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“Mi candidatura no será excluyente ni sectaria”: Robledo

Jorge Enrique Robledo, senador y ahora precandidato presidencial del Polo Democrático para 2018, descarta alianzas con sectores de izquierda como el petrismo o las Farc, si éstas entraran en la contienda legal. En cambio, propone el ingreso a su campaña de votantes comunes de los partidos tradicionales. Afirma que quienes lo tildan de intolerante, lo hacen porque no tienen argumentos en su contra.

Cecilia Orozco Tascón
30 de octubre de 2016 - 03:30 a. m.
“Cuando Petro llegó a la alcaldía ya no era del Polo y no gobernó con nuestro programa. No tengo por qué responder por sus actos”: Robledo. / Mauricio Alvarado
“Cuando Petro llegó a la alcaldía ya no era del Polo y no gobernó con nuestro programa. No tengo por qué responder por sus actos”: Robledo. / Mauricio Alvarado

¿Por qué hacer pública su aspiración presidencial con tanta anticipación a las elecciones (mayo de 2018)?

Nuestro proyecto no está basado en clientelismo y no tiene ni quiere tener mermelada para repartir. Somos un partido de oposición y nuestro interés es crear una gran convergencia para cambiar a Colombia. Tenemos que transformar la visión que nos ha gobernado durante tantos años, y toma tiempo y esfuerzo llegarle a todo el país para que se entienda que hay una verdadera alternativa. No contamos con recursos, pero sí tenemos a miles de compatriotas y a muchos sectores que llevan años expresando que mi candidatura le agregaría al debate democrático. Junto con ellos, estamos empezando este largo camino. Y como dicen, al que madruga…

En la práctica, ¿qué significa que usted haya hecho conocer su aspiración: empezará campaña, reunirá fondos, trabajará una plataforma ideológica?

Lo que hice fue proponerle al Polo que iniciara el proceso para seleccionar su candidato presidencial para las elecciones de 2018 y que considerara mi precandidatura al igual que pedirle que definiera su norte político de manera que también avancemos en las campañas de Cámara y Senado. Estoy adelantando tareas propias de este momento. Por ejemplo, pensando en diversos temas e intercambiando con especialistas –no todos del Polo– sobre ellos, para definir un programa de gobierno ejecutable. Y vamos a crear un gran equipo de voluntarios que libren esta batalla electoral con el mismo criterio que a mí me inspira.

¿Quién le disputaría la candidatura dentro de su partido? Usted dijo que Clara López “quemó las naves en relación con el Polo”, frase que se interpreta como que ella ya no representa a su colectividad…

Ni Clara ni Santos le consultaron al Polo su nombramiento en el ministerio. La dirección del partido estableció que tenía que renunciar a la presidencia si aceptaba ese cargo y que, en él, actuaría a título personal sin comprometernos en ninguna de sus decisiones, posición que ratificamos ahora que anda respaldando la reforma tributaria más regresiva de historia del país. Por si hiciera falta, hace poco Clara reiteró: “Depongo mis diferencias con Juan Manuel Santos”. Es obvio que violó todas las líneas rojas y que quemó las naves con relación a los cargos directivos del Polo, porque éste se destruiría si acepta que aquí no ha pasado nada y que los dirigentes que hemos sido leales al programa que acordamos con Carlos Gaviria somos, para cualquier efecto, intercambiables con un exministro de Santos con quien divergimos en todos los temas capitales exceptuando el proceso de paz.

¿Es posible que el Polo termine dividiéndose entre usted y ella, o Clara está –de acuerdo con su interpretación- formalmente fuera del partido?

Clara López sigue siendo del Polo. El partido tomará las decisiones que tengan que ver con ella y la organización.

La realidad de la política puede imponer condiciones e, incluso, algunas transacciones que, en su caso, no traicionen sus principios. Si el Polo confirmara su candidatura, ¿haría acuerdos con Petro o con los exintegrantes de las Farc para fortalecer sus posibilidades electorales?

