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“El dolor por la elección de Trump es casi insoportable”: Arlene Tickner

La profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario se refiere a las condiciones que permitieron el ascenso del magnate a la Presidencia de EE.UU. y a las consecuencias que afrontará el mundo por su elección.

Cecilia Orozco
13 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
 “Sorprende la falta de solidaridad (con sus compatriotas) de los hispanos de procedencia elitista ”, dice Tickner. / Gustavo Torrijos
“Sorprende la falta de solidaridad (con sus compatriotas) de los hispanos de procedencia elitista ”, dice Tickner. / Gustavo Torrijos
Foto: GUSTAVO TORRIJOS/EL ESPECTADOR - LUIS ANGEL

La profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario Arlene Tickner se refiere a las condiciones que permitieron el ascenso del extravagante Donald Trump a la Presidencia de su país y a las consecuencias que afrontará el mundo por su elección. Analiza las similitudes entre este fenómeno, el del brexit y el del No en el plebiscito para el acuerdo de paz. Y habla, críticamente, del voto latino y femenino por el “showman” republicano.

No solo como ciudadana estadounidense, sino como colombiana por adopción, ¿la asusta el triunfo del extremista Donald Trump?

Más allá del hecho de que Trump no demostró tener conocimiento alguno de la política nacional e internacional y de que tampoco hubiera ofrecido soluciones concretas para los problemas que aquejan a Estados Unidos, me preocupa profundamente que su atractivo principal hubiese sido su inhumanidad e indecencia. El dolor que produce la elección de un racista, misógino, xenófobo, narcisista, matón y mentiroso patológico, es casi insoportable. Sin embargo, quisiera creer que lo que hoy todavía parece surrealista, nos obligue a despertarnos y a ver lo que no hemos querido aceptar: el fracaso de la democracia y de la economía liberal para poder salvarnos del precipicio al que nos hemos estado arrimando hace rato. Como lo anticipó magistralmente Matthieu Kassovitz en la película La Haine (1995), a una sociedad que va para abajo y que sigue repitiendo que “todo va bien” mientras cae, no se le augura un buen aterrizaje.

¿Por qué cree que Estados Unidos dio semejante viraje político: de un gobierno aperturista del primer presidente de raza negra, al de un racista blanco cuya campaña se basó en el odio?

Luego de los ataques terroristas del 11-S y de la adopción de estrategias restrictivas de la libertad dentro y fuera de Estados Unidos por parte de George Bush en nombre de la lucha global contra el terrorismo, la elección de Obama se interpretó como un triunfo de la tolerancia. Pese a que él aún goza de altos niveles de favorabilidad, tanto su raza como su defensa de políticas progresistas crearon un terreno fértil para que los medios de ultraderecha –como Fox News– y Trump cultivaran el descontento y se montaran en la ola de los sectores que sienten, con razón, que el establecimiento se ha olvidado de ellos. Pero no hay que olvidar que la elección fue muy reñida. Es cierto que Trump y la intolerancia ganaron en el colegio electoral, pero también lo es que cuando se terminen de tabular todos los votos, Clinton habrá ganado el voto directo por un margen sustancial de hasta 2 millones, equivalentes a una ventaja de 1,5 %. Es decir, no todo está perdido.

¿Trump logró sacar del interior vergonzante de los estadounidenses, sentimientos ocultos de xenofobia y rechazo al género femenino que consideraría inferior?

De una parte, se subestimaron los resentimientos de la clase media y baja no educada por la desigualdad en sus ingresos y la falta de oportunidades. Y de la otra, no se sopesó la fragilidad de la coalición demócrata compuesta por sectores disímiles entre los que había desde sindicalistas hasta minorías raciales y sexuales. Sin embargo, si se examina la distribución demográfica de los votos, salta a la vista que los electores blancos de todas las edades, niveles de educación y estratos sociales, así como de ambos sexos, le dieron el triunfo a Trump aunque el voto de las principales ciudades del país fue, en su casi totalidad, demócrata: mientras que el 58 % de este segmento amplio del electorado votó por el republicano, 37 % lo hizo por Clinton. En cambio, el voto “no-blanco” favoreció a la candidata demócrata en un 74 % contra solo 21 % para Trump. Si bien sería simplista decir que las actitudes de “supremacía blanca” fueron las únicas responsables del resultado electoral, sí tuvieron un papel protagónico.

