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El buen hijo vuelve a casa

Wílder Zapata es el vencedor del ‘reality’ en su versión ‘Marruecos, las mil y una noches’, al haber obtenido el 85% de los votos. Es amante del deporte y sueña con recorrer Latinoamérica en moto.

El Espectador
26 de septiembre de 2014 - 03:45 a. m.
 Wilder Zapata nació en Medellín, tiene 22 años y mide 1,80. Quiere combinar la comunicación con el deporte de aventura. / Cristian Garavito - El Espectador
Wilder Zapata nació en Medellín, tiene 22 años y mide 1,80. Quiere combinar la comunicación con el deporte de aventura. / Cristian Garavito - El Espectador

¿Cuándo surgió la idea de estar en el ‘Desafío’?

En 2012 me presenté porque siempre me gustó el formato y la competencia, por ser deportista. En la entrevista me fue muy bien y me dijeron que estuviera pendiente de una llamada, pero nunca me llamaron. Quedé muy ilusionado con eso.

¿Cómo llegó al ‘Desafío Marruecos 2014’?

Hice un plan de comunicaciones a través de las redes en 2013 con la ayuda de mis amigos y familiares para que la gente me conociera. Fue una estrategia viral por medio de videos y fotos. Cuando se abrió la convocatoria monté mi video y a los dos días me llamaron para decirme que estaba preseleccionado, pero fue el público el que con sus votaciones me escogió para ser parte del equipo de los Retadores.

¿Qué preparación tuvo para ir a la competencia?

Aumenté mi actividad cardiovascular, dominio de pesas, entrenamiento funcional y agilidad mental. Iba al gimnasio todos los días, y por ser parte del equipo de rugby de mi universidad lo practicaba tres veces a la semana.

¿Cuál es la clave para ganar las pruebas?

La paciencia.

¿Qué mejoraría si lo volvieran a llamar?

Entrenaría una hora intensa y llegaría a hacer ejercicios de razonamiento lógico, como matemáticas y rompecabezas. 

¿Pensó en la posibilidad de perder el ‘Desafío’?

No lo veía en mi cabeza, aunque tampoco estaba convencido, tenía dudas. Pero no estaba preparado para perder.

Lo primero que hará con el premio.

Voy a llevar a mi mamá y a mi papá a conocer el mar. Son personas que han trabajado mucho para que mis hermanos y yo seamos lo que somos. Además de pagar la deuda de la casa.

¿Qué piensa de su compañera y finalista, Manuela Vásquez?

Ella es un ser maravilloso. Si no me llevaba el título quería que se lo llevara ella porque es una persona respetuosa y honesta. Más que como deportista, se lo merecía como persona.

El mejor momento de convivir con otra cultura.

Cuando Mohamed y Fátija me regalaron una daga árabe como reconocimiento a mi papel en el juego y en el equipo.

¿Y qué no le gustó?

El aseo es algo complicado: allá como que por cultura se bañan cada siete días.

¿Qué fue lo más raro que comió?

Un postre muy picante de jengibre, anís, canela, clavos, una raíz roja de allá y chocolate. Y una picada con ojo, cerebro y hocico de chivo. Era maluquísimo.

¿Cómo combina ser comunicador social con el deporte?

Eran dos pasiones a las que no les veía la articulación hasta que pasé por el Desafío. Ahora las combinaré en un proyecto que relaciona la comunicación y el deporte de aventura.

Un recuerdo de la infancia.

La Navidad. Es la época más linda del año gracias a mi familia.

Un regalo que no olvida.

El que me dieron cuando tenía tres años: era un Estralandia. Y el Play 1; duré dos días enteros jugando.

Algo que le falte hacer.

Tatuarme, pero no lo hago porque mi mamá me pega una pela. Me ha dicho: “le quito el pedazo”.

Plato favorito.

Me encantan la comida italiana y la mexicana. Amo la lasagna de mi madre, es la mejor.

Un personaje que admire.

Martin Luther King, Mandela, Supermán, Jesús —soy muy creyente— y a mi papá.

¿A qué le tiene miedo?

A la muerte de mis padres.

Por El Espectador

 

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