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Eduardo López, de “hacker” a hijo de esmeraldero

El bogotano, quien personifica a José Alejandro Guerrero, capoteó un momento difícil vendiendo postres en un centro comercial para sobrevivir y persistir en su sueño de la actuación.

Un chat con...
15 de julio de 2015 - 03:03 a. m.
El actor Eduardo López representó a Agua Mala, en “Bazurto”. / Luis Ángel
El actor Eduardo López representó a Agua Mala, en “Bazurto”. / Luis Ángel

¿Cómo empezó en la actuación?

Empecé en Juan Joyita, una novela que grabé cuando tenía ocho años. Ahí me retiré de la actuación y solamente hacía comerciales. Cuando salí del colegio estudié actuación. Luego me gané una beca con la escuela de talento del Canal Caracol y mi primer papel fue Agua Mala, en Bazurto.

Para “Bazurto” tuvo que aprender a hablar como costeño. ¿Qué más debió hacer?

Viajé a Cartagena a ver cómo era el acento, sus costumbres, y sobre todo su caminado. Me entrevisté con un hacker que hizo un desfalco millonario en un banco. Lo encontré en Cali y me contó muchas cosas sistemáticas, que no me sirvieron de mucho, pero el hecho de hablar con él me ayudó para construir la parte corporal del personaje.

¿Qué hizo luego de la novela?

Tuve un receso de dos años en los que no salió absolutamente nada. Entonces me puse a vender postres en el centro comercial Cedritos, y la gente me decía: “¿Usted no es el de Bazurto?”. A mí nunca me ha dado pena nada y el trabajo no es deshonra, entonces eso era lo que menos me importaba.

¿Qué le decía su familia?

Mi papá siempre ha sido una persona incondicional conmigo. Él siempre ha tenido bienestar económico, pero nunca me ha dicho: “Quédese llorando que yo le pago todo”, siempre me ha alentado. En esos dos años, muchas veces me quedé en la casa durmiendo sin hacer nada, quejándome de lo que me estaba pasando. Él estuvo ahí para ayudarme a que las cosas fluyeran.

¿Qué hizo entonces?

Comencé a cuestionar para qué me pasan las cosas y no el porqué. Empecé a ver la vida de una forma positiva y de la que siempre hay que aprender, y desde ahí empezó a mejorar. Hice el casting para la primera generación de Esmeraldas; en un momento quedamos cuatro y tenían que escoger a tres, y al único que no escogieron fue a mí. Al que no le van a dar le guardan, y me dieron una nueva oportunidad para el papel de Alejandro Guerrero.

¿Conoció alguna mina de esmeraldas?

Un día que llegamos al hotel después de grabar, la dueña nos dijo que un esmeraldero nos quería conocer. Fuimos con Natalia Jerez y su esposo. Entonces este señor nos contó todo sobre las esmeraldas y nos invitó a sus minas. Al otro día madrugamos y nos llevó a conocer cómo las dinamitan.

¿Qué prepara ahora?

Después de año y medio retomamos la obra No hay ladrón que por bien no venga, en la que actúo y produzco. Es una comedia con un cuadro pasional e infidelidades, una adaptación moderna y convencional de la obra de Darío Fo. La montamos en Zipaquirá y llenamos un teatro de más de 350 personas. Ahora la mejoramos en cuestión de arte. Se desarrolló en un ambiente señorial y con un nuevo concepto visual. En este momento estamos promocionándola y esperamos poder llevarla a otras ciudades.

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