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Una vocación por azar de la vida

La actriz paisa encontró su profesión siguiendo los sueños de su hija. En 2012 personificó a la magistrada Mariela Espinosa Arango en la serie “Escobar, el patrón del mal”. En su nuevo papel pertenece a una mafia de narcotraficantes.

El Espectador
01 de julio de 2015 - 02:52 a. m.
La actriz paisa Carmenza Cossio lleva viviendo más de 15 años en Bogotá. / Óscar Pérez - El Espectador
La actriz paisa Carmenza Cossio lleva viviendo más de 15 años en Bogotá. / Óscar Pérez - El Espectador
Foto: Oscar Alberto Perez Lopez

Está próxima a lanzarse la película “El cartel de la papa”. ¿Qué retos representó interpretar el papel de una boyacense integrante de una mafia que exporta coca?

Fue un reto increíble, pero duro. Me asusté mucho cuando me eligieron, porque pensé que era una mujer que podía hablar un acento neutro y hago mi mayor esfuerzo, pero cuando me dijeron que el personaje era boyacense en una familia muy atípica, con unos matices muy marcados, tuve que escuchar y ver videos para practicar el tono todo el tiempo. El personaje es muy distinto a todo lo que había hecho y eso me ayudó a sacar cosas de adentro para construirlo.

Pero si hablamos de sustos, su carrera empezó así…

Completamente de acuerdo, porque me vine a Bogotá persiguiendo los sueños de mi hija, Mónica Lopera, y encontré los míos. Digamos que dejé aplazados mis sueños por otras prioridades y fue en Francisco el matemático, cuando Mónica estaba actuando allí, que Yuldor Gutiérrez, el director de la serie, me propuso hacer una aparición muy pequeña.

Y la grabación de la escena se hizo eterna...

Fue lo más aterrador de la vida, porque casi no hacen esa escena, sólo era una llamada de teléfono y todo lo hice al revés. Pero creo que fue el destino que me puso en esa situación. Lo que empezó como un juego terminó siendo algo muy importante para mi vida y desde entonces no he parado.

El reto continuó con el personaje de Eloísa, una mujer muy presumida, en “El auténtico Rodrigo Leal”...

Sí, era una mujer coqueta y simpática. Ese personaje lo recuerdo con mucho cariño, porque he conocido mujeres que son así: crecen en años, pero siguen siendo adolescentes. Era una mujer muy auténtica y divertida, pero una niña. Fue mi primer personaje largo, ganado en un casting. El proyecto fue superbonito y lo recuerdo con mucho cariño.

¿Cómo era su vida antes de llegar a Bogotá?

Tuve una vida muy difícil de pequeña. Empecé trabajando a los 17 años como azafata de Avianca, porque en ese tiempo mis papás no tenían mucho dinero. Cuando tuve a Mónica, el narcoterrorismo se había afianzado en Medellín, así que el peligro estaba muy latente.

Y lo paradójico es que años después personificó a la magistrada Mariela Espinosa Arango en la serie “Escobar, el patrón del mal”, una de las primeras juezas que ordenaron la captura de Pablo Escobar por tráfico de estupefacientes...

Fue muy duro, porque esta historia marcó la vida de muchas víctimas, ocasionado por un hombre antioqueño que pudo haber aprovechado su talento para cosas buenas e hizo todo lo contrario. Me gustó mucho el personaje. De alguna manera tuvo mucha recordación, porque fue un ser humano muy frágil, que pagó su trabajo con la muerte.

Y con poco y nada llegaron a Bogotá en busca del sueño de Mónica…

Sí, estábamos cortas de dinero. Terminamos viviendo en el apartaestudio de un primo, durmiendo durante ocho meses en un colchón. Todo sucedió porque Mónica tenía que empezar a grabar una novela en febrero, y resulta que las grabaciones se demoraron ocho meses en empezar. En ese tiempo no sabía que el medio era tan inestable.

¿No se arrepiente de haber entrado en ese medio tan inestable?

No, es lo mejor que me ha pasado en la vida, porque no solamente he sido muy feliz, sino que he encontrado un camino personal. No me arrepiento de haber escogido esta profesión, de haber saltado al vacío.

Finalmente, cuando uno tiene la oportunidad de ver a Mónica a su lado, parece que fueran hermanas. Fue mamá muy joven…

Pienso que me veo más joven de lo que soy. Fui mamá a los 21 años, pero creo que cuando llegan los hijos, llega el kit para manejar esta responsabilidad, esté uno muy joven o muy viejo. Tú ya no eres tú, sino que ahora le perteneces a ese niño o niña y hay que cambiar el chip. Mónica cambió mi vida, es mi orgullo.

Por El Espectador

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