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"Aún podría modificarse la opinión de la gente"

Napoleón Franco, fundador de la firma encuestadora Ipsos Colombia, analiza la situación electoral a ocho días de la primera vuelta presidencial.

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Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
18 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.
Hicimos la siguiente pregunta: ‘¿Por quién no votaría nunca?’. Los resultados sugieren que no se presentará un voto masivo para impedir la elección del contrario”.   / Fotos: Liz Duran - El Espectador
Hicimos la siguiente pregunta: ‘¿Por quién no votaría nunca?’. Los resultados sugieren que no se presentará un voto masivo para impedir la elección del contrario”. / Fotos: Liz Duran - El Espectador
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Subsiste el recuerdo de predicciones inexactas en todas las encuestas presidenciales de 2010. En los estudios que miden la intención de voto para dentro de ocho días, ¿podría pasar lo mismo?

En nuestra compañía hemos refinado los métodos incorporando modernos algoritmos para identificar mejor al que, en el marco internacional, llaman el “elector más probable”. Con esa modificación pretendemos evitar el sesgo del denominado “voto a domicilio” (ver parte superior de la página). En todo caso, no es descartable que haya sorpresas de último momento asociadas con la semana de prohibición de publicación de encuestas, semana especialmente crítica en esta campaña, en la que todo cambió en los últimos 15 días por cuenta de la dinámica de denuncias, peleas y acusaciones que podría continuar o incrementarse. Si eso ocurre, aún podría modificarse la opinión de la gente.

Según los más recientes resultados, Santos y Zuluaga estarían empatados. ¿Por qué en las encuestas uno de ellos baja y el otro sube, si ambos han sido afectados por los escándalos?

Es una pregunta para la cual no hay una respuesta exacta, pues no hemos hecho una encuesta al respecto. Decir cualquier cosa sin información que la sustente no es más que especulación. En este oficio preferimos analizar datos y sacar conclusiones basadas en la evidencia.

Cuando los encuestados responden a los entrevistadores, ¿los primeros dicen estrictamente la verdad sobre su voto a los segundos?

Partimos del principio de que quien acepta por voluntad propia responder una encuesta va a decir la verdad en términos generales. Es decir, no va a mentir deliberadamente. Sin embargo, hay razones y circunstancias que pueden hacer que la gente dé respuestas que, tal vez, no reflejen fielmente su opinión. Me explico: es posible que los encuestados no tengan una opinión formada y que respondan algo que, después de meditarlo bien o de informarse mejor, podría ser distinto. También sucede que haya preguntas respecto de las cuales a la gente le dé vergüenza contestar lo que piensa y prefiera decir lo que cree que es más aceptable en la sociedad.

Significa que los encuestados no siempre son sinceros.

En los casos que describo antes, la gente no estaría diciendo la verdad, pero tampoco se puede afirmar que tenga intención de engañar. Esto sucede porque en las encuestas electorales entran en juego diversos factores y uno que es aún más complejo: pretender predecir la forma como la gente actuará dentro de nueve o diez días con base en lo que piensa hoy, lo que supondría que la opinión es inamovible en el tiempo que transcurre entre la encuesta y la elección. Esto no es cierto, pero no porque los electores les mientan a los encuestadores, sino porque las personas cambian de idea. O, si usted lo prefiere, porque en ese período pasan cosas que hacen que la gente modifique su opinión.

¿Las encuestas reflejan una inclinación real de voto o, al contrario, los votantes se dejan llevar por la supuesta mayoría que surge de las encuestas?

Pienso que es correcto decir que hay un poco de las dos cosas: como herramienta, las encuestas toman el pulso de los votantes y en esa medida reflejan su intención en el momento en que son consultados. Sin embargo, una vez publicados los resultados, éstos se convierten en un elemento de juicio que el elector tiene presente cuando va a tomar su decisión, principalmente en el caso de los indecisos, o sea, de quienes no saben por quién votar. Hay que advertir que, más que las encuestas a las que se les atribuye una influencia exagerada, es mayor la influencia que tienen la publicidad política, los análisis de los columnistas, la información de prensa y los sucesos de las campañas.

¿Por qué quienes contestan los sondeos son tan contradictorios en sus respuestas? Le doy un ejemplo: la mayoría apoya el proceso de paz, pero castiga al candidato que adelanta la negociación.

La gente es más compleja de entender de lo que la herramienta de las encuestas revela. Para entender mejor la forma en que piensan los electores, existen otras herramientas de investigación cualitativa como los focus groups, que permiten, por ejemplo, comprender que, aunque la paz sea un anhelo muy grande, al no sentir confianza en que el proceso de La Habana llegue a buen término, el colombiano se siente mayoritariamente inclinado a no votar por el candidato que adelanta las conversaciones.

Una triple contradicción: los resultados indican que la imagen negativa del expresidente Uribe aumentó. Simultáneamente creció la intención de voto por el candidato uribista, gracias a Uribe. Y, sin embargo, cuando el exmandatario apoyó a Peñalosa en la elección a la Alcaldía, éste fue castigado. ¿Indicaría que los encuestados sufren de confusión mental?

