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"Nunca nos fuimos de la patria"

Aída Abella, líder de la Unión Patriótica cuyos miembros fueron asesinados masivamente hace 25 años, vuelve a vivir en Colombia después de 17 años de exilio.

Cecilia Orozco Tascón
08 de diciembre de 2013 - 02:00 a. m.
 “Es bueno que se amplíe la tolerancia y cesen los odios”, pide Aída Abella con miras a las contiendas electorales de 2014. / Gustavo Torrijos - El Espectador
“Es bueno que se amplíe la tolerancia y cesen los odios”, pide Aída Abella con miras a las contiendas electorales de 2014. / Gustavo Torrijos - El Espectador

¿Ya regresó definitivamente al país después de 17 años de residir en el exterior?
He regresado por unos meses, pero cuando el trabajo político me lo permita, debo volver a Suiza, porque tengo que arreglar muchos asuntos que dejé pendientes. Así como no fue fácil partir, tampoco lo es levantar todo lo que construí allá para volver a instalarme aquí.

¿En cuál ciudad suiza se residenció y por qué?

Salí de aquí para Ginebra y allí me quedé por muchas razones, entre otras, porque es la sede de muchos organismos multilaterales con los cuales podría tener alguna relación: Naciones Unidas, Cruz Roja Internacional, Organización Internacional del Trabajo, etc. Ginebra es un lugar excepcional.

Usted tuvo que salir abruptamente de Colombia. ¿Qué hizo cuando llegó y cómo sobrevivió?

Siempre hay alguien que ayuda un poco cuando uno llega en calidad de asilado. Mientras aprendía francés, trabajé dictando clases de español. Pero como eso solo no da para vivir, conseguí puesto en una chocolatería, en la parte de decoración, que era fácil. También trabajé en una perfumería.

¿En una perfumería? Nada más ajeno a lo que usted representa...

Cierto. Nunca había conocido una perfumería ni usado sus productos. Pero la vida te lleva por caminos que uno no imagina.

¿Le tocó abandonar la política?

No. Desempeñé los oficios que le dije para pagar mis facturas y para ayudar a mis hijos, pero, simultáneamente, continué con mi trabajo político: fui representante de la Federación Sindical Mundial ante Naciones Unidas durante más de seis años y de la Federación Internacional Democrática de Mujeres por dos años. Aunque no era remunerado, lo hice como una manera de prolongar mi actividad política e ideológica y, además, porque me permitía ver a los trabajadores, ministros, magistrados y empresarios que iban a las reuniones de la OIT. Esos encuentros permanentes me ayudaron a estar en contacto con Colombia.

¿Mucha nostalgia por Colombia en el exterior?

Vivimos en otro país, pero nunca nos fuimos de la patria. Siempre leía periódicos que no ve uno habitualmente mientras está aquí. Por ejemplo, además de los medios nacionales, leía El Pilón, El Heraldo o La Opinión, de Cúcuta, entre otros, para estar enterada de lo que ocurría en las regiones. Me sucedía que a veces llamaba amigos para preguntarles por determinada información y se sorprendían de que estuviera enterada primero que ellos.

¿Cree que el país es más seguro que el que usted dejó cuando tuvo que asilarse?

Se han abierto un poco las puertas de la democracia, tal como lo indica el hecho de que se hayan entablado diálogos con la insurgencia. Si se consigue la paz, habremos logrado cumplir una ilusión después de 200 años de guerra. Es bueno que se amplíe la tolerancia y cesen los odios. Todos estamos fatigados de tanta atrocidad.

En su opinión, ¿el país ha avanzado, retrocedió o se estancó?

Ha habido luces y sombras. Sombras durante los 8 años del gobierno Uribe que significaron no sólo un estancamiento sino un retroceso, porque se acentuó el irrespeto por los derechos humanos y se enfatizaron las acciones de guerra y las confrontaciones, incluso las verbales. Un presidente que amenaza con romperle la cara a un ciudadano no puede ser ejemplo para nadie. No se puede decir que con el nuevo gobierno haya cambiado mucho el país, pero hay hechos que indican que se podría llegar a una etapa más civilizada. Nosotros en la Unión Patriótica hemos sido perseguidos hasta el genocidio. Sin embargo, la circunstancia de que el Consejo de Estado nos haya reconocido la personería jurídica abre una pequeña compuerta para garantizar nuestra participación política.

