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Eduardo Márceles: el hijo errante de Aracataca

Este costeño de 70 años es reconocido por su biografía de la cantante cubana Celia Cruz y por su paso como editor cultural de varios medios de comunicación estadounidenses.

Un chat con...
13 de mayo de 2015 - 02:47 a. m.
Después de más de 20 años de vivir en el exterior, el cataqueño Eduardo Márceles Daconte retornó a Colombia en 2004. / Cristian Garavito - El Espectador
Después de más de 20 años de vivir en el exterior, el cataqueño Eduardo Márceles Daconte retornó a Colombia en 2004. / Cristian Garavito - El Espectador
Foto: Cristian Garavito/ El espectador

¿El libro “El umbral de fuego” es casi un diario de su experiencia como trotamundos?
Sí, pero no es sólo la mía sino la de muchas personas con las que hablé en Nueva York, que son inmigrantes en EE.UU. El personaje, Lorenzo Centeno, es la representación de las historias de aquellos que han sufrido por vivir el sueño americano.
 
¿Y usted se considera un inmigrante en todos los sentidos?
Quizás no he pasado por ciertas circunstancias que han vivido ellos, como la pérdida de un ser querido en la búsqueda de ese sueño, pero haber viajado por muchos países como Sri Lanka, India, EE.UU y China, entre otros, me permite comprender el fenómeno de la inmigración. 
 
A propósito de su experiencia por el mundo, ¿cómo terminó dando clases en una universidad de Shanghái?
Cuando fui profesor de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, en 1986, conocí a un estudiante chino que estaba trabajando su tesis sobre la obra de Gabriel García Márquez y acudió a mí porque me especialicé en el trabajo de Gabo. Nos hicimos muy amigos y un día me dijo que había una oportunidad de trabajar en la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái como profesor visitante de estudios iberoamericanos, y me quedé allí dos años.
 
Pero tenía planeado quedarse un año, ¿qué pasó?
No encontraron un reemplazo y mi estadía se alargó.
 
¿Y cómo lo trataron en Shanghái?
Muy bien, pero pasó algo curioso cuando llegué a trabajar como corrector del diccionario chino-español, mi segundo trabajo en China. Resulta que me asignaron una oficina muy grande con un escritorio en la mitad, sólo para mí, mientras que mis compañeros nativos trabajaban hacinados en una oficina. La explicación es que ellos no se pueden mezclar con los occidentales, porque podríamos influir en su pensamiento poco liberal.
 
Y ya que estamos hablando de su experiencia con una cultura muy distinta a la nuestra, ¿qué conserva de su paso por Sri Lanka?
Allí estuve como monje en un monasterio budista durante seis meses en los años 70, cuando terminé mi maestría en la universidad de Berkeley. Estaba saturado de lecturas y monografías, entonces conocí a unos estudiantes asiáticos en Estados Unidos que me motivaron a conocer el budismo y finalmente viajé y me interné en el monasterio. Aún lo practico.
 
¿Y qué conserva de Aracata, su tierra natal?
No estuve mucho tiempo allí. Viví más en Barranquilla, porque mi papá era oriundo de allí, en cambio la familia de mi mamá llegó de Italia y mi papá se enamoró de ella y se la llevó tiempo después de Aracataca.
 
“Cien años de soledad” fue la obra más reconocida de García Márquez. ¿Cree que la biografía de Celia Cruz es su obra insigne?
No lo sé, pero la experiencia de haber escrito sobre ella fue maravillosa. A raíz de mi trabajo como editor cultural del diario Hoy de Nueva York, en el año 2000, tuve la oportunidad de entrevistar a Celia Cruz, aproximadamente tres veces. Después de su deceso una amiga me llamó y me propuso hacer la biografía, porque ella sabía que yo tenía mucha información de Celia Cruz, entonces acepté y en seis meses la terminé.
 
¿Su vida siempre estará encaminada a los temas culturales?
Desde mis inicios en El Espectador como redactor cultural, pasando por mi larga estadía en Nueva York como curador del Museo de Arte de Queens y editor cultural en algunos medios de comunicación, hasta el día de hoy lo ha estado. Creo que encontré mi pasión en las letras y el arte.

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