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María Jimena Duzán: recordar es subversivo

A propósito de la nueva edición de su libro ‘Crónicas que matan’, Duzán dice que es ocasión para que el público joven conozca en detalle la época crítica del narcotráfico en Colombia.

El Espectador
26 de diciembre de 2012 - 08:08 p. m.
La periodista María Jimena Duzán detesta el fútbol, porque para los aficionados es como una religión, cosa que también odia. / David Campuzano
La periodista María Jimena Duzán detesta el fútbol, porque para los aficionados es como una religión, cosa que también odia. / David Campuzano

¿Qué significa para su vida ‘Crónicas que matan’?

Es volver a una época de Colombia de la que la gente joven quiere conocer a los que la vivimos. Pero como este país no tiene memoria, este libro puede ser una ventana para abrir y recordar lo que pasó y mejorar el futuro.

¿Qué trae esta nueva edición del libro?

Un prólogo sobre estos quince años en los que el país ha cambiado dramáticamente. Los cambios, aunque profundos, todavía no los hemos palpado. No sabemos cómo vamos a quedar.

¿Por qué decidió escribir estas historias?

El día de la bomba de El Espectador llegaron muchos medios internacionales para saber qué había pasado e hicieron perfiles de muchos periodistas que trabajábamos en ese periódico y los publicaron en el New York Times y alguien lo leyó y me propusieron hacer un libro. Las cosas se dieron tan rápido que yo no pude responder sí o no. Después a todos nos tocó irnos del país (a los quince días mataron a mi hermana), entonces tuve que escribirlo, porque de eso vivía. En el exilio escogí cada episodio que me marcó y los reconstruí. El libro fue publicado primero en Estados Unidos.

¿Para qué sirvió ese libro?

Este trabajo fue escrito en caliente, cuando las cosas estaban pasando. La idea es que los políticos siempre revisen la historia para que cambien ellos. De nada sirve que cambien las instituciones si ellos no lo hacen.

¿Qué importancia tiene la crónica en un medio?

Es fundamental para contar la historia reciente. Es la mejor manera que tenemos para contar la realidad y hacerlo desde los diferentes puntos de vista.

¿Cómo define usted a la Colombia de hoy?

Creo que es un país en construcción que no ha terminado su conflicto. Esto nos ha afectado, ya llevamos tres generaciones en esto y ha propiciado unas deformaciones en nuestra manera de ver las cosas, pero es lo que nos hace diferentes de otros países.

¿Cuándo se va a divorciar Colombia de la guerra?

Hay muchos intereses que no quieren dejar que un proceso como el que está empezando en La Habana con la guerrilla de las Farc sea exitoso. Tampoco creo que la paz se vaya a conseguir el día en que se desmovilice la guerrilla. Eso es solo un comienzo. La otra parte es hacer un país más justo; creo que todavía hay una concepción demasiado pacata de lo que significa la paz.

¿Qué tanta responsabilidad tiene la sociedad civil en este cambio?

Toda, porque ellos son los que eligen a los políticos que tienen un pie en la ilegalidad. Si en este país hubiera un voto de rechazo a las acciones que hacen los políticos corruptos y uno de confianza a los que las hacen bien, sería distintísimo. Yo veo a la sociedad colombiana como amilanada, entregada a su suerte.

¿Cuál es la importancia de la memoria para este país?

Fundamental, por eso es que los que no quieren que cambien las cosas no dejan que recordemos y se vuelve un acto casi que subversivo el intentar hacerlo. Eso afortunadamente ha cambiado desde que el Estado reconoció que aquí había pasado algo horrible y les devolvió la dignidad a las víctimas.

¿Es más fácil hacer periodismo ahora?

Los retos son otros. Antes a uno lo mataban, ahora ha disminuido este flagelo, pero ahora tienen que ver con la manera como se han desarrollado los medios de comunicación, porque ya hay algunos grandes intocables que son los dueños de los medios.

¿Qué es la felicidad?

Este es un país que dicen las encuestas que siempre está muy contento, pero nadie pregunta qué es la felicidad para alguien que ha tenido todos los dramas de la vida y ha visto cómo sus seres queridos han sido asesinados, pues la felicidad para ellos es encontrar los cuerpos. Por el lado personal, la felicidad es disfrutar con la sencillez de la vida.

Un maestro del periodismo.

Guillermo Cano, que me enseñó las dificultades del ejercicio del periodismo en Colombia. También Enrique Santos me enseñó que el periodismo sin política es un periodismo sin convicciones, y Felipe López, que como dijo Vladdo, les ha hecho creer a los poderosos que los poderosos son ellos.

¿Cuál es la historia que nunca quiso pero tuvo que contar?

Publiqué un libro en 2011 sobre la masacre de mi hermana que creo fue un autorreportaje, busqué y reconstruí su muerte y eso fue lo más doloroso.

¿Qué no le gusta?

Yo detesto el fútbol, porque me parece que es como una religión y yo detesto las religiones. Respeto mucho a la gente que tiene esa religión (risas), pero uno es más respetuoso con ellos que ellos con los que no les gusta el fútbol.

¿Y el poder para qué?

Para hacer buen periodismo pensando en el interés de la sociedad y no en el propio, para que la sociedad esté mejor informada. Parece un cliché, pero es lo más difícil.

Y el poder ‘para’ ¿qué?

Sigue vivito y coleando. Mire, ahí están los partidos políticos, todos tienen un pie en la ilegalidad. Yo me pregunto si ellos están de acuerdo con hacer lo mismo que les piden a las Farc, desmovilizarse. Hay que pedirles a los partidos políticos que corten ese pie, que se vuelvan partidos legales.

Por El Espectador

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