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Primo Rojas vuelve a escena

A los 19 años, el actor y director dejó los estudios de derecho por las tablas. Ahora, a los 55, regresa con su obra estelar ‘Las botas del tío Manuel, creada en 2001. Charla con un hombre que le teme al fracaso.

Un chat con...
05 de marzo de 2015 - 02:41 a. m.
Para Primo Rojas, su cabello hace parte de su juego sobre la aristocracia: los rubios tienen más valor que los mestizos, es un elemento que relaciona a todos los personajes que realiza.  / Pamela Aristizábal
Para Primo Rojas, su cabello hace parte de su juego sobre la aristocracia: los rubios tienen más valor que los mestizos, es un elemento que relaciona a todos los personajes que realiza. / Pamela Aristizábal
Foto: PAMELA ARISTIZABAL/EL ESPECTADOR - PAMELA ARISTIZABAL

¿Cuál cree que ha sido el éxito del monólogo “Las botas del tío Manuel” ?

Cuando la hice pensé en algo que no fuera complicado y puede ser zanahorio, porque quería que no tuviera nada que ver con sexo o violencia. Fue algo que al público le gusto mucho.

¿Por qué nunca aborda el sexo en sus obras?

Porque me ha parecido muy populachero, el sexo es bueno hacerlo, pero no hablar de él.

¿Cómo es el proceso de creación de sus monólogos?

Siempre parten de una frase que me remite a una idea y voy desarrollando la historia. Nunca escribo, mentalmente la voy repitiendo hasta que la memorizo y si la obra es muy buena, los puntos esenciales siempre estarán ahí.

¿Cuál fue esa primera frase de “Las botas del tío Manuel”?

Sabía que quería contar la historia de un viejito campesino y quería que la introducción apuntara al tema fundamental, que es el arribismo, así que dije “Un hermoso y anciano español...”.

Ha hecho aproximadamente 35 obras. ¿Cuándo sabe que está lista para que el público la pueda ver?

Cuando puedo contarla con plena fluidez y la he pulido.

¿Hay alguna improvisación mientras se presenta?

No, todo está muy bien planeado y si la llega a haber es mínima. No me gusta hacerlo, porque para mí el material es muy delicado y trato de que quede perfectamente equilibrado.

Ha dicho que con sus hermanos ya era humorista, ¿qué historias les contaba?

Lo primero que imité fue un amigo popular que tenía mi tío. Me producía mucha risa escucharlo hablar y cuando imité su voz ante mis hermanos, les produjo mucha risa. Incluso, un día mi papá me dijo que lo hiciera reír e hice lo mismo, terminó muerto de la risa.

Estudió derecho, ¿en qué momento lo cambió por las tablas?

Estudié derecho cuatro años porque mi papá así lo quería. Vengo de una familia muy conservadora y no concebían la idea de un artista, pero un día me animé e hice una prueba de admisión en la Escuela de Teatro y aunque saqué el primer lugar fue algo que me costó, porque mis padres me quitaron mucho de su apoyo.

¿En Colombia cuál ha sido el público más difícil de conquistar?

El que es bruto es dificilísimo en todas partes. El mejor es el que tiene una buena disposición frente a la vida.

¿A qué le teme?

A la locura y al fracaso total.

¿Por qué usa falda en sus obras?

Porque es un símbolo femenino y al ponérmela asumo ese rol. La condición femenina es infinitamente más libre, sobre todo en su condición corporal y mental, una mujer se mueve como quiere.

En lo estético, ¿qué importancia tiene su cabello?

Los personajes que manejo están asociados a un juego que propuse sobre la aristocracia, los rubios tenían más valor que los mestizos, así que como todos los personajes están relacionados en la misma tónica, quise hacer de este un elemento divertido y dejarme rubio.

Su biblioteca está atiborrada de libros, ¿qué le gusta leer?

Me apasiona el ensayo, porque para mí es la forma más fascinante que tiene el ser humano de indagar sobre temas de una manera libre.

¿Qué le saca el mal genio?

La torpeza y la estupidez.

Por Un chat con...

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