La encrucijada humanitaria

Nació en Ginebra (Suiza) e inició su carrera en ese organismo internacional protegiendo la vida de las víctimas de la guerra civil libanesa en los años 80.

El Espectador
12 de octubre de 2015 - 09:00 p. m.

El Comité Internacional de la Cruz Roja ha lanzado la campaña “Humanos Adentro y Afuera”. ¿Cómo se viene gestando el proyecto en las cárceles de Colombia?

Cuando hablamos con un prisionero, no nos interesa saber por qué está en la cárcel, lo importante es verificar las condiciones materiales, psicológicas y médicas del interno. Desarrollamos una metodología de visitas, basándonos en la confidencialidad. Visitamos las cárceles porque queremos ver todas sus partes, por ello no aceptamos visitas donde la autoridad nos diga qué podemos y no podemos ver. Asimismo, solicitamos ver a los presos para hacer el trabajo de restablecimiento de los lazos entre el prisionero y las familias.

De acuerdo con las visitas que han realizado, ¿es necesario pensar en penas alternativas para enfrentar la crisis del sistema penitenciario?

Sí. El problema más importante y del cual se desprenden otros problemas, es el hacinamiento. Está claro que si tienes una cárcel con cupo de mil personas y tienes tres mil. Está claro que toda la vida en una cárcel es mucho más difícil la atención médica, el desarrollo humano de las personas es mucho más difícil. Aquí hay una aceptación de parte de las autoridades, el problema es que si una sociedad y una clase política no decide que el mejoramiento de las condiciones sea una prioridad, esto no va a cambiar. La tendencia en los países y es que hasta el mínimo delito, la sanción es la cárcel y eso hay que cambiar, lo que hay que desarrollar son penas alternativas, y eso requiere expertos y recursos, porque son sistemas que necesitan plata. Ahora hay, los medios han hablado de ese tema, pero la sociedad no se escandaliza.

¿Qué lecciones quedan del plan piloto de desminado humanitario en la vereda Orejón?

Para esta actividad tan compleja hay que realizar dos programas pilotos y después hacer el plan para todo el país. Ahora hay que decir cómo las unidades del Estado van a organizarse con la comunidad internacional y con la sociedad civil para trabajar este tema, definir la arquitectura de cómo va a hacerse este trabajo en el terreno. Está claro que el Ministerio de Defensa tiene un papel importante, porque ellos tienen que hacerlo, pero no hay muchas organizaciones en este país que saben hacer un desminado. Por ejemplo, la Dirección para la Acción Integral contra Minas Antipersonal tiene planes, pero necesita recursos para hacerlo.

En agosto “Iván Márquez” dijo que la guerrilla estaría dispuesta a trabajar, junto con el Gobierno, en el tema de las desapariciones. ¿Cuáles serían las prioridades a tener en cuenta para trabajar sobre este asunto?

Las familias que ahora están en el país y no tienen conocimiento de lo que pasó con sus seres queridos, nunca van a dejar su pedido de saber lo que pasó, es una constancia de la historia en todos los conflictos. Las partes tienen la posibilidad de discutir sobre lo que necesitan, en términos de organización, para intercambiar información sobre los casos, porque cada desaparecido es un caso aparte. Es algo que queremos discutir con las partes, construir mecanismos para dar respuestas. Ahora, las familias de las personas desaparecidas deben recibir apoyo psicosocial, no pueden manejar esa situación en privado.

Hay organizaciones criminales que no han sido reconocidas como actores del conflicto, como las bandas criminales. ¿Cómo está trabajando el comité con la sociedad civil para combatir las acciones violentas de estas organizaciones?

Somos una organización que atiende a víctimas del conflicto de grupos armados y de otras situaciones de violencia. En este país tenemos una ventaja enorme y es que tenemos acceso a todas las zonas del país, podemos ir a donde queramos y discutir ese problema con la población. Pero hay que entender cuáles son las consecuencias humanitarias de estas dinámicas de violencia, por ejemplo cuando estamos en Tumaco, Popayán o Medellín necesitamos ver el resultado de esa violencia y entender con la comunidad cuáles son los problemas para ellos. Y finalmente, tenemos la ventaja de visitar las cárceles, allí están las personas que son parte de estas bandas criminales, que llamamos bandas armadas organizadas. Con ellos podemos entender cuáles son los problemas humanos. pero reitero, nosotros no somos la solución.

