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"Hay que exorcizar los demonios"

El senador Horacio Serpa comenta el controvertido debate en el Congreso, del también senador Iván Cepeda contra Álvaro Uribe por su presunta cercanía con los grupos armados ilegales de ultraderecha.

Cecilia Orozco Tascón
21 de septiembre de 2014 - 02:00 a. m.
“No vamos a conseguir un país mejor escondiendo el pus que está bajo la piel de Colombia”, dice Horacio Serpa. / Óscar Pérez - El Espectador
“No vamos a conseguir un país mejor escondiendo el pus que está bajo la piel de Colombia”, dice Horacio Serpa. / Óscar Pérez - El Espectador
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El senador Horacio Serpa comenta el controvertido debate en el Congreso, del también senador Iván Cepeda contra Álvaro Uribe por su presunta cercanía con los grupos armados ilegales de ultraderecha. Explica por qué pidió conformar un tribunal extrajudicial que explore la incidencia paramilitar en los resultados electorales de 2002. Y asegura que hay que conocer todas las verdades para poder doblar la página de la historia.

¿Por qué y, sobre todo, para qué serviría un “tribunal de honor” que usted le propuso conformar al expresidente Uribe entre los dos, respecto de las elecciones presidenciales del año 2002 que él ganó y usted perdió?

Álvaro Uribe aseguró durante el debate de esta semana en el Congreso y para responder afirmaciones del senador Iván Cepeda, que si grupos paramilitares habían participado en las elecciones de 2002 no había sido para apoyarlo a él. Pregunto: entonces, ¿fue para apoyarme a mí? En consecuencia, le propuse al doctor Uribe conformar un tribunal con personas de absoluta confianza de los dos, para que aclaren a cuál candidato respaldaron los paramilitares. Todo el mundo tiene la certidumbre de que los grupos ilegales preferían a un aspirante presidencial. La cuestión está en establecer quién se benefició con esa preferencia.

Usted recordó, en su intervención, que en esa época interpuso una denuncia ¿Cuándo la presentó, contra quiénes y con el fin de que se investigaran cuáles hechos?

Puse una denuncia penal en la Fiscalía General el 9 de abril de 2002. Yo mismo se la entregué al fiscal de la época solicitándole investigar, precisamente, la intervención de los paramilitares en la campaña y en el día de las votaciones cuando, según se dijo, grupos armados obligaron a la gente de algunos municipios a votar en determinado sentido.

¿Qué evolución tuvo su denuncia?

No tuvo mayor desarrollo. La posición de la Fiscalía fue la de que – palabras más, palabras menos - los paramilitares no existían.

¿Era la época del fiscal Luis Camilo Osorio?

Así es.

Más allá de la denuncia judicial, ¿usted duda de la legitimidad política del triunfo de Álvaro Uribe en 2002?

En aquel momento no quise deslegitimar las elecciones a pesar de que mis abogados y algunos de quienes me apoyaban me dijeron que había serias evidencias sobre la presión paramilitar a favor de la campaña del doctor Uribe. Si usted recuerda, este ganó en primera vuelta con poco más del 50% de la votación. La votación restante, en un porcentaje que se acercaba a la otra mitad, la obtuvimos entre Noemí Sanín, Lucho Garzón y yo. El punto interesante es el siguiente: si el ganador de esa elección hubiera obtenido 300 mil votos menos, no habría podido declararse presidente en primera vuelta. La conclusión entonces es que si hubo un número similar de votos obligados por las armas o por intimidación, habría habido motivos para declarar la nulidad. Pero de una vez le advierto que no voy tras ese objetivo. Lo que sí valdría la pena sería la de conocer la verdad histórica.

Usted también se refirió, en cuanto a lo sucedido en 2002, al departamento de Córdoba ¿Por alguna razón especial?

Sí. En la costa Atlántica, Córdoba incluida, hubo mucha influencia paramilitar en las elecciones. Le insisto, no quise poner en duda la legitimidad de la elección de Álvaro Uribe porque me parecía que podrían derivarse consecuencias muy graves para el país. Pero como él trajo de nuevo el tema al presente en el Congreso, me pareció una excelente ocasión para que los investigadores revisen lo que realmente ocurrió en 2002.

Veo muy remota la posibilidad pero suponga que se pudiera conformar un tribunal como el que usted propone ¿Se encontrarían personas con tanta credibilidad como para que el país aceptara sus conclusiones?

