Publicidad

“Los narcos se pueden fugar, pero el Estado los encuentra”: Rosso José Serrano

El exdirector de la Policía explica en qué consistió la asesoría colombiana al gobierno de México para organizar el operativo de recaptura del “Chapo” Guzmán, después de una charla de los presidentes Santos y Peña Nieto.

Cecilia Orozco Tascón
17 de enero de 2016 - 02:00 a. m.

A usted le ha tocado lidiar con una parte de los mayores narcotraficantes del mundo. ¿Es cierto que el gobierno mexicano lo llamó para que lo asesorara en estrategias de ubicación, captura y recaptura del “Chapo” Guzmán?

Tan pronto se fugó el Chapo Guzmán, el presidente Santos y el presidente Peña Nieto conversaron. Después me llamó el general Palomino y me dijo que el presidente me pedía ir a México con el general Montenegro (exsubdirector de la Policía de mi época), el general Trujillo (exdirector de la Dijín) y un grupo de oficiales activos de la Dipol (Dirección de Inteligencia) y de la Dijín (Dirección de Investigación Criminal) para compartir nuestras experiencias con los funcionarios del gobierno mexicano, en la persecución de los carteles. Le pregunté para cuándo era el viaje. Me contestó que salíamos en el primer vuelo de la mañana siguiente. Fuimos muy bien recibidos por la Secretaría de Relaciones Exteriores (Cancillería) en el aeropuerto y nos dirigimos al despacho del secretario de Gobernación (ministro del Interior) Miguel Ángel Osorio Chong. Allí estuvimos toda la tarde y continuamos los días siguientes.

Apartando la vanidad, ¿cuáles de sus consejos les fueron útiles a los mexicanos?

De manera muy humilde compartimos nuestros conocimientos. Les dijimos que constituyeran un grupo pequeño de búsqueda, muy especializado, y que escogieran gente joven y bien formada; que dificultaran las filtraciones y la corrupción utilizando continuamente el polígrafo. También les indicamos que estudiaran muy bien el círculo de amantes del Chapo, pues con 21 hijos que tiene, se podían abrir muchas brechas. Les pedimos que se enfocaran en detectar a sus contadores, porque éstos saben intimidades que casi nadie más conoce. Y compartimos con ellos un ángulo de investigación que fue eficaz en nuestro caso: los narcos suelen ser apegados a su mamá. A través de ella se pueden lograr revelaciones. Asimismo, les explicamos la importancia de la mujer policía en nuestras operaciones.

¿Como en cuáles casos?

Recuerde que detectamos a Gilberto Rodríguez, previo seguimiento a su contador, alias el Flaco, por el olor de la loción predilecta del capo que una de nuestras agentes se había dedicado a guardar en su memoria olfativa. Él no aparecía en el sitio en que lo buscábamos y, cuando ya nos íbamos, la agente captó el olor y dijo: “Está aquí”. Así era. En fin, compartimos sin ningún límite las lecciones que habíamos aprendido en 40 años de lucha contra los carteles, que no es poca cosa.

¿No hubo chistes en medio de tanta tensión? La segunda huida del “Chapo” constituía una vergüenza para el Estado mexicano, como lo fue aquí el escape de Pablo Escobar y otros…

Claro que sí. Les dije: “Tranquilos, que a ustedes se les fugó el Chapo y a nosotros se nos fugó Chepe. Me refería a Santacruz, tercer hombre en importancia de la organización del cartel de Cali que, siete semanas más tarde, localizamos en Medellín de pura chepa. Fue cuando lo dimos de baja. Santacruz se había escapado de una cárcel de alta seguridad (año 1997), La Picota, como ocurrió con el Chapo en El Altiplano. También les relaté la forma en que sucedió la fuga de Pablo Escobar cuando yo era director Antinarcóticos de la Policía, y cómo fue la persecución contra él y su muerte, a manos del bloque de búsqueda. En el fondo, mi mensaje para ellos era: los narcos se pueden fugar, pero el Estado siempre los vuelve a encontrar.

¿Qué papel cumplieron los oficiales activos de la Policía que fueron con ustedes?

Los oficiales de la Dipol y la Dijín, excelentes en el conocimiento actual de la conducta de los carteles de droga, trataron sus especialidades en seguimiento, manejo de informantes, pagos de recompensas, debilidades de los narcotraficantes, etc. Ellos permanecieron un mes en México. Al respecto, hay que decir, sin embargo, que aunque nuestra experiencia les sirvió, fueron los mexicanos quienes actuaron, quienes encontraron al Chapo y quienes lo recapturaron con un valor inmenso. Merecen una gran felicitación.