A su regreso, ¿ve la izquierda disminuida en número o la ve vigorosa y creciendo?

Me sorprende que no haya desaparecido ante semejante tratamiento que ha recibido del Estado. Pero tenemos la inmensa ilusión de contribuir a que la izquierda se fortalezca para beneficio de la democracia.

La animadversión entre los mismos representantes del Estado se encuentra en uno de sus puntos más altos. ¿No la inquieta ese indicador?

Es cierto. No se entiende que los expresidentes se hayan enfrascado en peleas francamente tontas, personalistas y sin contenido ideológico. Por supuesto, ese tipo de confrontación no se compara con lo que ocurrió con nosotros: gente liquidada por grupos violentos de poder que actuaron como en la peor de las dictaduras, asesinándola con motosierras y tirándola todavía viva a los ríos. Muchos actos horribles se hicieron a nombre de la democracia en Colombia.

¿No cree que el resentimiento por los hechos pasados hará imposible lo que usted misma añora, es decir, una convivencia pacífica? 

No. Precisamente, como hemos sufrido tanto, todos tenemos que hacer el esfuerzo de salir de esa espiral de violencia. Contrario a lo que usted afirma, hago un llamamiento efectivo a la concordia y a que todos los partidos podamos sentarnos a discutir con tranquilidad.

¿Cuáles son sus expectativas como candidata presidencial?

Aspiro a que se nos respete la vida y nuestras ideas. Aspiro a que la campaña sea limpia y a poder tener un diálogo amplio con todos los sectores de la política. Y aspiro a que podamos controvertir con dignidad y sin irrespetos. En cuanto al país en general, aspiro a que haya mayor igualdad y a que los 46 millones de habitantes de Colombia puedan disfrutar de las riquezas del país que son inmensas.

Usted sufrió persecución. Con toda franqueza, ¿guarda rencores?
Estoy dispuesta a hablar con todo el mundo, incluso con la gente que propició lo que nos sucedió. Espero que, después de que el mundo ha avanzado tanto en materia de protección de los derechos humanos, hayan entendido la lección. De otra parte, pienso que entre los empresarios, los militares y los gobernantes de ahora hay muchos dispuestos a aceptar los errores del pasado y creo que son capaces de reconocer lo que se hizo contra la UP hace 25 años. Cuando uno conoce la verdad y hay una reparación integral queda tranquilo y puede doblar la página. Quienes hemos sufrido persecución somos los primeros en estar dispuestos a abrir el espacio. Tenemos el ejemplo monumental de Sudáfrica y de Nelson Mandela. No podemos ser inferiores a ellos.

Antes la ultraderecha actuaba de manera soterrada. Ahora es abierta y desafiante. ¿Es mejor esta última opción para saber a quién se tiene en el otro lado?

Todo el mundo tiene derecho a optar por un pensamiento político y a decidir si quiere ser de derecha o de izquierda, pero deberíamos centrarnos en otros planos. Por ejemplo, quienes han tenido poder y han amasado grandes fortunas, tienen la obligación moral de pensar en los demás colombianos, aquellos que no tienen nada. No importa que se sea de derecha o de izquierda. Lo que interesa es dedicarse a hacer avanzar al país para que lleguemos a un Estado más igualitario y para que el bienestar social alcance para todos.

¿Qué le criticaría usted a la extrema derecha? 

Su egocentrismo. La extrema derecha, en la que se puede clasificar al procurador, ha sido excluyente y cree que en Colombia no tienen cabida sino quienes están en su misma línea. Quitarle los derechos políticos a un ciudadano porque no piensa como él, es una verdadera aberración en las democracias. ¿Por qué coincide que aquellos a los que sanciona el procurador son sus opuestos ideológicos y no castiga con la eliminación de los derechos políticos a quienes comparten sus creencias? Nadie puede arrebatarle la soberanía al pueblo, en este caso al pueblo que votó por Piedad Córdoba y también al que votó por Petro, a quien dicen que Ordóñez quiere suspender o destituir.

Según usted, ¿cuántos asesinatos de la Unión Patriótica debería reconocer el Estado?

Más de 5 mil, pero nunca sabremos la cifra exacta porque a muchos de nuestros miembros los mataron en las veredas alejadas de los centros urbanos, sus familias huyeron y nunca pudimos contactarlas. Pero está plenamente establecido que el ataque a la UP fue un genocidio. Y como tal está demandado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Tarde o temprano saldrá una decisión de ese organismo y el Estado tendrá que responder por lo que sucedió.