Claro que sí. Pienso en gente respetable de los sectores académicos, centros de investigación social, juristas independientes y expertos en Derecho electoral. Ellos podrían darnos a conocer un resultado muy interesante.

Una de las frases más célebres del extraditado paramilitar Mancuso fue aquella según la cual su organización ilegal conquistó el 30% del Congreso en esos años. De hecho, hubo un buen número de congresistas condenados por parapolítica ¿Cree que la contaminación de la campaña presidencial podía llegar a un porcentaje cercano?

Pues ese dato que usted menciona y los que, de otro lado, aportaron los investigadores de la época, son precedentes que deberían tenerse en cuenta. La intervención del paramilitarismo en las elecciones del Congreso se comprobó estadística y científicamente. Pero no sucedió lo mismo en cuanto a la elección presidencial. Vuelvo al comienzo: el doctor Uribe dice que los paramilitares no votaron por él. Yo digo que por mí tampoco. Es sano buscar respuestas al enigma.

Bueno, y si la conclusión fuera favorable a usted, ¿reclamaría?

No haría absolutamente nada más que declarar mi satisfacción por el resultado. Lo que sí quisiera resaltar con ocasión de las palabras del senador Uribe en el Congreso esta semana es lo siguiente: 1.- En los años 2000 actuaba el paramilitarismo e intervenía en política con mucha fuerza 2.- Los paramilitares no votaron por mi candidatura 3.- La inmensa mayoría de los parlamentarios juzgados y condenados por parapolítica no pertenecieron a mi causa ni a mi campaña. 4.- Tengo la seguridad de que la duda que dijo tener el expresidente Uribe respecto de esos hechos, se resuelve a favor mío.

Aunque el debate del senador Cepeda fue de gran interés público, se le ha criticado porque, presuntamente, reabrió “heridas” ¿Está de acuerdo?

No. Conocer y estudiar las verdades históricas es necesario para poder pasar la página. El senador Cepeda se preparó bien, sostuvo con argumentos sus afirmaciones y realizó el debate que le querían impedir. Se lo reconozcan o no, Cepeda acorraló a su adversario que no dio respuestas a la mayoría de sus observaciones. Por el contrario, el doctor Uribe, tan inteligente y recursivo en política como es, cometió un error gravísimo y se puso en desventaja por voluntad propia.

¿Cuál?

No quiso escuchar a su acusador; se fue con la disculpa de que iba a denunciar a Cepeda a la Corte Suprema; regresó cuando ya el senador que citó el debate había terminado; ‘disparó con escopeta’ haciendo una serie de denuncias sobre un grupo de personas que no tenían qué ver con el debate directamente; no presentó ningún sustento de sus ataques. Y, luego, volvió a retirarse con su grupo de amigos en un hecho insólito en la historia del parlamento.

Usted dijo que había apostado que el expresidente iría al debate en contra de quienes opinaban que no enfrentaría a Cepeda.

También me tocó aceptar que perdí la apuesta. Abandonar el escenario democrático en donde, por excelencia, se controvierte y discute, se rechaza y se acusa, se defiende o se ataca, es sorprendente. Con mayor razón si quien lo hace es una persona de tanto prestigio e importancia como Álvaro Uribe, y si se tiene fama de ser tan ‘pantalonudo’ como se ha dicho que él es.

¿Cree, entonces, que la imagen pública de Uribe sufrió mengua?

Por lo menos sufrió su imagen de corajudo. Además, y aunque el senador Uribe tiene todo el derecho de defenderse, no es responsable de su parte lanzar improperios a diestra y siniestra sin darles a los demás el derecho de replicarlo. Uno no puede aparecer y desaparecer a su antojo del escenario en que se da una controversia tan grave como la que tuvo lugar esta semana en el Senado.

Pero la afirmación – así sea sin pruebas - de que Iván Cepeda ‘pertenece’ a las Farc, le puede servir a Uribe frente a sus seguidores.

Es un recurso de oratoria vacío porque hasta los uribistas saben que Cepeda no es guerrillero. La gente ya conoce la diferencia entre un hombre de la Farc y un político de izquierda. Esa confusión que anteriormente servía a algunos, ya no se la traga nadie. Cepeda es un político de la oposición y, si usted quiere, es contestatario. Además se le conoce por sesudo, inteligente y persistente. Uno no puede derrumbar la buena fama del senador Cepeda solo con la afirmación sin sustento de que pertenece a la guerrilla.