Tal como usted lo hizo con los entonces poderosos jefes del cartel de Cali, Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela…

Cierto. Cuando llegué a la dirección de la Policía, a finales de 1994, la orden del presidente (Samper) era la de dar captura a los jefes del cartel de Cali. Nos dedicamos a esa tarea y, por fortuna, seis meses después, estaban tras las rejas. Nuestros golpes contra los narcos contribuyeron a mantener la institucionalidad del país. Y no capturamos sólo a los Rodríguez. Recuerde que en el año 1999, en trabajo de Inteligencia conjunto con fiscales y agentes de Estados Unidos, ejecutamos la “Operación Milenio”, en la que detuvimos a 32 capos en una sola noche, incluyendo a Fabio Ochoa hijo, del clan de los Ochoa. Todos fueron extraditados a Estados Unidos.

¿Cuántas extradiciones hubo en su período al frente de la Policía?

Más de 2 mil, la mayoría de ellos por tráfico de drogas. En México también expuse estos resultados y les dije que Colombia aceptaba la medida de la extradición porque el delito de narcotráfico, su ejecución y sus consecuencias involucran los territorios y los habitantes de varios países y que, por eso, combatirlo es responsabilidad de todos.

Por la enorme difusión que ha tenido la recaptura del “Chapo” Guzmán se han conocido detalles sobre la forma como vivía y se escondía. Sorprende su similitud con los capos colombianos. ¿Es cierto o falsa esta impresión?

Hay muchas similitudes y también diferencias. El Chapo hizo construir túneles muy sofisticados para huir. Los Rodríguez Orejuela usaron caletas, también de una increíble sofisticación, para esconderse y, de esa forma, escapar a nuestro asedio. Los narcos mexicanos y colombianos se parecen en sus excentricidades, en la obsesión por adquirir inmuebles, exhibir vehículos de lujo, costosas joyas u obras de arte de cuyos autores nunca han oído hablar; y en la atracción por mujeres bellas y de renombre. Pero, en cuanto al Chapo, la diferencia de éste con Escobar y los Rodríguez se relaciona con el origen citadino de estos últimos. Por eso, estos optaron por permanecer en sus ciudades (Medellín y Cali). El Chapo, en cambio, se desplazó a sitios alejados de los centros urbanos porque creía que permaneciendo lejos no podía ser localizado. Tanto los primeros como el segundo estaban equivocados.

Pero la construcción del túnel por el que escapó el “Chapo” aventaja, de lejos, la ingeniería empleada en las caletas de los Rodríguez.

El Chapo y su grupo mandaron a construir los túneles más elaborados para pasar la droga desde Tijuana hacia Estados Unidos. Pero el de la cárcel los supera por su ingeniería y porque es un gran monumento a la corrupción. El cartel de Cali se especializó en la construcción de caletas como sitio de ocultamiento, para evadir el cerco policial, tal como lo lograron varias veces. Y también eran refinadas. Recuerdo ahora la que encontramos en un apartamento de 72 metros, en donde solía esconderse Miguel Rodríguez. Tenía capacidad para que una persona pudiera permanecer allí, cómodamente instalada. Estaba equipada con todo lo necesario, incluyendo oxígeno para varias horas y cuya clave para abrirla era un alfiler que entraba por un pequeño agujero, casi invisible.

La leyenda social que surge tras los narcos impide verlos como los criminales que son. Por el contrario, hay mucha gente que los pone a nivel de salvadores de los pobres y otra que los muestra en su faceta de “conquistadores” de actores, modelos y reinas. ¿A qué se debe este fenómeno?

Es muy común que eso ocurra. Pablo Escobar tenía imagen, en ciertos barrios de Medellín, de hombre bondadoso porque construía y regalaba casas y canchas. Los Rodríguez Orejuela se vanagloriaban de venderle a la gente de Cali medicamentos baratos en su red de droguerías La Rebaja; de sostener algunos equipos de fútbol para divertir a la gente, y de poseer un banco con los préstamos de intereses más bajos del mercado. No deja de sorprenderme que cantantes, actores, actrices y reinas o modelos se dejen seducir por ellos y me intriga por qué caen en esa tentación. He llegado a creer que quienes viven en el mundo de la farándula terminan creyendo que la fantasía en torno a estos criminales es real.

¿Ellos conquistan a mujeres bellas y famosas o ellas se les ofrecen y acercan?

¡Quién lo creyera! Es mucho más frecuente que ellas busquen a los narcos. Casi siempre lo hacen por dinero, pero también por el deseo de tener una aventura que creen, de nuevo, que sólo es de lujo y glamour. Paradójicamente, las debilidades de los capos con las mujeres se convierten en fortalezas de los investigadores, quienes, siguiéndolas a ellas, llegan a donde los narcos se esconden y pueden capturarlos, tal como sucedió con la actriz Kate del Castillo.

… Y terminan en la cárcel, después de la aventura...

…Cuando no son torturadas y asesinadas. El narcotráfico disparó las cirugías estéticas en Colombia porque a los narcos les gusta el prototipo de mujer exuberante y, a quienes los buscan, les fascinan las siliconas. Son famosas las historias de muchos capos que por un fin de semana en Cartagena pagaban -como en el caso de Henry Loaiza, alias el Alacrán-, además de cirugías plásticas, con miles de dólares y hasta con carros. Nuestra historia de la lucha contra el narcotráfico está llena de nombres de mujeres bonitas y famosas.

