Una medalla al mérito

En un acto en la Residencia de Francia en Bogotá, el gobierno francés exaltará su labor por tender puentes culturales entre las dos naciones.

El Espectador
29 de noviembre de 2015 - 09:03 p. m.

¿Cómo nació su interés por las ciencias humanas?

Viajando. Una vez recibí el título de bachiller académico, a los 16 años, me perdí con un amigo y me puse a recorrer los rincones más apartados de Colombia. Conociendo las comunidades indígenas del Amazonas y de La Guajira, surgió en mí la “pulsión de ser antropólogo”.

Sus trabajos han estado orientados hacia el mundo simbólico…

Desde que me inicié en la antropología me sedujo el mundo de los mitos y los ritos, de las religiones, de los cultos y las creencias.

Hace poco que dejó la dirección del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh). ¿Qué cree que le hace falta al país para proteger el patrimonio cultural?

Tener conciencia de la universalidad de nuestro patrimonio, tanto material como inmaterial. Saber que el patrimonio es ese “don del padre” que nos endeuda a todos simbólicamente con la cultura, es decir, con nuestros modos de sentir, pensar y actuar. Debemos proteger el patrimonio.

En un eventual exitoso proceso de paz, ¿cuál cree que será el papel de los humanistas en el posconflicto?

Es importante aclarar que el “posconflicto” no elimina el conflicto, pues éste es inherente a las sociedades humanas. Hablar de “posconflicto” implica querer, creer, vislumbrar otros escenarios de “gestión” de nuestros conflictos, distintos de la violencia y de las armas. Es allí donde los estudiosos de lo social seremos fundamentales, no tanto para diagnosticar, sino para crear ámbitos realistas que contribuyan a que sea bien fundada la “ficción de un nuevo país”. Y esto lo deben entender particularmente el Gobierno, las universidades y los empresarios, que no sé qué tan preparados estén para asumir semejante reto.

Usted acaba de llegar de París luego de participar activamente en un congreso en el cual se debatían arduamente los desafíos epistemológicos de un nuevo humanismo. ¿Cuál era el ambiente en París?

Las personas tenían miedo, pero conversaban y debatían sobre lo ocurrido. Me conmovió presenciar el homenaje nacional a las víctimas y constatar —pese al miedo que inevitablemente genera el terror— que los franceses son una nación sensible, aferrada a unos ideales ante los cuales no cede: libertad, igualdad y fraternidad van a recobrar su vigencia. Yo confío en la sociedad civil y en las conquistas universales que ese país le ha aportado a la humanidad. Mi única crítica es que esos valores no deben ser solo franceses, sino que es necesario compartirlos. El seminario al que asistí justamente trataba de eso, de tantear los caminos para recrear un humanismo frente a las barbaries de hoy.

¿Qué piensa entonces del “Estado de urgencia” y de la “guerra contra el terrorismo” que recientemente ha enarbolado Francia?

Más que “jugar a la guerra”, como lo ha hecho Estados Unidos o Rusia, la patria de los derechos humanos tiene la enorme responsabilidad estética y ética de descentrarse y de contribuir a reinventar culturalmente buena parte de los valores de Occidente.

Hoy comienza la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. ¿Hacia dónde debe apuntar está reunión?

Debería propender por generar una “conciencia planetaria”, explicitando claramente que “todos los seres humanos viajamos en el mismo barco”, y que del mismo modo que el “calentamiento global” a todos nos afecta, la contaminación y la inseguridad es un problema que entre todos debemos resolver, pues ya no dependen de la vigilancia o del control que decreten unas “superpotencias”.

Usted también ha incursionado en la literatura. ¿En qué género se siente más cómodo?

En la novela. Creo que voy a dedicarme el resto de mi vida a la transdisciplinariedad, es decir, a transgredir para trascender la antropología y la sociología donde me he formado, a través de la literatura, a fin de convertirme en un “inventor de relatos”, pues es eso en lo que realmente creo, o, como diría Virginia Woolf, “cuando la verdad está en juego, prefiero escribir ficción”.

La distinción que recibe hoy en la noche, por parte del gobierno francés, es por su trabajo académico y de gestión cultural. ¿Cuál cree que debería ser la relación entre la cultura francesa y la colombiana?

Es un honor ser condecorado con la Orden de las Palmas Académicas y con la Medalla al Mérito Nacional de Francia. Es un reconocimiento por mi compromiso estableciendo puentes entre la cultura colombiana y la francesa. Tal debe ser nuestra labor y gran desafío. Personalmente quiero mucho a ambos países y lo que soy se lo debo a ambas naciones. Por eso no puedo sino seguir llamándome “un colombiano, amigo y hermano de Francia, ciudadano del mundo”.

Por El Espectador

 

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