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“A los 18 años intenté suicidarme”

El humorista tuvo que tocar fondo para comprender que la plata no lo llevaría a recuperar su familia y la paz que un día desaparecieron. Con este mensaje de reflexión, el comediante quiere llegar al corazón de jóvenes y adultos.

Un chat con...
30 de enero de 2016 - 04:02 a. m.

Estará en temporada en el Ástor Plaza. ¿Qué incluye esta temporada? ¿Cómo resume todos estos años?

Hablo de todas las cosas buenas que tiene el matrimonio. Esa temática la trata el primer show que estamos presentando los días viernes y sábados, a las ocho de la noche, en el teatro Ástor Plaza, que se llama “Emparejados”. El domingo estoy presentando “En mi época”, que es el mismo show dirigido un poco a los jóvenes, para que los padres y los hijos sepan perdonarse y comunicarse como una familia.

¿Cómo surgió la rutina de “En mi época”? ¿Cuál fue el punto de partida?

Mi infancia. Quise contarle a la gente lo difícil que fue mi vida: fuimos seis hijos de un latonero y de una señora que fue vendedora ambulante. A los 16 pasé por una crisis muy dura, porque mis padres se separaron y me vine a vivir a Bogotá solo, con muchos traumas. A los 18 años intenté suicidarme. “En mi época” lo que le confieso a la juventud es que busqué riqueza para tener felicidad, y le rompí el corazón a mi esposa, no fui feliz.

Una infancia con problemas de índole económico se debían a la profesión y el oficio de su padre, incluso, insiste en ser también comediante por él.

Mi papá iba con frecuencia a “Sábados Felices” y contaba chistes. Alguna vez me dijo que yo tenía la capacidad de contar chistes y llegué en el año 88 a al programa. Luego me fui para Bucaramanga y allí conocí a mi esposa, nos enamoramos, nos casamos y logramos salir adelante. Un día, en el año 93, me senté en la estación radial a contar chistes y fueron 24 horas, y esta persona, nada reconocida, terminó siendo en el año 94 el personaje del año.

¿Personajes como Celio o Benito parten de alguna idea de lo que fue o quiso ser?

Todos los personajes de José Ordóñez tienen que ver conmigo. El único que no es Celio, porque no tengo nada de él, al contrario soy propositivo, siempre estoy inventando. Pero fui Pablo Remalas, que hace referencia a mi adolescencia. Benito es porque mi segundo nombre es Bernardo, y Benito es el niño que algún día fui. También soy un Gallo Tapado, porque hay días en que no me quiero bañar. Tengo un pedacito de cada uno.

¿En qué momento se dio cuenta de que podía explorar y explotar la garganta, con la habilidad que tiene para subir y bajar los tonos, y para imitar?

En mi vida todo ha sido empírico. Soy una persona que tiene tercero bachillerato, pero estudio y leo constantemente. He sido locutor y lector de noticias. Leí en un noticiero popular en Bucaramanga que se llamaba El Currinche. Luego narré partidos del Bucaramanga. He sido voz de comerciales. Alguna vez me senté en la recepción de Caracol a esperar que llegara el vicepresidente, por tres meses lo esperé, y todos los días le decía que me contratara. En la radio todo fue a pulso.

El primer paso fue “Sábados Felices” y después hizo el maratón de chistes.

Agradezco a Dios que pasé una frustración. Una vez en este programa me dieron un papel y no lo hice bien, y me frustré. Fue muy doloroso para mí. Hoy doy gracias por no haber entrado a “Sábados Felices“,” porque después hice el récord mundial y después me propusieron hacer “Ordóñese de la risa”, en el que fui socio de mi programa durante tres años y medio que duramos al aire.

¿Es distinto pensar en el humor teniéndolo a usted como único protagonista de una escena o una rutina? ¿Es distinta la creación?

Siempre he querido ser polifacético. Hago mis libretos, jamás he tenido a un libretista. Todo lo que sale en televisión de José Ordóñez es de mi autoría, me siento y los escribo, edito mis videos, sé hacer cámara, sé hacer luces, musicalizo y le meto los efectos especiales. No soy un comediante que le gusta sólo impactar en la televisión, sino que también hago radio. He hecho récords mundiales en radio. En televisión nos ha ido muy bien. En las temporadas de teatro me siento y escribo los libretos. Me encanta abarcar todas las líneas del humor. Sé dirigir un elenco, que son mis amigos.

