"Las víctimas de violación son revictimizadas"

Según Olga Amparo Sánchez, directora de la Casa de la Mujer, Colombia retrocede en materia de ocurrencia de delitos sexuales porque cada vez son más frecuentes.

Cecilia Orozco Tascón
17 de noviembre de 2013 - 02:00 a. m.
/ Fotos: Liz Duran - El Espectador
/ Fotos: Liz Duran - El Espectador

Qué opina de la primera reacción del propietario del restaurante Andrés Carne de Res, en cuyo parqueadero se presentó la violación de una niña de 19 años, según la denuncia presentada ante la Alcaldía de Chía por ella y por sus padres?

Que es la reacción de un macho que considera que el cuerpo de las mujeres se puede usar a voluntad del hombre cuando él lo quiera. Y que corresponde a una mentalidad según la cual todo lo que hagan o dejen de hacer las mujeres las convierte en provocadoras y que, a su vez, eso las hace merecedoras de lo que les suceda.

Entre los presuntos indicios de responsabilidad de la denunciante, el propietario del restaurante no sólo se refirió a que ella iba vestida con una minifalda, la afirmación más indignante para mucha gente. También señaló que: “1. Había llegado sola con otras niñas, es decir, sin acompañantes masculinos, y había sido dejada por su padre “a la buena de Dios”. 2. Había ido a otros bares. 3. Había “deambulado” por el restaurante. 4. Se había sentado en la mesa de un hombre de 45 años con quien habría protagonizado “contactos exagerados de piel”. 5. Le presentaron a otro señor con el que “bailó de una manera bastante lanzada”. 6. Había ingerido licor. 7.

Salió con uno de esos hombres hacia el parqueadero. ¿Qué reflexiones le suscita a usted, conocedora del tema, la narración anterior?

Frase por frase, esa declaración que tiene la característica de que fue espontánea y por eso es más reveladora, es demostrativa de cómo muchos individuos justifican las violaciones sexuales a las mujeres. En el mismo orden en que usted las menciona, le preguntaría al dueño del restaurante: 1. Si una mujer no puede, en ejercicio de su libertad, llegar sola con sus amigas a disfrutar una noche en un sitio público o si su padre tiene que tutelarla de por vida para que no sea objeto de violación. 2. Si por ser mujer está restringida su libertad para ir a sitios de rumba. 3. Si él circunscribe el acceso de las mujeres, para que no sean agredidas, a un sitio de su restaurante, una especie de gueto femenino. 4. Cuáles son, para él, los “contactos exagerados de piel” y si los juzga con la misma medida con el protagonista hombre. 5. Si cuando él baila con una mujer “en forma bastante lanzada”, cree que ella le está dando acceso sexual ilimitado. 6 y 7. Si en idénticas circunstancias juzgaría de la misma manera que juzgó a la denunciante, a sus hermanas, esposa, hijas y amigas.

El presunto violador está, al menos por el momento, respondiendo ante la Fiscalía. Pero en cuanto a las afirmaciones imprudentes del dueño del famoso restaurante, ¿debería tener algún tipo de sanción social, a pesar de que ofreció disculpas cuando se dio cuenta de la ola de protestas que se levantó?

En otro país el restaurante Andrés Carne de Res sufriría una sanción de sus clientes, quienes deberían protestar contra la postura de su dueño dejando de ir a ese sitio. A pesar de que haya pedido perdón, y advierto que el aviso que publicó en la prensa no fue de arrepentimiento sino más bien de burla y sacándole el cuerpo a la esencia del problema, su postura más que machista denota desprecio por las mujeres. Lo más relevante de las afirmaciones públicas del señor Jaramillo es que descubrió la cultura de que es portador.


¿Quiere decir que lo que refleja este tipo de situaciones es una marca cultural muy fuerte aunque sea inconsciente?

Claro que sí. Súmele la ignorancia. Le voy a dar un ejemplo que nos llegó hace año y medio: una mujer que acababa de ser violada en Chocó nos solicitó, telefónicamente, que la asesoráramos. Le dijimos que fuera de inmediato a la Fiscalía local. Cuando relató lo que le sucedió, le respondieron que cómo se le ocurría ir en esas condiciones a una oficina pública y que primero se aseara. Cualquiera sabe que, en ese tipo de casos, la ducha borra las evidencias. Pero tengo que ser justa: cuando pusimos la queja en la Fiscalía General atendieron el reclamo de inmediato.