Antes de llegar a Colombia, era el encargado de la coordinación del financiamiento del CICR a nivel global. ¿Qué pasó por su cabeza cuando le propusieron venir al país?

Había dicho al CICR que para mí no es importante el trabajo tecnócrata, para mí es importante trabajar en el territorio de manera concreta para las víctimas del conflicto. Cuando me dijeron en Ginebra que venía para Colombia dije que era estupendo, porque lo podía hacer con mi familia. Después de tantos años en África y Medio Oriente, esa fue una noticia con un reto, porque Colombia tiene una reputación de que la acción humanitaria es difícil, pero no tuve muchas dudas al dar el sí.

¿Qué dijo su familia?

Nunca pensaron en que pasarían por una situación así. Para una familia que vive en Francia, con un sistema escolar diferente, es todo un reto acomodarse a una nueva situación, además porque no hablaban español. La única experiencia que tuvimos similar a esta fue en 2008 cuando estábamos en Israel. Para mis hijos fue novedoso, porque podían aprender español, así que hubo una actitud bastante constructiva, que no es normal porque están en la adolescencia y ya tenían establecidas sus relaciones sociales en Francia.

¿Cómo lograba que la gente se comprometiera a financiar los proyectos del Comité Internacional de la Cruz Roja?

Convicción. Si quieres algo y es el dinero de otra persona o de un gobierno o institución privada, lo primero es que tienes que estar convencido de lo que quieres, tienes que estar convencido de que es bueno y que va a ayudar a otros. Tampoco puedes apelar a los sentimientos, aunque se un trabajo humanitario, lo que necesitamos es mostrar resultados de esas inversiones.

Ha tenido la oportunidad de vivir diferentes experiencias de conflicto, cada uno de ellos le ha significado un reto, pero ¿cuál de esas experiencias lo marcó?

Cuando entré por primera vez a una cárcel, eso fue en el Líbano, un país lindo con un conflicto armado, en esa época, muy difícil. Y como delegado, cuando se entra a una cárcel, la experiencia es que estás completamente solo ante problemas que son muy grandes y te sientes muy pequeño y lo único que nos mueve es una motivación humanitaria, pero no somos héroes. También cuando dos de nuestros delegados fueron secuestrados en este país y tuvimos que esperar 11 meses para que quedaran en libertad en los 80.

Estudió ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad de Ginebra. ¿Cómo se involucró en el Comité desde joven?

Cuando decidí estudiar, lo hice porque estaba convencido de que era lo que quería hacer. Al principio acepté ir al Líbano, pero me pregunté cómo iba a reaccionar a la realidad que iba a encontrar, fue como un test y aun así seguí firme. Nunca he dudado en 32 años de trabajo humanitario de mi trabajo.

¿Cómo es nacer y crecer en Ginebra?

Muy cómodo, no es muy difícil. Es crecer en una sociedad que tiene de todo, en términos materiales. Tienen la obsesión de pensar que ellos son los más importantes, por ser suizos tienen los bancos, los seguros, allí está ubicada la sede principal de las Naciones Unidas. Me parecía, desde la edad de los 12 años, que eso no podía ser todo, hay retos en otros lugares. Pero es un privilegio, sin tener en cuenta que el costo de vida es muy caro.

¿Le queda tiempo para descansar?

Sí, subo a La Calera en bicicleta. Allí puedo reflexionar sobre el trabajo, es la manera perfecta para vaciar la cabeza. No corro, porque cuando era joven me lesioné una rodilla jugando fútbol. Descanso con mi familia, aunque hay momentos en los cuales pienso que la negociación con mi hija de 15 años es mucho más complicada que la negociación con la partes.

¿También se distrae con la música?

Soy muy aburrido, escucho música clásica. En la familia hay una tradición en la música clásica, mi hermana canta opera. Ahora estoy comenzando el aprendizaje de la música cubana y colombiana, aquí hay una riqueza de sonidos. Mis hijos me traen ideas de lo que puedo escuchar.

¿Un libro para recomendar?

Estoy leyendo Zero, Zero, Zero, del periodista y escritor Roberto Saviano. Es sobre la cocaína y los lazos de la mafia italiana con centros de financiación como Londres, Nueva York, México y Colombia.

Por El Espectador

 

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