El hecho de que una mujer fuera la rival de Trump y de que por primera vez una persona del género femenino pudiera ganarle la contienda presidencial a un hombre, ¿incidió?

El hecho de que Clinton fuera mujer incidió en los resultados. No obstante, creo que sería un error limitar el análisis de lo que sucedió a la cuestión de género. Desde cuando ella fue primera dama, el Partido Republicano le tomó particular antipatía por ser una persona crítica, asertiva y progresista en unos temas. Y también influyó que se le hubiera asociado con el establecimiento. El escándalo de los correos electrónicos que llevó a una mayoría de la población a considerar que Clinton había cometido actos ilegales como secretaria de Estado, es una demostración de ello. Explica, de otro lado, el apoyo masivo a la controversial petición de Trump y de los republicanos, de que la investigaran y la detuvieran a pesar de que el FBI reconoció que no hubo ninguna conducta censurable en ella.

¿Cómo es posible que el votante “olvidado” odie el establecimiento político del que Clinton es una representante clásica pero simultáneamente ame el establecimiento económico del multimillonario y aplastante Trump?

Se me ocurre que caló más en la gente el discurso populista del showman que las prácticas explotadoras del magnate.

Como usted lo ha dicho, muchos humillados por Trump, entre ellos inmigrantes latinos y mujeres estadounidenses, votaron por él. ¿Qué los llevó a someterse a su agresor?

La explicación de este resultado, a todas luces complejo y sorprendente, tiene dos caras: por un lado, la asociación de Clinton al establecimiento, como dijimos, y la desconfianza que suscitó su candidatura. Del otro lado, Trump logró canalizar un sentimiento profundo y oculto de supremacía racial, incluso, en el caso de los hispanos de procedencia elitista, quienes hicieron caso omiso del carácter ofensivo de su discurso.

¿Piensa que “los hispanos de procedencia elitista” se sienten “blancos” a pesar de que al votar por Trump traicionaron sus orígenes y su raza latina?

Totalmente. Tan es así que en lo que concierne a los migrantes legales e ilegales de menor extracción socioeconómica, sorprende la falta casi absoluta de solidaridad con estos de aquellos, los mismos que se han hecho a la idea de que son “blancos”.

¿Cuántos y qué tan fuertes son los controles de los demás poderes públicos sobre el presidente de Estados Unidos si este quiere ejecutar sus amenazas?

Pese a la crisis que atraviesa, la democracia estadounidense cuenta con instituciones fuertes, funcionarios públicos que solo sirven al Estado y un sistema eficiente de pesos y contrapesos. Por más concentración del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial (mediante la Corte Suprema) que quedará en manos republicanas, es de esperar que dichos mecanismos actúen como freno. A su vez, a diferencia de los últimos ocho años en los que los republicanos han bloqueado toda iniciativa proveniente del presidente Obama, resolver los problemas del país será ahora responsabilidad exclusiva de dicho partido. Finalmente, la existencia de políticas más progresistas a nivel los Estados de la Unión a partir de la autonomía que tienen, ofrece la esperanza de que también desde allí, habrá un contrapeso.

¿El mundo, y en particular Latinoamérica, debería prepararse para las políticas proteccionistas, endurecimiento en las relaciones internacionales y maltrato a los inmigrantes del próximo gobierno?

El corto discurso ofrecido por Trump a la luz de su victoria sugiere, sin duda, que una cosa es el discurso de campaña y otra, la posición que se adopta una vez se es elegido. Sin embargo, y dado que los únicos dos temas de campaña que promovió Trump fueron la oposición al libre comercio y la expulsión de los inmigrantes ilegales, es de esperar que dé algo de continuidad a esas políticas o que, al menos, intente promoverlas. La pregunta es hasta qué punto el Congreso republicano le va a permitir reducir el libre comercio y poner restricciones a las relaciones comerciales, por un lado, y hasta dónde admitirá un endurecimiento de la política migratoria, por el otro.

¿Qué pasará, entonces?

Sobre el primer asunto, hay serias dudas de que podría desarrollarlo, dado que el Partido Republicano, en general, es pro-libre comercio, mientras que en cuanto al segundo, se puede esperar un clima de aceptación en torno a lo propuesto por Trump, toda vez que el Partido Republicano se ha opuesto a una reforma migratoria incluyente y ha visto con ojos relativamente positivos la expulsión de inmigrantes ilegales. Es importante recordar que Obama batió récord en materia de deportaciones aunque, de otra parte, hizo intentos por formular su reforma migratoria.

