Publicidad

Hablemos de paz

María Ligia Herrera, periodista y decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad Santo Tomás, reflexiona desde la academia y desde su experiencia en los medios de comunicación.

El Espectador
28 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.

Comienza el IV Congreso Internacional de Comunicación para la Paz en la Universidad Santo Tomás. ¿Qué temas tratarán en esta ocasión?

Buscamos hacer un cuestionamiento y al mismo tiempo llegar a acuerdos sobre un eje temático que tiene que ver con la gestión de paz desde la comunicación. Es una gran pregunta que se les está haciendo a los medios de comunicación, al ejercicio mismo del periodismo a nivel local, regional y nacional, sobre la gestión que estamos haciendo frente al escenario de paz, de construcción de cultura de paz, y no sólo al conflicto armado, sino a todas las series de conflictos que existen en Colombia.

¿Qué desafíos presentan los periodistas frente a un posible posconflicto?

No nos podemos quedar en una mera información, sino que debemos ir un poco más allá, a gestionar esos escenarios de paz con la ciudadanía, con el pueblo, con el Estado. La idea es fortalecer el compromiso de los medios de comunicación, pensando en nuevas narrativas, pensando en los espacios, formatos y géneros periodísticos que le permitan a la ciudadanía construir escenarios de opinión, de compromiso, para ver cómo podemos construir el futuro para la paz del país.

De acuerdo a su experiencia en los medios de comunicación, ¿cuál es el error más común en los periodistas?

No los considero errores, sino deudas que los medios de comunicación deben atender. La primera gran deuda es que los periodistas están en una cotidianidad casi robótica; obviamente tienen unos desafíos, pero no le apuestan a ser periodistas que forman opinión y construyen opinión. La segunda deuda es que debemos encontrarnos la academia y los medios de comunicación, porque no es posible que estemos formando comunicadores para el desarrollo, para la paz, para lo social, y cuando van a los medios se encuentran con otras realidades estructuradas, con temas tradicionales.

¿Qué es lo que más recuerda de haber ejercido la profesión desde lo micrófonos de La FM?

Me trajo un premio de la justicia divina, así lo catalogo, que fue haber desarrollado el formato de entrevista. Me permitió ganar el Premio Nacional Simón Bolívar a raíz de una entrevista que le hice al fallecido comediante, productor y espectacular mexicano Roberto Gómez Bolaños. Los jurados dijeron algo interesante: que dejé hablar a un ser que muy pocas veces se escucha como lo escuchábamos, como Chespirito.

A propósito del caso de Natalia Springer y el papel que desempeñó como analista en La FM, ¿se comete un error al abrir los micrófonos a todo aquel que dice ser especialista en un tema?

Voy a ser muy responsable con lo que voy a decir. Aquí tradicionalmente, por aquello de las divas y los divos del periodismo, entra cualquiera, porque son amigos o allegados, y ahí se comete un grave error, porque se pierde toda la legitimidad o todo el profesionalismo que hemos logrado los periodistas y comunicadores del país.

De qué lado se queda, ¿en la academia o detrás de la noticia?

De los dos lados, los dos son muy apasionantes. A mí me encanta el ejercicio periodístico y creo que la combinación, si la podemos equilibrar, es perfecta.

En su carrera como periodista, ¿cuáles han sido sus mentores?

Tengo buenos referentes como jefes y todos me enseñaron algo especial. Primero fue Paulo Laserna: de él aprendí la mesura y al mismo tiempo el saber comunicar con un lenguaje y un tratamiento importante hacia la comunidad. Después fue Yamid Amat: aprendí a ser ágil, a que todo en la vida es posible. Finalmente compartí con Darío Fernando Patiño: el profesionalismo ante todo.

En el año 2013 asistió como observadora internacional de los procesos electorales en Ecuador. ¿Qué recuerdo le quedó de esta experiencia?

Nos distribuyeron en todas las regiones del país para ejercer veeduría. Fue interesante ver las filas para votar por género, a un lado las mujeres y al otro lado los hombres. Los presos tenían derecho a votar un día diferente a las elecciones.

Por El Espectador

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar