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El Bronx sin Javier Molina

Tres tiros le causaron la muerte al hombre que le apostó a la recuperación de los habitantes de la calle. Él también había sido uno de ellos.

Álvaro Prada *Especial para El Espectador
29 de diciembre de 2013 - 01:00 a. m.
Javier Molina durante una de sus jornadas de “búsqueda activa”. / Óscar Pérez - El Espectador
Javier Molina durante una de sus jornadas de “búsqueda activa”. / Óscar Pérez - El Espectador

Antes de que Javier Molina decidiera ir a la calle nos llamaban “desechables”; no había esperanza. Dedicó 14 años de su vida a la protección de los habitantes de la calle. Una vez le tendió la mano a un drogadicto, lo llevó al centro terapéutico del Distrito y él salió con ropa limpia, bañado y alimentado. Esa acción la repitió con miles de personas, la llamaron “búsqueda activa”. Han pasado tres meses desde que lo mataron y la búsqueda ha ido desapareciendo.

Insisto en que al habitante de la calle lo veían como a un delincuente. No era un trabajo fácil, pero Javier luchó porque tuvieran comida y, por lo menos, un servicio médico (ninguno de nosotros podíamos acceder a esos servicios, más del 90% somos del estrato cero). Fue por su trabajo que a muchos nos afiliaron a la EPS Capital Salud. El proyecto de rescatar a esta población, sin embargo, murió con él. Las personas han empezado a regresar a las ollas.

Siempre buscaba estrategias para atraer a más habitantes a los centros de acogida del Distrito. Una vez me dijo: “Álvaro, vamos a hacer una historieta cómica y usted va a ser el personaje central, el que va a vigilar y a recuperar a los habitantes de la calle. La idea es que usted siempre esté pendiente de que ellos coman bien”. Ese proyecto quedó en el aire, pero más adelante pensó en crear una emisora solamente para ellos. Tuvo que parar con estos proyectos cuando empezó a recibir amenazas de muerte por parte de los microtraficantes que controlan los expendios en la ciudad.

Le dije en su momento que él era un hombre joven, apenas 40 años, que tuviera cuidado. Pero siguió peleando por los derechos de esta población, pese a que en las ollas le arrojaban materia fecal cuando lo veían. No le quedaba más que aguantar, porque la recuperación del habitante de la calle no es una tarea sencilla. Ahora, hasta los mismos habitantes del Bronx, preguntan por Javier. Es evidente que nadie del Distrito se acerca a ellos como lo hacía él. Ya no está la persona que les preguntaba si tenían frío, hambre o simplemente ganas de ir al baño.

Si recogía a 20 en un día era un éxito. A los habitantes de la calle no les gusta que llegue alguien a interrumpirles la traba. Por eso la personalidad de Javier era fuerte, él no mostraba debilidad alguna. Él era, como dicen en la calle, “bien parado”, y por eso llegó tan lejos. El problema fue cuando se mantuvo en firme con los microtraficantes, con los mafiosos. Más tarde se lo cobrarían.

Más allá de su trabajo, Javier dedicaba tiempo a su familia, frente a la cual fue asesinado con tres disparos. Y tenía su banda de rock, Sádico, tocaba guitarra. Era uno de sus proyectos más queridos. El mismo empeño aparecía en ideas como de la historieta o el periódico para los habitantes de la calle...

La muerte de Javier dejó desamparados a todos los habitantes que hoy se están pudriendo en el Bronx. Ni la Policía ni el Ejército han podido entrar ahí. Su asesinato fue un episodio que afectó a toda nuestra población. Era como nuestro cordón umbilical, cada día se inventaba una forma para mejorar la vida de los desamparados. Sentimos que un padre había muerto, nos sentimos solos. Él era la única garantía para que el Distrito cumpliera con los habitantes de la calle.

* Representante de los habitantes de la calle ante la Secretaría de Integración.

Por Álvaro Prada *Especial para El Espectador

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