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'Somos un país godo': Róbinson Díaz

El antioqueño está grabando ‘Tiro de gracia’ del Canal Caracol. Se declara morboso frente a la desgracia humana y dice estar en un proceso de transición entre la televisión de antes y la actual.

Redacción Un chat con...
06 de agosto de 2014 - 04:19 a. m.
Róbinson Díaz dice que es adicto al trabajo y que su secreto es la rigurosidad: 90% sudor y 10% talento.  / Cortesía Canal Caraco
Róbinson Díaz dice que es adicto al trabajo y que su secreto es la rigurosidad: 90% sudor y 10% talento. / Cortesía Canal Caraco

¿Qué opina del nivel actoral del país?

Me duele mi país, y en lo que me atañe, que es el terreno escénico, nos falta mucho riesgo y rigurosidad. La televisión, como recibe tanta gente de todo estamento y tipología, se ha convertido en una feria de vanidades.

 Hablando de vanidades, ¿cuál es su opinión frente al periodismo de farándula?

Las cosas aburridas no venden, en cambio lo que dice Dostoievski, lo malo, lo bizarro, lo cochino, sí. Soy consciente de eso y también soy muy morboso, lo que pasa es que cuando uno está quemado, en la candela no quiere que nadie lo critique. El periodismo de farándula es espantoso, pero necesario, y uno es feliz.

 Es un hombre que no teme expresar sus posturas políticas, ¿le ha traído muchos problemas?

Varias veces, incluso he recibido fuera de cámaras algunas amenazas de gente que no le gusta lo que digo y opino, pero la verdad me parece importante que haya una diferencia y respetarla. Soy consciente de que en nuestra propia naturaleza colombiana somos godos y no hemos aprendido a respetar, necesitamos un punto de tolerancia.

Usted ha hecho teatro, cine y televisión, ¿qué tan difícil es vivir de la actuación en el país?

Vivo de la televisión económicamente y, más que yo, mi familia. Tengo que velar por eso, porque de teatro no se vive en el país y el actor que diga que sí en Colombia es un mentiroso. Hace cuatro años no hago una película y soy dizque de los actores más famosos y de primera línea. Si estuviera viviendo en otro país estaría haciéndome 2 filmes al año.

¿Cree que es un problema de la industria?

Claro, y del público, incluso el cine colombiano para mí ha avanzado en muchos aspectos técnicos, pero a nivel guion es espantoso. Hay por lo menos directores más arriesgados, actores con capacidad de contar una historia, iluminadores muy buenos, directores de fotografía excelentes y a nivel de sonido se ha mejorado muchísimo.

Un ejemplo de director exitoso.

Dago García es uno de los más batalladores del cine colombiano, es un tipo que está ahí. Es uno de los mejores productores del país, porque ha entendido el espíritu del colombiano.

 ¿Cuál es su peor adicción?

El trabajo. Diariamente trabajo 12 horas en televisión y a eso se le suman cuatro horas de labores en casa.

¿Cómo fueron sus inicios en la actuación?

Desde los 12 años supe que quería actuar. Mi primera obra fue Lux in Tenebris, de Bertolt Brecht. En la televisión empecé siendo extra y de las primeras cosas que hice fue La maldición del paraíso y Garzas al amanecer.

 ¿Quién es su mejor amigo?

Yo, hablo mucho conmigo, me he vuelto muy solitario; y mi hijo que es mi maestro. Hemos tenido una relación conflictiva porque soy de la vieja escuela.

 ¿Cómo es ser de la vieja escuela?

Me siento en una transición de Colombia. La vieja y al nueva televisión; el viejo teatro politizado y el de ahora, de diversión comercial. Me siento en pleno cambio y con mi hijo me siento en la educación académica tradicional y la de hoy que es liberal, sancochada con hipismo y ecología.

¿Cuál es el secreto de Róbinson Díaz?

Soy riguroso, mucho de lo que soy se lo debo a mis maestros. Es sencillo: 90% de sudor y 10% de talento. Lo que hago todo el tiempo es investigar, preocuparme por lo que hago y ser muy consecuente con esto.

Trabajó en El Espectador como caricaturista y con ello logró pagarse la carrera de actuación. ¿De dónde salió esa parte artística?

Empecé a dibujar con Cristóbal Pérez en el Matacandelas, en el periódico El señorial y después en El Mundo de Medellín. Me vine a Bogotá a estudiar y mi papá sólo me pudo pagar el primer año, entonces me puse a trabajar en distintas cosas: lavando carros, cuidando parqueaderos, de mesero, etc. Luego decidí explotar mi talento y mandé los dibujos al periódico y aceptaron. Me los publicaron bajo el seudónimo de Picho y Pucho, y duré tres años.

 

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