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Una novela política para jóvenes

Un auténtico soñador que desde muy niño leía historias de aventuras para transportarse a mundos inimaginables

Jorge Consuegra
17 de mayo de 2016 - 04:47 a. m.
Cortesía
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¿A qué edad supo que quería ser escritor?

A los doce años. Tengo una copia de El lazarillo de Tormes del colegio que marqué a esa edad de la siguiente manera: “Eduardo Bechara Navratilova, escritor de Colombia, nació el 9 de noviembre de 1972”.

¿Fue usted un lector empedernido desde pequeño?

Muchísimo, sobre todo porque mis papás nos inculcaron a mí y a mis hermanos ese hábito. Solían decir que por medio de la lectura podíamos viajar a diferentes lugares y tiempos, y precisamente los libros que más nos compraban eran los de aventura.

¿En su casa siempre hubo libros?

Muchísimos, miles de ellos y en varios idiomas, al ser mi mamá checa y de nacionalidad brasileña. Mi padre era colombiano de padres libaneses y ambos se conocieron en Nueva York.

¿Quién lo introdujo en el maravilloso mundo de los libros?

Mis padres, aunque también debo darles crédito a algunos profesores entusiastas del colegio, quienes me lograron transmitir el gusto por leer. Todo escritor empieza siendo un lector. Sin excepción.

¿Cuáles fueron los primeros libros que tuvo en sus manos?

Un capitán de quince años, De la tierra a la luna, La vuelta al mundo en ochenta días, todos de Julio Verne; Robinson Crusoe, de Daniel Defoe; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, y algunos otros en esa línea.

¿A qué edad escribió sus primeros cuentos?

En realidad, lo primero que empecé a escribir fue una novela de un niño que llegaba al centro del mundo a través de un túnel al que accedía desde su clóset. Ahí se ve la influencia de Verne. Fue a esa misma edad de los doce años. Llegaba a trabajar en mi novela en vez de hacer tareas. Nunca la terminé, pero llegué a escribir unas cuarenta y cinco páginas a máquina. Luego vinieron algunos cuentos adolescentes y más adelante mucha poesía (muy mala), que me alegro mucho de no haber publicado jamás.

¿Qué es “El juego de María”?

Es una novela de una adolescente, María Costa, la capitana de un equipo de voleibol juvenil de Bogotá, quien está ad portas de ganarse una beca para ir a estudiar literatura a los EE. UU., se lesiona el tobillo y la beca termina en manos de su ex mejor amiga, Josefina Gallo, quien es ahora la novia de su exnovio, lo que traerá un vuelco total a su vida.. Además de plantear el tema de la circunstancialidad de la vida y de cómo todo puede cambiar de un momento a otro por una enfermedad, un accidente o una lesión, es una novela de un género que en ingles se llama coming of age, y me doy en traducir como: llegando a la edad o de iniciación, es decir, de una joven que está haciendo grandes descubrimientos sexuales, sociales, políticos y culturales, entre ellos, que su país, Colombia, está en guerra, una guerra que la gente en las grandes ciudades está acostumbrada a ver desde lejos, así como está acostumbrada a ver la pobreza detrás de la ventana. La narración juega con la forma, al estar escrita mediante un par de partidos de voleibol y sus diferentes sets. Al ganar María un punto, ella cuenta la historia en primera persona. Cuando pierde uno, hay un narrador en tercera persona. Ambas narraciones se intercalan a medida que se suceden los puntos, y al estar ambas voces en diferentes tiempos, el lector tiene que ir haciendo la tarea de armar el rompecabezas.

¿Su novela es para todos los lectores o para lectores especiales?

La han empezado a catalogar dentro de la narrativa juvenil, pero sin duda es una novela política que toca temas fundamentales y genera una gran crítica social, lo que la hace atractiva para todo tipo de público.

¿Qué tanto hay de Eduardo Bechara en la novela?

Toda novela, en mayor o menor medida, tiene mucho del escritor en ella. Al igual que en mi primera novela, La novia del torero, que es de una mujer y está enteramente en el universo de la ficción, se sitúa en Bogotá, esa Bogotá amada y odiada en la que viví durante muchos años y que sin duda es uno de los grandes personajes. Esa relación de María con la ciudad es lo más autorreferencial, a diferencia de Unos duermen, otros no, mi segunda novela, en la que hay una gran carga biográfica en lo que tiene que ver con Boris Estefan, el personaje en sí, un joven abogado abusado laboralmente en una firma de abogados, a quien me parezco mucho en ese sentido, ya que experimenté un abuso muy parecido.

Además de esta novela, ¿está trabajando en otro proyecto literario?

Siempre trabajo en varios proyectos literarios al mismo tiempo. Estoy en la corrección de otra novela llamada El salto, cuyo primer borrador data de 1997. De hecho, fue la primera novela que escribí y ha sufrido varias reescrituras. También trabajo en la de un libro de cuentos que escribí hace más de diez años y la escritura de uno de cuentos de fútbol. Esto sin hablar de los cuadernos de viaje del proyecto En busca de poetas.

¿Qué está leyendo actualmente?

Un libro de cuentos buenísimos de un autor uruguayo que ya falleció y es totalmente desconocido. Se llama Tierra y tiempo, de Juan José Morisoli, rescatado para Colombia por la editorial Animal Extinto.

¿Cómo ve los avances de la literatura colombiana actual?

Hay muchos escritores, algunos más afamados que otros, intentando buscar sus propios caminos y tendencias por fuera de la sombra que nos echó encima García Márquez. Todos son valiosos. Y en general he leído textos que me han dejado un buen sabor.

Por Jorge Consuegra

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