¿La relación del “Chapo” con Sean Penn y con Kate del Castillo tiene un simbolismo social parecido al de Colombia en este triste campo?

Se trata del mismo fenómeno, sólo que con el paso del tiempo se evidencia cómo se van rompiendo cada vez más las barreras sociales: antes se escondían. Ahora parece que a nadie le importara relacionarse públicamente con los narcos, a pesar de la estupidez que significa semejante decisión para el futuro de sus vidas, por las graves consecuencias penales que nexos de este tipo pueden generar. Los actores Penn y Del Castillo no saben todavía el lío en que están frente a la justicia de Estados Unidos, porque ésta no perdona.

Importantes líderes de opinión son partidarios de legalizar las drogas para que los gobiernos tengan el control del mercado y puedan acabar con el negocio billonario del narcotráfico. ¿Comparte esa apreciación?

No creo en la legalización de las drogas duras. Para mí la única vía posible para tener éxito en la lucha contra el narcotráfico es aplicar, sincera y realmente, la teoría de responsabilidad compartida porque, entre tanto, estamos ahogándonos en una división torpe en que cada uno le echa la culpa al otro porque los unos son productores, los otros consumidores y los de más allá lavadores de dinero. Me enerva cuando escucho, como disculpando la falta de acción, que hay países de tránsito y que los demás son los que producen los precursores.

Si únicamente activando la colaboración entre países se resolviera el problema del narcotráfico, ¿cómo explica que la situación colombiana siga igual o peor que hace 20 o 25 años, después de la guerra que ha dado, conjuntamente con los norteamericanos, contra los carteles?

Creo que, contrario a lo que usted dice, Colombia ha hecho bien su trabajo. Por eso es reconocido en todo el mundo. Lo que pasa es que lo que ha ejecutado ha tenido un costo muy alto en vidas y prestigio. Repito, por ser un delito global, el mercado ilícito de drogas no se va a solucionar con el combate del mismo por parte de uno o de dos países. Tiene que haber un compromiso mundial que se traduzca en legislación, programas, asignación de presupuestos y obras. Hasta ahora no hemos visto la gran unión internacional contra el crimen organizado de la droga.

* * *

Serrano, asesor en seguridad de la Cancillería

Usted se retiró de la Policía, pero no de la vida laboral, continúa trabajando con tanta intensidad como en su época de director. ¿Con cuáles organismos nacionales e internacionales y en cuáles tareas específicas?

Cuando me retiré estuve, previa invitación, en la Universidad Georgetown, en donde adelantamos, con un grupo especial, un programa para prevenir la delincuencia en menores. Luego fui, durante casi ocho años, embajador de Colombia en Austria. Recuerde que en Viena está la Oficina contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas (Unodc, por su sigla en inglés). Ciertamente, en ese escenario admiran nuestra experiencia en estos temas tan complejos. Hace seis años me vinculé a la Cancillería en calidad de asesor, a petición del presidente, la ministra Holguín y el general Naranjo, para la aplicación de un sistema de seguridad integral que compartimos con Centroamérica, Islas del Caribe y África Occidental. Y hace poco estuve, junto con otros oficiales en retiro y activos, en México. En fin, he evitado caer en la situación que describió David Brown: “Pensionado que no hace nada, cava su tumba”. Siempre he disfrutado lo que hago, tanto ayer como hoy.

La “hermandad” entre narcos colombianos y mexicanos

¿Son verdaderas o imaginarias las versiones sobre los nexos entre los narcos colombianos y los mexicanos?

La hermandad y confianza entre la mafia colombiana y la mexicana no sólo son un hecho: vienen desde hace muchos años. Las relaciones de negocios, de lavado y de rutas de entrada y salida de la droga entre los carteles de allá y de acá son frecuentes y constantes.

¿Son comparables, también, en la crueldad de sus métodos?

El narcotráfico no existe sin violencia extrema y sin ajustes de cuentas. Los sistemas que se utilizan para someter a quienes están alrededor suyo y para cobrar deslealtades son de similar crueldad: cada uno de sus actos, no importa si fue hecho allá o acá, da escalofrío. Se queda uno aterrado con capítulos como el del asesinato, en masa, de los 42 jóvenes estudiantes, y se recuerda la destrucción física y las miles de muertes que produjeron los atentados de Escobar. A propósito de lo que usted pregunta, supe que estando preso Pablo Escobar fue a visitarlo a la cárcel un mexicano para pagarle una deuda de US$8 millones. Lo hizo, según confesó después, porque estaba seguro de que Escobar iba a mandar a matarlo cuando quisiera, tal como lo hizo con los hermanos Galeano (asesinados y enterrados en “La Catedral”).

Por Cecilia Orozco Tascón

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar