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La creación como un reflejo social

La abogada y curadora barranquillera lleva ocho años en la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional. Allí transforma el concepto de arte como disciplina en una práctica de representación simbólica de la sociedad.

El Espectador
17 de junio de 2015 - 02:36 a. m.
María Belén Sáez de Ibarra en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, en la exposición de la pintora barranquillera Vicky Neumann. / Cristian Garavito - El Espectador
María Belén Sáez de Ibarra en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, en la exposición de la pintora barranquillera Vicky Neumann. / Cristian Garavito - El Espectador
Foto: Cristian Garavito/ El espectador

Lleva ocho años como Directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional, ¿cómo ha sido el proceso de gestionar los proyectos culturales de la universidad?
 
La verdad ha sido gratificante, lleno de dificultades, pero eso nos ha posibilitado mejorar,  ajustarnos y hacernos más fuertes. Hemos tenido muchas restricciones presupuestales, algunos problemas políticos, en el sentido de que parte del contexto de la universidad es un lugar muy conservador y, por ende, los cambios son mirados con recelo y resistencia.
 
Entonces, ¿cuál viene siendo el propósito de la Dirección de Patrimonio Cultural con el público?
 
Consideramos que la misión esencial del proyecto es traer el mundo a la universidad y poner a la universidad en el mundo. Queremos desbordar el concepto de cultura y arte, más allá de una disciplina, para entenderla como una práctica expandida en otras prácticas, que tienen que ver con la representación simbólica de una sociedad y la lucha por fijar significados sociales. 
 
De acuerdo a lo que usted menciona, ¿se puede considerar el arte como una reflexión del contexto social?
 
El arte puede ser muchas cosas, no necesariamente la práctica artística es crítica de los regímenes de representación; al contrario de lo que la mayoría de gente opina, el arte le sirve al statu quo.
 
Entonces, ¿el arte es considerado como una mercancía para ciertos sectores sociales?
 
En particular, el arte contemporáneo está permeado por esa urgencia de consumirlo como objeto, como un bien que representa prestigio, poder de conocimiento, acceso a ciertos círculos sociales y económicos. Hoy, por ejemplo, el coleccionismo está asociado a una nueva aristocracia, en donde está implicado el acceso a unos círculos de élite.
 
 Ahora bien, la Universidad Nacional también le ha dado la oportunidad a los artistas de formarse como curadores en el Laboratorio Cano...
 
Sí, es uno de los proyectos pedagógicos que la universidad viene trabajando con algunos estudiantes desde hace un año. Hay un grupo de curadores y otro, de productores de arte. Hay artistas que no desean crear, sino que quieren dedicarse al montaje de exposiciones. Los tratamos como profesionales y los apoyamos con materiales y con pedagogía.
 
Toda su vida ha girado en torno al arte. ¿Por qué estudió Derecho?
 
En mi etapa de adolescente, lo único que quería era irme de Barranquilla y estudiar arte y filosofía, pero mi papá, Jesús Sáez de Ibarra, me decía que estudiara otra cosa, porque él era filósofo. No me arrepiento, porque ha sido un instrumento para trabajar con el Estado, con lo público.
 
Y ese gusto la llevó a trabajar en el equipo del exsenador Jairo Clopatofsky en 2007. ¿Qué significó ese paso por el Congreso?
 
 Fue un aprendizaje muy grande, porque me permitió conocer cómo funcionaba el Estado en Colombia. Entendí dónde quiero y no quiero estar profesionalmente, qué cosas uno debe mantener alejadas. Creo que a nosotros, los profesionales, nos gobierna más una mezquindad, que una idea de lo público.
 
¿Aún conserva esa práctica de ver las diapositivas de piezas de arte que guardaba su padre?
 
 Sí. Antes, en el proyector que tenía mi padre; ahora, en el iPad. En ese entonces creaba historias con esas imágenes. El arte me ha permitido inventarme a mí misma e inventar historias alrededor mío para darle sentido. La posibilidad de estar en otras dimensiones de la realidad.   
 

Por El Espectador

 

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