Una mujer que coquetea, va a un bar, se deja acompañar de un hombre, ¿tiene que sostener una relación sexual con él?

No. Incluso una mujer que inicia una relación sexual y, en el camino, no quiere continuar, tiene el derecho de expresarlo y el hombre debe detenerse. En la cultura machista hasta los varones resultan afectados porque los hacen ver como animales que son incapaces de tomar una decisión libre porque el instinto los supera.

Suponga que una prostituta llega a una habitación con su cliente, ¿tiene que tener relaciones sexuales con él o puede suspenderlas aun estando en la cama?

Tiene derecho a decir no, tal cual ella debe respetar la decisión de su acompañante si decide irse antes de consumar la relación.

¿Es cierto que la denuncia de violación sexual acarrea consecuencias negativas para las denunciantes?

La denuncia en sí misma no acarrea consecuencias, pero sí sucede que las víctimas son revictimizadas cuando las someten a probar que fueron violadas. Por supuesto, siempre hay pruebas. No obstante, quien las analiza suele verlas bajo la óptica de que ellas son las generadoras del delito.

¿Esa es la razón para que muchas prefieran no denunciar ni reclamar por una violación, abuso o agresión sexual?

Sí. El mayor impacto social se concentra en que a las víctimas se les acrecienta el sentimiento de culpa, el temor y el daño psicológico que termina en la imposibilidad de construir, en el futuro, relaciones sanas con los varones. La consecuencia, al final, es que ellas terminan fortaleciendo su convicción de que están solas y de que nadie les puede ayudar. Su respuesta es conformarse y decir “mejor dejemos así”, con lo cual se facilita la reproducción del fenómeno en una especie de epidemia.

Existe la creencia general de que Colombia es, en Latinoamérica, menos machista que el resto de los países debido a que hay muchas mujeres exitosas en altos cargos privados o de representación pública. ¿Es verdad o es una fábula?

Es fábula. Colombia es contradictoria en materia de derechos de las mujeres. Tiene avances significativos en la normatividad vigente que protege los derechos de las mujeres, pero, por ejemplo, es el tercer país de Latinoamérica con mayor número de ‘femenicidios’, o sea, asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres; tenemos una de las representaciones más bajas de la región en cargos de elección popular, y las trabajadoras ganan alrededor del 25% menos que el salario que reciben los hombres en iguales condiciones de formación, experiencia, calidad y tipo de trabajo.

¿Cuántas denuncias de violación recibe la Casa de la Mujer anualmente?

Más que denuncias, recibimos solicitudes de asesoramiento. Las víctimas necesitan orientación sobre cuáles son las instancias del Estado a las que pueden acudir. Pero no significa que no sepan lo que deben hacer. Muchas de ellas saben cuál es la ruta jurídica. Sin embargo, cuando lo intentan obtienen nula o mala atención oficial y lo que quieren es nuestro acompañamiento.

¿Por qué?

Porque un gran porcentaje de los operadores judiciales culpan a la víctima desde cuando llega a poner la denuncia. La primera pregunta que le formulan es: “Y, ¿usted qué había hecho antes?”. A continuación, le hacen otra pregunta: “¿Por qué estaba en la calle a tan altas horas de la noche?”. O esta otra: “¿Por qué aceptó la invitación que le hicieron?” Cuando es golpeada la pregunta tradicional es: “¿Qué hizo para que su marido la golpeara?” Todas las anteriores son fórmulas que, en el fondo, significan lo mismo de lo que venimos hablando con el agravante de que es la cultura machista extendida a la justicia: suponen que ella provocó la situación y que, por lo tanto, es la responsable de lo que ocurrió.

¿Cuántas solicitudes de las que les llegan se tramitan exitosamente ante las autoridades, es decir, terminan en investigación y juicio?

Nuestras estadísticas coinciden con las nacionales que lo que indican es un alto nivel de impunidad tanto en la investigación como en la sanción (ver cifras en la parte superior de esta página).

Le pregunto, entonces, de otra manera, ¿con cuánta frecuencia reciben quejas por falta de atención de las autoridades o por sesgo de ellas?

Todas las quejas que recibimos en contra de la atención estatal tienen que ver con la falta de acción inmediata y con el prejuicio inicial. Para que usted tenga una idea, la cifra de impunidad para este tipo de delitos fue del 86% en 2012 sobre casos denunciados. Imagínese la cifra si se pudieran contabilizar los que nunca se denuncian por miedo o por vergüenza.