Petro se retiró del Polo porque no quisimos respaldarle el acuerdo que hizo con Santos después de las elecciones de 2010, y llamó a votar por Santos desde la primera vuelta de 2014. Luego tenemos diferencias insalvables. En el caso de las Farc, saludamos su decisión de abandonar la lucha armada y respaldamos que, en el proceso de paz, tengan garantías para reintegrarse a la vida civil. Pero también es cierto que el Polo se creó con una posición de rechazo al uso de las armas, que tenemos grandes diferencias con esa organización y que somos proyectos políticos diferentes. No veo a las Farc haciendo parte de una candidatura como la mía.

No quiero establecer comparaciones, puesto que usted ha sido un congresista admirado, pero, ¿no cree que su candidatura padecería el síndrome negativo de las administraciones de Samuel Moreno y del propio Petro aunque haya diferencias entre ellos dos?

Cuando Gustavo Petro llegó a la alcaldía ya no era del Polo y no gobernó con nuestro programa. No tengo por qué responder por sus actos. Recuerde que nuestro candidato a la alcaldía, en esa ocasión, fue Aurelio Suárez. Y sobre la administración de Samuel Moreno sólo queda insistir en que el Polo ha asumido una posición autocrítica con lo ocurrido, que nos avergüenza, que cualquier cosa negativa que haya pasado no fue una decisión del partido y que mi sector no tuvo ninguna relación burocrática o de política con esa alcaldía. Pero no se me escapa que ello será usado por mis contradictores, aunque carezcan de autoridad moral para hacerlo. Otra dificultad más que una hoja de vida intachable y la inteligencia de los colombianos nos permitirá vencer.

¿Cree que sus electores repetirían el voto que le han dado como senador para elegirlo presidente tratándose de elecciones tan distintas?

Son elecciones diferentes, sin duda, pero a favor de esta propuesta: en las presidenciales, el ciudadano logra liberarse más de las trampas de la politiquería y aumenta el voto a conciencia, actitudes que son la base de esta propuesta. Los colombianos estamos “mamados” con el cuento de cada cuatro años, de que “ahora sí…” el doctor pepinito -que ha estado en todas las grandes decisiones contra el país-, dizque cambió, que “ahora sí” va a arreglar las cosas. Soy optimista sobre el hecho de que los votantes deseen modificar las cosas en el sentido que estoy proponiendo y que, esta vez, vayan a dar el paso decisivo.

Así como usted ha sido alabado, también ha sido criticado por su presunta actitud negativa que no le permitiría aceptar ninguna propuesta que no salga de su propio grupo. ¿Se considera sectario e intolerante?

Es muy de la politiquería calumniar al adversario que no puede derrotarse en el debate. Así proceden contra mí, en especial los fanáticos del dogma neoliberal. En su viveza sectaria no reconocen como propuestas las que formulo, porque son contrarias a las de ellos. En realidad, lo que los irrita es mi coherencia y que no me puedan “cuadrar” sus posiciones y, más, porque saben que lo democrático de estas concepciones terminará por convencer al país. Con el senador conservador Juan Mario Laserna radiqué una ley contra el monopolio de la telefonía móvil. Pregunten en el Congreso si he maltratado a algún colega o si no me he unido con quien haya coincidido en una causa correcta. ¿Hay una propuesta más unitaria que esta?

Puede ser, senador, pero también le han dicho sectario algunos polistas destacados… ¿Qué les diría?

Que no es cierto y que usan ese término para reemplazar la falta de argumentos por el ataque personal, bien sea en debates que son propios de la actividad política o porque así justifican su decisión de abandonar el programa y el proyecto político que creamos en 2005.

En su campaña, ¿buscaría votos entre los grupos empresariales y miembros de partidos tradicionales?