En conclusión, ¿el debate fue bueno para destapar verdades o fue malo por las heridas que volvió a destapar?

Escuché muchas opiniones de gente que decía que el debate había sido una vergüenza. No comparto esa opinión. Este es el país que tenemos y hay que hacer los exámenes que correspondan. Se ha llamado la atención sobre el hecho doloroso de que varios de los intervinientes sean víctimas de la violencia: el padre del senador Cepeda fue asesinado; El padre del senador Uribe fue asesinado; el padre de uno de los senadores intervinientes, el doctor Galán, fue asesinado; el padre de otro de los intervinientes, el doctor Lara, fue asesinado; los padres de los dos ministros presentes en el debate, el del Interior y el de Justicia, fueron asesinados. No vamos a conseguir un país mejor escondiendo el pus que está bajo la piel de Colombia. Hay que exorcizar los demonios.

¿Cómo califica a este Congreso comparado con el que usted conoció hace 24 años cuando salió del Senado?

Me siento muy bien en el Congreso. Noto que ahora existe menos retórica que antes. Es decir, los congresistas están muy bien informados pero tienen menor capacidad oratoria. Y también noto una nueva dificultad: cada parlamentario es ‘jefe’. Existen muchos ‘jefes’ en el Capitolio. Entonces se advierte la dificultad de entrar en conversación, en análisis de temas, en acuerdos de partido, en el manejo de las relaciones con el gobierno, etc…

¿Mucho cacique y poco indio? ¿Hace dos décadas no era lo mismo?

Antes había caciques, claro. Pero el resto éramos indios (risas). Y así nos entendíamos mejor.

Usted también parece ser distinto. Antes era conocido por su dureza en el discurso. Esta semana, cuando lo escuché, me pareció más reposado ¿Se le acabó el vibrato que lo hizo famoso?

Todavía tengo el vibrato (risas). Pero también cuento con más horas de vuelo.

¿Significa que es tiempo de bajar la guardia?

No. Significa que soy más analítico. Lo que pasa es que antes andaba con la espada en la mano. Ahora conservo la espada pero la uso solo para la controversia parlamentaria y procuro no herir a nadie con ella ni con mis conceptos.

Usted y Uribe tienen un rango político diferente al de los demás congresistas: él fue presidente de la República y usted, candidato presidencial y jefe político durante mucho tiempo. Compartir de igual a igual con parlamentarios que apenas conocen la historia y que no tienen su bagaje ¿es una lección de humildad?

Tengo un largo recorrido político pero en este momento no soy jefe de nadie. He regresado al Congreso como un luchador más. En la bancada liberal me respaldan y tengo la satisfacción de que, en general, todos parlamentarios me respetan. Quisiera aprovechar este cuarto de hora para ser útil sin ninguna pretensión. Sí, es una lección de humildad pero reitero que cuando haya necesidad de defender mis criterios y mis conceptos, a mi partido y al gobierno, lo haré con el talante que corresponde.

Si se revisara la historia ¿qué pasaría?

Según los datos electorales reportados por la Registraduría para el año 2002 en la primera vuelta presidencial y cuando los principales candidatos eran Álvaro Uribe, Horacio Serpa, Luis Eduardo Garzón y Noemí Sanín, el resultado para Uribe fue de 5.862.655 votos, equivalentes al 53% del total. Esto lo convirtió, de inmediato, en Presidente de la República. Según las normas electorales, quien obtenga la mitad más uno de la totalidad de los votos es jefe de Estado sin que se realice la segunda vuelta. Los votos válidos nacionales fueron 11.051.645. El 50% de tal cifra es 5.525.822. La diferencia entre estos y los que obtuvo el ganador es de 336.800 votos. Por eso Serpa asegura en la entrevista publicada en estas páginas que si el expresidente Uribe hubiera obtenido 300 mil votos menos, tendría que haber ido a segunda vuelta en competencia con el candidato que le seguía, es decir, con el propio Serpa. De acuerdo con investigadores universitarios y de centros independientes de estudio, la incidencia paramilitar en las elecciones presidenciales y parlamentarias de ese año fue alta y decisiva en algunos municipios del país, en particular en ciertas regiones de la Costa Atlántica. En esa primera vuelta, el candidato liberal obtuvo 3.514.779; Garzón, 680.245; y Noemí Sanín, 641.884.

