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'El fútbol actual le debe mucho al de barrio'

A través de su libro ‘Yo construí El Dorado’, el periodista y amante del fútbol rescata la prehistoria del balompié aficionado y profesional en Colombia.

Steven Navarrete Cardona
03 de septiembre de 2014 - 11:50 a. m.
En su más reciente obra,  Carlos Fernando Álvarez resalta el papel que jugó el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en el desarrollo del deporte. / Liz Durán - El Espectador
En su más reciente obra, Carlos Fernando Álvarez resalta el papel que jugó el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en el desarrollo del deporte. / Liz Durán - El Espectador
Foto: LIZ DURAN/EL ESPECTADOR - LIZ DURAN

¿Cómo se fraguó la idea del libro?

El libro comenzó a fraguarse en 2011, cuando dictaba una clase de radio en la Universidad Sergio Arboleda. Yo había invitado a Jorge Antonio Vega, un periodista deportivo de radio, y en su charla habló del fútbol ‘marrón’, porque era muy difuso y del color del barro que tenían las canchas donde se jugaban los partidos en las primeras épocas de Bogotá, donde se veía ese fútbol aficionado, base clave para el fútbol profesional y del cual se conoce muy poco.

Entonces usted dice que la etapa anterior a la etapa de fútbol barrial fue tan importante como la de El Dorado.

Sí, en Bogotá siempre se ha jugado el fútbol, pero cuando despegó realmente fue de 1930 en adelante. De 1900 a 1920, quienes enseñaron y promovieron el deporte fueron los curas, a quienes hay que hacerles una estatua, ya que pusieron los campos, trajeron los balones, difundieron los reglamentos y promovieron el deporte entre la muchachada de los colegios masculinos.

¿Entonces qué pasó con todas las figuras del pasado, que su libro describe de forma detallada?

Se olvidaron todas. Ya nadie habla de personajes como Pipiolo Rodríguez o Guillermo Villamil. Ellos jugaron en el amateurismo y pasaron a Millonarios hasta que llegaron los extranjeros fuertes provenientes de Argentina y los sentaron. El fútbol actual le debe mucho al fútbol de barrio de principio de siglo.

¿Pero al menos lograron hacerse a una estabilidad económica?

No, muchos de estos jugadores terminaron muy mal y en la pobreza, entre ellos Rafael Humberto Canoíta Prieto, quien murió pobre, ciego y vendiendo lotería casi viviendo debajo de un puente en Girardot. Él fue campeón con Santa Fe la primera vez e integró la selección Colombia.

Hablemos de los barrios claves para la difusión de este deporte en Bogotá. ¿Qué papel jugó el Olaya Herrera en la consolidación del fútbol aficionado?

Fue clave para la difusión del fútbol bogotano y fue cantera para los nacientes jugadores de Millonarios y Santa Fe. Además, tendría un papel clave posteriormente a lo que sucedería con El Dorado, que duró cinco años y que se terminó con el pacto de Lima. Entonces los grandes equipos volvieron a echar mano de los barrios Olaya Herrera, Samper Mendoza y Modelo. Y el Olaya Herrera en especial fue muy importante, porque muchos muchachos del Instituto Técnico Central pasaron al profesionalismo.

¿Pero qué tenía de especial ese barrio para que fuera epicentro de la concentración?

Porque tuvo el modelo de lo que en Argentina se conoció como los clubes sociales y deportivos. El deporte en Argentina creció en los barrios. En ellos, puedes ver estadios de fútbol gigantescos, con trofeos, y las estructuras con una amplia historia. Siempre han tenido claro que el ‘compartir en sociedad’ nace en el barrio.

¿Que había en los clubes sociales y deportivos?

una oferta diversa de deportes gracias a que los habitantes del barrio hacían diversas actividades para construir dichas estructuras. Y el único barrio que tuvo dicha estructura fue el Enrique Olaya Herrera, que aún la conserva.

¿Y ese modelo de fútbol barrial se siguió replicando y nutriendo al fútbol profesional?

No, en Bogotá eso se acabó y es una crítica que hacen las figuras del fútbol marrón y ‘dorado’.

En su libro existe una historia muy llamativa sobre Luis Alejandro Velasco, el marinero de ‘ Relato de un náufrago’, ¿es cierto que era del Olaya Herrera?

En el libro —que valga la cuña se puede adquirir en librerías Lerner y Magisterio—pongo las fotos donde aparece mi papá con Alejandro Velasco. Las vecinos del barrio nunca le perdonaron que no hubiera nombrado al Olaya en el relato que le dio a Gabriel García Márquez. Velasco junto con mi papá y otros muchachos del barrio levantaron una cancha de fútbol en varios solares de las casas contiguas. Tocaban guacharaca y jugaban fútbol.

Otro de los apartados que les han gustado a los lectores es su abordaje sobre Jorge Eliécer Gaitán y el fútbol, ¿de qué hubiera jugado el ‘tribuno del pueblo’?

Ese capítulo de Gaitán me costó más de un dolor de cabeza, porque no hay información. Revisamos toda la literatura disponible, pero sobre todo no encontramos de qué equipo era hincha. Aunque todo apunta a que era hincha del América, porque antes de que el Santa Fe tuviera el lema ‘La fuerza de un pueblo’, el América tenía el lema ‘Equipo del pueblo’. En la cancha él hubiese jugado de armador, un tipo que la piensa y la organiza, un estratega como lo resaltan sus biografías.

Es muy conocido el gusto de Gaitán por el deporte, ¿qué hizo para promover el fútbol en la capital?

Cuando Gaitán fue alcalde de Bogotá, dio la orden para la organización de los primeros Juegos Bolivarianos que se efectuaron en 1938. Gracias a Leonilde Matiz de Camacho y Luis Camacho se cedieron los derechos y posteriormente vendría la construcción del estadio Nemesio Camacho El Campín.
El libro tiene un documental, en el cual se reúne a las antiguas glorias del fútbol, jugando en El Campín y recordando viejas épocas.

En realidad fue muy emocionante, porque muchos no habían vuelto al estadio y nos contaban cómo, en sus épocas, la cancha estaba repleta de barro, piedras y huecos. Cuando se caían, se lastimaban mucho y no había los implementos sofisticados de ahora. Nos decían que se limpiaban y seguían jugando.

Por Steven Navarrete Cardona

 

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