He dicho que mi programa de gobierno defenderá los intereses y derechos de los sectores populares que tanto sufren, de las clases medias cada vez más maltratadas y del empresariado arruinado o golpeado por el libre comercio. Como se sabe, defiendo a los débiles, pero no me alegra que a las empresas les vaya mal o se quiebren por la simple razón de que son insustituibles en el conjunto de la creación de riqueza y empleo. Es más: hoy más que nunca la salvación de Colombia depende de que se pueda unir toda la nación, no obstante las contradicciones entre sus partes. Y esto no lo digo por la precandidatura. Puede comprobarse que siempre he sostenido que en las transformaciones democráticas del país cabe el empresariado. Yo no sería del Polo si su programa propusiera –y no lo propone– estatizar la economía y acabar con la propiedad privada.

Pues muchos lo creen, simplemente porque el Polo es de izquierda. ¿No piensa que la coyuntura latinoamericana actual, con cambios de tendencia derechista en varios países, tampoco favorece la candidatura del Polo?

Son cada vez más los colombianos que entienden que el país necesita un cambio que puede lograrse con la candidatura de este senador, al que, sólo con mentiras, pueden identificarlo con posiciones que no le convengan al país. Tacarán burro los vivos que intenten engañar a los colombianos con cualquier tipo de “coco” que quieran esgrimir.

¿En su propuesta política incluye, entonces, a personas de todas las tendencias?

No será una candidatura que se agote en el Polo, excluyente, sectaria, circunscrita a los que no venimos del liberalismo y el conservatismo. De ninguna manera. Bienvenidos los sectores alternativos, por ejemplo, Verdes, Asi y Maíz, y los ciudadanos sin partido. Pero también los liberales, conservadores, de la U, de Cambio Radical, de Opción Ciudadana y del Centro Democrático. Me refiero, por supuesto, a los votantes del común porque no los voy a someter a la pesadilla de terminar en un acuerdo con Germán Vargas Lleras o con alguien como él, con quienes tengo discrepancias programáticas insalvables. De lo que se trata es de promover una convergencia nacional. Creo que las condiciones para lograrlo están dadas. Sólo falta ponerle manos a la obra.

¿Podrá competir con candidatos de partidos de mayor organización y votos?

Que los que han mandado en Colombia tienen más poder y más plata no ofrece dudas. Pero cuentan con una debilidad que puede conducirlos a la derrota: no tienen la razón, como puede demostrarse hasta la saciedad. Ellos y sus partidos son parte de los mismos con las mismas, y, aquí, las mismas son las malas políticas que le han impedido a Colombia prosperar. Dos pruebas irrefutables: primera, un producto per cápita de apenas 6 mil dólares, y a punta de materias primas, hecho que demuestra un capitalismo subdesarrollado y enclenque, Y su fracaso para dirigir. Y, segunda, somos el cuarto país con la peor desigualdad social en el mundo, otra verdad que pone en evidencia lo caro que han salido sus servicios de dirigentes, no obstante su mediocridad de gobernantes. Luego, hay razones objetivas para que tomemos la decisión de relevarlos.

Ay, senador, discúlpeme, pero no soy tan optimista como usted. ¿Va a derrotar la maquinaria de los partidos tradicionales con “razones objetivas”?

Es una ley que los países se transforman cuando cambian las gentes y éstas se deciden a reemplazar a los malos dirigentes, por poderosos y astutos que sean. Esa es la historia de la humanidad, y la de Colombia no será la excepción. No hay que dejarse engañar por las falacias de los defensores de un statu quo inicuo. Y mi deber de ciudadano es hacer lo que me dictan mi conciencia y mi compromiso de hacer esfuerzos por cambiar positivamente a mi país desde el puesto en que me toque luchar, aun a costa de renunciar a la zona de comodidad en la que podría quedarme.

En otros temas: el clima político del país está enrarecido por el resultado, tan ajustado, del plebiscito. ¿Cree que estamos en peligro no sólo de que fracase el acuerdo de paz, sino de que se desate una nueva ola de violencia?