“No he traicionado mis principios liberales”

En su intervención ante el Senado durante el debate que promovió Iván Cepeda y cuando usted apoyó a este, también le escuché decir que reiteraba su aprecio y respeto por Álvaro Uribe. En otros escenarios ha dicho lo mismo, e incluso ayudó a elegir y a reelegir a Alejandro Ordóñez como procurador, siendo su opuesto político ¿Cómo explica sus aparentes contradicciones ideológicas?

El doctor Uribe y yo fuimos compañeros políticos y de bancada durante años. Como lo dije en el debate, un amor viejo no se olvida. He cuestionado sus políticas y no he compartido sus procedimientos, algunos de los cuales cuestioné, precisamente en el debate. Sin embargo, nunca lo he insultado ni he involucrado a su familia en las discusiones que se han presentado. En cuanto al procurador Ordóñez, en materia política somos agua y aceite. No he estado de acuerdo con sus apreciaciones, sus conceptos ni muchas de sus decisiones. Cuando ha habido necesidad de criticarlo, lo he hecho. Por ejemplo, cuando dije públicamente que no compartía la sanción de destitución a Petro que me pareció desproporcionada. Ahora, como esas decisiones fueron tomadas con la autoridad y mando que le da la Constitución a su cargo, las acato a pesar de lo que piense de ellas. Nada de lo anterior hace que traicione o ceda mis principios liberales.

 “Si el ganador de esa elección (presidencial de 2002) hubiera obtenido 300 mil votos menos, no habría podido declararse presidente (de la República) en primera vuelta”.

 

“No vamos a conseguir un país mejor escondiendo el pus que está bajo la piel de Colombia”.

 

Si se revisara la historia, ¿qué pasaría?

Según los datos electorales reportados por la Registraduría, para el año 2002, en la primera vuelta presidencial y cuando los principales candidatos eran Álvaro Uribe, Horacio Serpa, Lucho Garzón y Noemí Sanín, el resultado para Uribe fue de 5’862.655 votos, equivalentes al 53% del total. Esto lo convirtió en Presidente de la República. Según las normas electorales, quien obtenga la mitad más uno de la totalidad de los votos es jefe de Estado sin que se realice la segunda vuelta. Los votos nacionales válidos fueron 11’051.645. El 50% de tal cifra es 5’525.822. La diferencia entre estos y los que obtuvo el ganador es de 336.800 votos. Por eso Serpa asegura en la entrevista publicada en estas páginas que si el expresidente Uribe hubiera obtenido 300.000 votos menos, tendría que haber ido a segunda vuelta en competencia con el candidato que lo seguía, es decir, Serpa. De acuerdo con investigadores universitarios y de centros independientes de estudio, la incidencia paramilitar en las elecciones presidenciales y parlamentarias de ese año fue alta y decisiva en algunos municipios del país, en particular en ciertas regiones de la Región Caribe. En esa primera vuelta, el candidato liberal obtuvo 3’514.779; Garzón, 680.245, y Sanín, 641.884.

“No he traicionado mis principios liberales”

En su intervención ante el Senado durante el debate que promovió Iván Cepeda y cuando usted apoyó a éste, también le escuché decir que reiteraba su aprecio y respeto por Álvaro Uribe. Ha dicho lo mismo e incluso ayudó a elegir y a reelegir a Alejandro Ordóñez como procurador, siendo su opuesto político. ¿Cómo explica sus aparentes contradicciones ideológicas?

El doctor Uribe y yo fuimos compañeros políticos y de bancada durante años. Como lo dije en el debate, un amor viejo no se olvida. He cuestionado sus políticas y no he compartido sus procedimientos, algunos de los cuales cuestioné en el debate. Sin embargo, nunca lo he insultado ni he involucrado a su familia en las discusiones. En cuanto al procurador Ordóñez, en materia política somos agua y aceite. No he estado de acuerdo con sus apreciaciones, sus conceptos ni muchas de sus decisiones. Cuando ha habido necesidad de criticarlo, lo he hecho. Por ejemplo, cuando dije que no compartía la sanción de destitución a Petro, que me pareció desproporcionada. Ahora, como esas decisiones fueron tomadas con la autoridad y mando que le da la Constitución, las acato a pesar de lo que piense de ellas. Nada de lo anterior hace que traicione mis principios liberales.

Por Cecilia Orozco Tascón

 

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