¿Esa cifra se ha incrementado o ha disminuido, por hablar sobre un período, en los últimos cinco años?

Los delitos sexuales más frecuentes van desde la violencia interpersonal, la de pareja y la sexual, hasta el homicidio, y es lamentable constatar que no han disminuido. Por el contrario, algunos de esos tipos se han incrementado con los años, lo cual conduce a la hipótesis de que, en este sentido, en vez de avanzar, estamos retrocediendo. El otro aspecto importante que es necesario tener en cuenta es que no existen respuestas institucionales adecuadas para prevenir o para desplegar acciones de protección que cubran a las víctimas cuando éstas denuncian. Recuerde lo que pasó con la joven de Bosa, quien pidió que la protegieran después de que le habían propinado 26 puñaladas. Se salvó milagrosamente; volvió a solicitar que la ayudaran y no hubo respuesta. La encontraron cuando habían descuartizado su cuerpo.

Además de la violación sexual, ¿cuáles otras agresiones sexuales son comunes en Colombia?

El acoso sexual, que está tipificado en la ley y que es de muy difícil comprobación porque se enfrentan la palabra del acosador contra la de la acosada; el embarazo forzado (mujeres que quedaron embarazadas y quieren abortar), la prostitución forzada, la trata de mujeres con fines de explotación sexual o de trabajo forzado. En el contexto del conflicto armado hay un grupo amplio de expresiones de violencia sexual contra las mujeres: normas restrictivas para vestirse, horarios para salir, regulación sobre las relaciones afectivas y sanciones a quienes no sean sumisas como las que ejercitaban los paramilitares rapándolas para que el resto de la comunidad las vea diferentes, o incluso desnudándolas en plaza pública para humillarlas.

“Crisis humanitaria”

¿Las estadísticas de ustedes indican que la situación de violencia contra las mujeres disminuye o aumenta?

La condición de violencia contra las mujeres en Colombia es de la dimensión de una crisis humanitaria. Para que tenga una idea de lo que sucede, Arauca tiene una tasa de homicidios de 23 mujeres por cada 100 mil habitantes y la tasa en Guaviare es de 21,71 homicidios de mujeres por cada 100 mil habitantes, según el Instituto Nacional de Medicina Legal. En 2012, más de 47 mil mujeres sufrieron actos de violencia de pareja, 50 mil fueron víctimas de violencia interpersonal y 65 mil de violencia intrafamiliar. Esto, referido únicamente a quienes se atrevieron a denunciar. De acuerdo con la misma institución, por cada mujer que denuncia, cuatro no lo hacen. La semana pasada El Espectador publicó datos de la Policía Nacional, que reportó que durante lo corrido de 2013 ha ejecutado la captura de 4.160 violadores, entre los cuales, en un 4,6%, que equivale a 190 casos, estaban involucrados jóvenes en la adolescencia. Y el 95,4%, es decir, 3.970 casos, comprometía a adultos. Las penas para los responsables van de 1 a 25 años de prisión sin beneficios, pero esto ocurre sólo cuando la investigación llega al final mediante un juicio, lo cual sucede en muy pocas oportunidades.

“Cuando un hombre amenaza, hay que tomarlo en serio”

¿Es cierto que al asombro inicial, como en el caso del restaurante de Chía, sigue la indiferencia social?

Sí. En la mayoría de las ocasiones nadie ayuda ni acompaña a la víctima después de la denuncia inicial, porque existe la creencia de que es un asunto en el que nadie, fuera de los implicados, debe intervenir, no sólo en cuanto a la violación sexual. Por ejemplo, la violencia de pareja es un caso típico. En las comisarías de familia los propios funcionarios les piden a las víctimas que concilien con el victimario, lo cual las pone en un riesgo mayor porque después de la denuncia puede venir un acto más grave de agresión. El entorno familiar también tiende a minimizar la situación y pretende mantenerla en silencio. Cuando el violador es un pariente, la familia le exige a la víctima que se calle para no generar un problema. Todas estas actitudes tienden a hacer creer que la violencia es un destino ineludible de las mujeres. Y escuche esto: cuando un hombre amenaza a su pareja o a otra mujer con que le va a quitar la vida, hay que tomarlo en serio, porque ocurre: la ataca y la mata. No es juego. En este tema, lo más grave es que la cultura no ha cambiado a favor de las mujeres. Aun cuando según la Constitución y la ley somos sujetos de pleno derecho, en la vida real no sucede lo mismo.

 

 

Por Cecilia Orozco Tascón

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