Lo grave no es la controversia, pero sí la extrema agresividad con la que la han promovido. También preocupa que los ataques verbales generen violencia. Incluso, he dicho que cualquier proceso de paz debe acompañarse de un desarme de los espíritus como el que acompañó el fin de la confrontación liberal conservadora. Y estoy promoviendo otra reflexión. Así estamos porque Santos y Uribe, y sus aliados y coroneles, no se han puesto de acuerdo en cómo desarmar a las Farc, a pesar de que eso nos conviene a todos. Y ello ocurre aunque durante 25 años se han puesto de acuerdo los miembros de la Unidad Nacional y el Centro Democrático en todos los asuntos de importancia para el país, con nefastas consecuencias. No digo que su estrellón sobre el proceso de paz sea una pantomima, pero parece, dado lo que les sirve a las dos partes, que así nos llevan hacia 2018 en una polarización bipartidista como la liberal-conservadora de décadas pasadas.

Uno de los juristas más importantes del mundo, el italiano Luigi Ferrajoli, sostuvo en entrevista para “Semana” que derechos como la paz no pueden ser sometidos a plebiscito, porque se trata de “un principio contramayoritario”. Significa que éste no puede ser decidido por las mayorías porque es un derecho inherente al ser humano… ¿Qué opina de esa interpretación que implica que “el referéndum no era y no es necesario para legitimar la paz y mucho menos era y es suficiente para deslegitimarla”?

Aunque sigo pensando que habría sido mejor para el país el triunfo del Sí, ganó el No. Y estoy lejos de creer que ese plebiscito, que el Gobierno convocó porque quiso y en el que participamos todas las fuerzas políticas de la nación, sea un hecho menor que pueda despacharse con argumentos como ese. Sería muy negativo para el país, y en especial para lograr las transformaciones que necesita Colombia, que no pudiera lograrse un acuerdo nacional para terminar con la lucha armada de las Farc y ojalá con la del Eln.

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“No quiero sumarle una medallita a la vanidoteca”

Su precandidatura surge en un momento de aguas agitadas para la izquierda colombiana: fuera de la de su partido, hay por lo menos dos figuras más que podrían disputarse la Presidencia: Petro y Piedad Córdoba. Añada el ingreso a la disputa política legal de quien podría representar a las ex Farc. ¿De dónde van a sacar votos para tantos candidatos?

Veo las cosas desde otra perspectiva: son numerosos los colombianos que votan por mí sin ser del Polo y sin considerarse de izquierda. Otros me dicen “no voto por usted, porque tengo compromisos, pero comparto muchas de sus posiciones”, luego podrían llegar aquí. Debo decir que, incluso, mis posiciones cuentan con un gran respeto por parte de mis contradictores. ¿Por qué ocurre esto? Porque lo que digo y hago representa los intereses y sueños de toda la nación con independencia de las filiaciones políticas. Entonces, mi electorado potencial no se reduce a los polistas o a los que militan bajo uno u otro rótulo, sino que en él se incluyen todos los nacionales que pueden votar, y estos son 30 millones. Mi objetivo es persuadir a las mayorías, y no sumarle una medallita a la vanidoteca o conseguirme un capital político para negociarlo con algún contradictor.

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“Defensa de la democracia auténtica”

¿En cuáles propuestas estaría fundamentada su campaña presidencial?

La principal es la idea de una candidatura y un gobierno de convergencia nacional para defender los intereses y derechos de los sectores populares, la clase media y el empresariado, con énfasis en siete aspectos: 1. La defensa de las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados. 2. La defensa de la actividad económica de los propietarios y los llamados trabajadores llamados independientes, urbanos y rurales, sin excluir a los empresariales. Aunque valoro la actividad de las empresas mayores, no comparto la idea de la monopolización de la economía. La industria y el agro deben ser especialmente protegidos. 3. La defensa del medio ambiente, sobre todo en lo relativo al cuidado del agua. 4. El sector financiero debe ponerse al servicio del desarrollo nacional atendiendo, con criterios democráticos, todas las actividades económicas. 5. Serio combate a la corrupción tanto pública como privada, pues la una no se da sin la otra. 6. Defensa de la democracia auténtica opuesta al uso de las armas para tramitar las diferencias, al constreñimiento político y al menoscabo de los derechos constitucionales. 7. Relaciones con todos los países sobre la base del respeto a las soberanías y el beneficio recíproco.

Por Cecilia Orozco Tascón

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