En cuanto a la UP, ¿le haría alguna petición al presidente que ha aceptado la existencia de un conflicto interno? 

A Santos le solicitamos que así como ha aceptado realidades como el conflicto, acepte también el genocidio que se cometió contra la UP, sobre todo después de que se han judicializado los testimonios de los jefes paramilitares que han dicho cómo actuaron, cómo nos persiguieron y cómo, para hacerlo, tuvieron el apoyo de elementos que representaban al Estado. Quienes son estudiosos de fenómenos de violencia en el mundo, similares a los que se dieron en Colombia, afirman que no se presentan de modo espontáneo sino que son planificados con tanto detalle que hasta se prevé cómo asegurar la impunidad para los ejecutores del plan. Esperemos que no sea el caso de este país.

A la UP la acusaban de ser el brazo político de las Farc y se afirma que por eso la atacaron de la manera como lo hicieron los homicidas. ¿Cómo les contestaría usted hoy, si volvieran a repetir esa afirmación? 

La Unión Patriótica nació como un proyecto político de paz y se pensó como una forma de participar en política, de ganar elecciones y mediante ellas, de obtener puestos en el Congreso e, incluso, de disputarse la Presidencia. Cuando Jaime Pardo, como candidato presidencial, consiguió la más alta votación que la izquierda había logrado hasta el momento, los dueños del poder político y económico no quisieron dar las discusiones ideológicas correspondientes sino que resolvieron que el camino era la liquidación física con la disculpa de que éramos insurgentes. Pero ninguna razón justifica matar a otro y menos liquidar a un grupo entero, como lo hicieron. Esa época es una de las más oscuras de la historia de Colombia y se constituye en un crimen de lesa humanidad, que significa que es una ofensa contra la humanidad y no sólo contra la UP. Es una vergüenza para nuestra nación.

Más de 3 mil asesinados

La Unión Patriótica (UP) se constituyó como partido en 1985, fruto de los fallidos acuerdos de paz suscritos entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc. En su primer año de participación electoral, 1986, consiguió la elección de 5 senadores, 9 representantes a la Cámara, 14 diputados departamentales, 351 concejales y 23 alcaldes municipales. Este resultado se tradujo en persecución. Se produjeron masacres, desapariciones, magnicidios y atentados contra los líderes y simples miembros de la base. Entre el 85 y 87 se produjeron más de 300 asesinatos. En el 87 también fueron asesinados el candidato presidencial Jaime Pardo Leal y los congresistas Pedro Luis Valencia y Octavio Vargas Cuéllar. Años más tarde murieron por acción de los sicarios el segundo candidato presidencial de la UP, Bernardo Jaramillo Ossa, y Manuel Cepeda, padre del representante a la Cámara por el Polo Iván Cepeda. En total hubo al menos 3.000 homicidios, pero en varios documentos se habla de más, además de desapariciones forzadas, atentados dinamiteros a sus sedes políticas, sobrevivientes de atentados con algún grado de discapacidad, centenares de desplazados y decenas de personas en el exilio, entre ellas Aída Abella (datos tomados del portal Memoria y Dignidad).

“Más tranquilos, más viejos, más serenos”

Dicen que la izquierda no tiene mayores éxitos electorales porque se divide.

Hacemos esfuerzos enormes por superar las dificultades que podría tener la unidad de la izquierda. Justamente en estos días estamos desarrollando una enorme actividad tras ese propósito. Ojalá lo concretemos.

¿Será posible un solo candidato?

Ojalá podamos llegar a eso y seamos audaces para que en un momento tan especial como el que vive Colombia podamos llegar también en buen número al Congreso para propiciar los cambios que tienen que ver con el posconflicto. Tenemos frente a nosotros casi un reto histórico. No podemos ser inferiores a él.

La siento muy serena. ¿Cómo lo logra?

No es un solo hecho, sino un cúmulo de experiencias lo que lo conduce a otras etapas. La vida le enseña a uno muchas lecciones. Haber residido en otro país también da la posibilidad de conocer otras sociedades más civilizadas y puede uno analizar las cosas de otra manera. Y, sí, hoy somos más tranquilos, más viejos y miramos las cosas con la serenidad de la experiencia y de la distancia.

¿Qué es lo fundamental para usted?

La paz, la concordia y la tolerancia.

Por Cecilia Orozco Tascón

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