Junto al asombroso fenómeno Trump, este año se dieron dos más: el brexit en el Reino Unido y el triunfo del No en el plebiscito sobre el acuerdo de paz. ¿Es una casualidad o tienen alguna relación?

El elemento común en los tres fenómenos es que el sistema político, económico, mediático, no supo dimensionar el descontento existente en distintos sectores de la población, motivo por el cual éste pudo ser manipulado con campañas de desinformación, odio y miedo. Pero mientras que en el caso del brexit y la elección de Trump se canalizaron sentimientos negativos de los trabajadores blancos no calificados con respecto a la globalización neoliberal, en el del plebiscito se instrumentalizó el rechazo a las Farc. No obstante, en la base de los tres fenómenos hubo también un rechazo a las diferencias culturales, sexuales y religiosas, entre otras.

¿Estos tres fenómenos cercanos deben interpretarse como una reacción al período de fortalecimiento de los derechos individuales y de los sistemas supranacionales políticos (ONU) y de justicia (Corte Penal Internacional) que constituyen un freno a los excesos dictatoriales de los estados, y el mundo vira hacia un extremismo de derecha?

Quisiera pensar, más bien, que el desmoronamiento de la democracia liberal, la economía de mercado y la gobernanza global están llevando tanto a la aparición de extremismos de derecha como de movimientos de izquierda. De la misma forma que el mundo está experimentando el auge de los partidos de extrema derecha y un discurso creciente de odio e intolerancia a la diferencia que llega, tristemente, a su cúspide con la elección de Trump, fenómenos como la primavera árabe, los indignados en España, Occupy Wall Street y las marchas estudiantiles alrededor del globo en función de distintos reclamos, sugieren la existencia de una contracorriente crítica, reparadora y respetuosa, liderada por los jóvenes, que son de lejos los más afectados por la crisis que he descrito.

¿Cuánto tiene que ver como causa y consecuencia de los resultados electorales en Estados Unidos y el Reino Unido el terrorismo yihadista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y de otros atentados en Europa?

Más que el terrorismo yihadista en sí, han sido las reacciones a este por parte de Estados Unidos y de Europa occidental las que han alimentado resultados como el del triunfo de Trump. Con esto quiero decir que, en lugar de atender las causas estructurales del mal llamado fundamentalismo islámico, entre ellas el legado del imperialismo y la colonización y el mal gobierno en el “mundo árabe”, las estrategias que se han adoptado para combatir el terrorismo han estigmatizado a las comunidades musulmanas alrededor del globo, a la vez que han alimentado la legitimidad de las alternativas radicales y violentas como esta.

¿Cuánto favorecen las acciones del extremismo religioso islamista los triunfos del extremismo xenófobo de Occidente?

Los dos están interrelacionados y se alimentan mutuamente, pese a que no se trate de fenómenos comparables. A mi modo de ver, el éxito del extremismo islámico se debe en buena medida al racismo y la xenofobia de Occidente, que le han dado pie a la discriminación y a la exclusión política, económica y social de segmentos considerables de su propia población, así como a la intervención militar en el mundo árabe en nombre de la civilización occidental.

Con personajes como Donald Trump al mando de la mayor potencia de Occidente y con el descontrol irracional de grupos como el Estado Islámico, en Oriente, ¿el mundo podría estar más cerca de una tercera guerra mundial?

Aunque hay un enorme signo de interrogación en torno a la política exterior de Trump, algunos comentarios que ha hecho sobre las armas nucleares, la seguridad colectiva y el medio ambiente causan más inquietud que el Estado Islámico. Además de afirmar que considera absurdo poseer armas nucleares si éstas no se pueden usar, ha insistido en que los países de Europa Occidental (miembros de la OTAN), Japón y Corea del Sur deben costear su propia defensa poniendo en entredicho el papel convencional de Estados Unidos como garante de la seguridad en esas zonas. A su vez, niega la ciencia tras el cambio climático, lo cual puede afectar el compromiso estadounidense con el Acuerdo de París, de fundamental importancia para enfrentar el calentamiento global. Todo esto crea un grado de incertidumbre peligroso e indeseable en la esfera internacional.

La presión que vendría del gobierno Trump

A su juicio, ¿cómo se afectaría y de qué modo el acuerdo de paz colombiano, dadas las nuevas circunstancias internacionales, en particular, el timonazo que dio Estados Unidos hacia un extremismo de derecha? 

Por Cecilia Orozco

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