Con la facilidad que tiene para improvisar, ¿de verdad tiene que ensayar y libretear?

Sí. En el último récord de las 86 horas fue bastante complicado en la tercera noche, porque estás en el mismo lugar y hay que tener mucha concentración. Disfruto hacerlo, aunque termino acabado. No es un récord de improvisación, se tiene que tener un libreto, porque hay unos horarios en los que cuentas los mejores chistes.

A los humoristas les pasa una cosa muy particular, y es que cuando son imitadores les dicen: ¡Ay haga!, ¿eso es muy frecuente?

Sí, es molesto, pero uno se debe a su público. Hay que aprender a reírse, a veces dan ganas de decirle a la gente que no soy humorista, soy boxeador.

El encuentro que tuvo con la fama y el reconocimiento de todo el país. ¿Qué aprendió de esa etapa?

Fui muy orgulloso por mi éxito y eso me hizo mucho daño, pero Dios desinfló mi ego. Pasaron muchas cosas que, después de ser el gran “Ordóñese de la risa”, no tuve problema en ir a una tienda a que me fiaran una bolsa de leche porque mi niña necesitaba un tetero. Hoy en día no vivo del reconocimiento, sí disfruto los aplausos y le doy a mi carrera el sentido que debe tener, pero me precio de tener 26 años de matrimonio, cuatro hijos, una nieta y una vida familiar estable.

¿Fue espontáneo el giro que tuvo en el humor cuando empezó Dios a ser protagonista? ¿Cómo hizo para reinventarse? ¿Fue un proceso difícil?

Sí, a raíz de mi conversión al cristianismo no volví a decir chistes de doble sentido o cosas vulgares. Hubo alguien que me dijo que me iba a morir de hambre por convertirme en evangélico y se equivocó, 19 años después mi público se ha incrementado, porque saben que utilizo el humor como construcción social.

¿Cómo sabe que una temática le da para un chiste o para una rutina extensa?

Siempre estoy lleno de apuntes, los voy guardando por temáticas y los voy construyendo poco a poco. Los comediantes debemos tener una cultura general, porque tenemos que sacar el chiste, debemos estar a la pesca de lo que sucede.

Cuando ejerce su rol de pastor, ¿la gente lo toma en serio?

Cuando estoy predicando no cambio la fuerza del mensaje que quiero comunicar, pero sí la lleno de ingredientes que hacen que la gente disfrute más. Soy directo a la hora de ser directo, pero hay cosas que dice el pastor José Ordóñez que no podría decir otro pastor, porque con humor entra mejor el regaño y la invitación a cambiar una vida.

¿Cómo es la retroalimentación entre el pastor y el humorista, y viceversa?

Es complicado, porque en ningún libro estaba que un comediante terminara siendo pastor o que a un pastor se le permitiera ser comediante. Espero que esa mezcla sea conveniente sin que el comediante haga que el pastor sea un chabacán y sin que el pastor haga que el comediante sea bastante religioso. Tienes que estudiar mucha biblia, nadie se puede para en un púlpito a decir sandeces sólo porque se es comediante.

¿Se arrepiente de algo?

Sí. De haber engañado a mi esposa, de haberle dicho cosas feas, de haber hecho chistes de su físico, de haberle hablado en el tono en el que nunca debí hablarle. Si volviera a vivir mi vida acomodaría muchas cosas, pero como no se puede hacer, aprendo de las cosas para no volverlas a repetir.

De los humoristas que ya han partido, ¿cuál es el que más extraña?

Fui un vendedor de gelatina de pata en el 7 de Agosto, que llevaba un radio y escuchaba “Las aventuras de Montecristo”, y cuando lo escuchaba soñaba como si ese radioteatro fuera mío.

¿Cómo ha cambiado el humor desde los años 90 hasta hoy?

Es mucho más fácil hacer humor hoy en día. Con la internet se pueden encontrar los chistes de los comediantes, antes no. Antes se escribían los libretos. No critico las nuevas maneras de hacer humor, pero hoy son menos estructurados para hacer humor, porque el humor en la actualidad es un joven con una cámara, encerrado en su habitación y subiendo cosas a Youtube y eso se vuelve viral.

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