Un malo con buen humor

Pedro Palacio empezó a trabajar como modelo y se convirtió en actor gracias a un “reality”. En su nuevo proyecto vuelve a tener un papel antagónico como el que tuvo en “Chepe Fortuna”, la novela que, considera, afianzó su carrera actoral.

El Espectador
11 de enero de 2017 - 04:56 a. m.
 Pedro Palacio completó su formación actoral en Argentina y EE.UU. / Cristian Garavito
Pedro Palacio completó su formación actoral en Argentina y EE.UU. / Cristian Garavito
Foto: CRISTIAN GARAVITO

¿Cómo era la vida en Barranquilla?

Viví allí toda mi infancia y gran parte de mi adolescencia, porque cuando tenía 19 años llegué a vivir a Bogotá. Es una ciudad que siempre me ha acogido con mucho cariño. Ahora con nuestra nueva telenovela, Polvo carnavalero, empiezan a llegar muchos recuerdos. Uno nunca se olvida de los carnavales y la brisa de diciembre.

¿Cuál fue el camino a “Protagonistas de novela”?

Modelé desde los 15 años y después me puse a estudiar derecho. Paralelo a eso me tocaba ir mucho a Bogotá y a Medellín por cuestiones de trabajo y gracias a eso empecé a hacer muchos contactos. Más adelante, cuando por motivos económicos no pude seguir estudiando, decidí venir a Bogotá. Entre las puertas que me abrió ese trabajo estuvo el reality.

¿Qué le dejó la experiencia como participante de ese programa?

Antes había hecho parte de los grupos folclóricos y de teatro del colegio. Adicionalmente, participar durante mi niñez y adolescencia del Carnaval de Barranquilla me hizo desarrollar mucho la expresión corporal, pero el reality fue lo mejor que me pudo haber pasado. Allí maté todos mis miedos y fue un gran taller de aprendizaje.

¿Cómo fue seguir la carrera actoral después del programa?

Las escenas que hacíamos en el reality eran como en el teatro, con una única toma. En televisión por el contrario existe la posibilidad de repetir las tomas y por eso sentí que era pan comido. Al principio la intención que les imprimía a las escenas no era la mejor, pero poco a poco me fui soltando hasta que me tomé una confianza que afortunadamente hemos podido mantener.

¿Qué papel le ha dejado un mejor recuerdo hasta ahora?

Mi carrera se consolidó en Chepe Fortuna. Allí interpreté a Aníbal Conrado, un personaje que aparecía mucho en la historia, porque era el villano y con el que estoy muy agradecido porque tenía muchos matices. Mis anteriores personajes significaron un gran aprendizaje, pero eran distintos porque permitían un descache de vez en cuando.

¿Cómo construye sus personajes?

Cuando llego a la grabación llego con el 70 % de mis personajes y el resto se va construyendo en el rodaje, porque hay cosas que se improvisan o que el director pide que se ajusten. Con el paso del tiempo, cuando uno lleva dos o tres meses de rodaje, el personaje se acentúa y está más consolidado.

¿Por qué no hay que perderse “Polvo carnavalero”?

Como dicen en el argot popular, “es un pan caliente” por la historia, por como están construidos los personajes y por la reacción que genera entre las personas que están detrás de cámaras, trabajando en la producción. Ellos son mi primer medidor, porque si ellos están disfrutando lo que estamos haciendo, sé que vamos por buen camino.

¿Quién es su personaje en la novela?

Se llama Bonny Martínez y hace parte de una familia de clase media en Barranquilla. Tiene un ego muy grande y es el único hombre de su casa. Es rebelde, caprichoso, inmaduro y pedante, pero a la vez tiene un excelente sentido del humor y un corazón muy grande. Todas sus inseguridades quedan balanceadas por el humor y por eso al final la gente va a terminar queriéndolo.

¿Cómo se siente interpretando personajes de la Costa?

Siempre ha sido un gran orgullo poder hacer papeles costeños, porque hacen parte de mi idiosincrasia y de algún modo son mi vida. Lo importante es lograr diferenciarlos y eso se logra cuando se tiene en cuenta que el universo costeño es muy amplio y está habitado por un gran número de personajes muy diferentes.

¿Por qué gustan tanto las historias de costeños y cachacos?

Creo que se debe a que son muy divertidas. Por lo general, son historias que tienen su núcleo en la comedia. Incluso cuando en ellas pasa algo trágico, todo se trata desde la perspectiva de la risa. Por otro lado, está el hecho de que estamos uniendo dos culturas a partir de la jocosidad. El humor es ganador a donde sea que llegue.

 

Por El Espectador

 

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