominicana y África. Estoy viviendo un sueño.

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