En nuestra encuesta de abril aplicamos por primera vez en Colombia una herramienta diseñada y validada por Ipsos (la empresa encuestadora) a nivel internacional, con los más altos estándares científicos para evaluar las emociones. El supuesto del que parte esa herramienta, que usamos con mucho éxito en nuestra unidad de análisis publicitario, es que las decisiones de la gente no son sólo racionales sino que siempre influye su aspecto emocional. Este instrumento, que denominamos “emopolítica”, se utiliza para analizar a los candidatos presidenciales. Uno de los sentimientos más relevantes que todos ellos están despertando por igual es, precisamente, la confusión, no sólo por sus mensajes sino por ellos mismos. Ese fenómeno explica por qué casi hasta el último momento persisitió un alto número de indecisos, es decir, gente que no sabía por quién votar.

En Colombia, ¿las encuestas miden la intención del voto de opinión, que se supone libre y consciente, y también la del voto cautivo del clientelismo?

En Colombia, y en todo el mundo, las encuestas sólo pueden medir la opinión. Es imposible calibrar cualquier fenómeno diferente a lo que la gente piensa y responde al ser consultada. Voto cautivo y clientelismo, francamente, no se pueden encuestar.

¿Por qué el voto de opinión no gana terreno en Colombia, pese a la cantidad de denuncias públicas sobre corrupción política que siempre sacuden al país?

Yo difiero de lo que usted pregunta porque he visto aumentar sustancialmente el voto de opinión. No de otra forma se explican fenómenos como el de una década de alcaldes de izquierda en Bogotá, mientras que el país era dirigido por el presidente más popular de la historia reciente y quien tiene una ideología totalmente opuesta. No obstante, hay que reconocer que existen regiones y elecciones locales en las que el electorado parece mucho más dispuesto a ceder a las presiones clientelistas.

Por los resultados de las encuestas se podría deducir que en Colombia no hay espacio electoral para tercerías y que ese espacio es exclusivo de los partidos “profesionales”. ¿Esta afirmación es exacta o su interpretación es diferente?

Tristemente, las encuestas y los resultados de las elecciones muestran que hay poco espacio para una tercería en el país. Aparte de los resultados de Noemí Sanín y de Carlos Gaviria, no recuerdo una tercería importante. Pero eso no significa necesariamente que no haya posibilidades, como también lo demostró la votación por el Partido Verde en 2010 y la consulta de este año para elegir a su candidato presidencial, Enrique Peñalosa.

Una corriente política de derecha y ultraderecha se ha hecho explícita en el país desde las administraciones Uribe. ¿Cómo interpreta que la candidata del Partido Conservador, de esa ideología, aparezca en los últimos lugares de preferencia electoral?

Colombia es un país que escoge personas y caudillos, y no ideologías o partidos. Por eso los electores no creen en ataduras para votar por el candidato de su preferencia, aun si no es el de su partido. En esos casos, los partidos y sus miembros son víctimas de sus propias decisiones: cuando un personaje ha recorrido varias colectividades, ha fundado movimientos propios, se ha lanzado como independiente avalado por firmas ciudadanas, y todos los otros malabares que son pan de cada día aquí, a los electores no se les puede pedir disciplina y fidelidad.

Hace unos días el expresidente César Gaviria se sumó a la campaña de Santos para hacerle contrapeso al protagonismo de Uribe a favor de Zuluaga. ¿Las próximas encuestas deberían incluir preguntas sobre los exmandatarios y su incidencia en la intención de voto?

Eso podría ser muy interesante, pero la verdad es que el tiempo y el presupuesto disponibles nos exigen concentrarnos en lo más crítico, que en este momento es por quién van a votar los colombianos.

La polarización es un factor determinante en algunas elecciones. Como las actuales parecen estar marcadas por ese fenómeno, ¿podría incentivar su presencia a los electores a votar por un candidato que no es el de sus preferencias sólo para atajar al que compite con él?

Sin duda, eso puede pasar, pero no me parece que sea el caso de estas elecciones. Si bien hay mucha polarización, no estamos encontrando una cifra importante de electores que rechacen radicalmente a ninguno de los candidatos. Nosotros hicimos la siguiente pregunta: “¿Por quién no votaría nunca?”. Los resultados sugieren que no se presentará un voto masivo para impedir la elección del contrario.

Aparte de esta elección, ¿Colombia ha votado más en los últimos 20 años a favor de o en contra de…?

La elección entre Pastrana y Serpa en 1998 fue claramente una campaña de voto en contra, pero eso no ha sido así en las demás elecciones presidenciales que hemos medido. Como dije antes, no estamos viendo ese fenómeno en el caso actual, de modo que, si bien se trata de una elección muy polarizada, todo indica que se va a votar a favor de y no en contra de.

¿Aun si se considera que en la primera vuelta habría un empate técnico entre las dos campañas que más se han insultado?

Lo que pudiera contestarle es especulativo, porque, como lo sugerí al principio, las reglas electorales nos impiden medir los cambios de los electores en la semana que sigue. Por ejemplo, si va a haber debates, si la publicidad continúa o si surgen otras noticias como las de acuerdos en La Habana, no podremos conocer las variaciones en la opinión de los votantes. De aquí al domingo de elecciones estaremos con una venda en los ojos. Sea la oportunidad para señalar que esa medida viola el derecho a la adecuada información de los votantes en un momento tan importante como es el de la elección de la persona que dirigirá al país.

Pensando en la segunda vuelta, ¿el juego electoral vuelve a iniciarse después del domingo próximo, es decir, las campañas deben considerar que empiezan desde cero?

Tienen que hacerlo así. La segunda vuelta es otro round, sobre todo si se presenta un empate técnico.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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