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Ella lo dejó todo para ayudar a 150 niños

Floralba Garzón creó una fundación donde, con escasos recursos, ayuda a niños en precarias condiciones con cuidados, asistencia educativa y alimentaria.

Daniela Franco García
21 de marzo de 2013 - 08:05 p. m.
(Vea galería de imágenes al final de esta nota) / Fotos: Andrés Torres
(Vea galería de imágenes al final de esta nota) / Fotos: Andrés Torres

Decía Ernest Hemingway que “la gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre”. Tal vez es por eso que Floralba Garzón recuerda que desde pequeña cosas grandes o simples la hacían feliz. Debía tener unos diez años y cada vez que se iba la luz en su pueblo, que ocurría con frecuencia, reunía a todos sus amigos y los organizaba para esperar que saliera la luna e iluminara un poco las calles; la luz perfecta para jugar, por ejemplo, al rey pepinito. (VER GALERÍA)

Cada anécdota como esa es interpretada por Floralba como un don, un valor innato de liderazgo, de amor por la vida que la llevó a darlo todo por “sus 165 niños” y la fundación donde todos los días los cuida, los aconseja, les da comida y, entre otras cosas, les ayuda a hacer sus tareas.

La bondad, esa inclinación natural a hacer el bien, a tender la mano, a sentirse feliz dejando cosas para sí y dándolas a otro es quizá un sinónimo de la fundación Discípulos de la divina Misericordia.

Hace más de siete años, reunidos con el párroco en la iglesia de Funza y otras personas más, se hablaba de la idea de ayudar a las madres cabeza de familia. En ese momento llegó un niño pidiendo ayuda con su tarea. Floralba quiso ayudarle y el éxito fue tal que a los 15 días ya había casi 100 niños en la iglesia pidiendo asistencia con sus tareas. Así arranco esa idea loca de ayudar a los niños de Funza, una propuesta que crecía con el tiempo. Fue también con el tiempo que Floralba entendió que todo debía complementarse con cosas como una buena alimentación, esto después de que dos niños se desmayaran y admitieran que no habían comido nada en todo el día.

Muchos de esos que apoyaron la iniciativa se fueron ausentando con los días, el párroco de la iglesia tuvo que irse y el nuevo llegó con la idea de cobrar 30.000 pesos a cada niño, así una parte del dinero iría a la iglesia y otra se destinaria a financiar la fundación. “La idea no era esa – dice Floralba- son niños que están mal económicamente y cobrarles no era justo, así que nos fuimos de la iglesia y buscamos un nuevo lugar para la fundación, claro esta vez iba ser un poco más complicado porque había que pagar arriendo”.

“Todos los días uno ve casos difíciles, hay mucho maltrato infantil, muchas necesidades, uno quisiera hacer más y tal vez si se tuviera un psicólogo o algo por el estilo se ayudaría. Tristemente hemos recurrido a otras instancias y no hemos conseguido mucho, pero bueno, con la mejor terapia, que estoy convencida que es el amor seguimos ayudando. Si no estuvieran con nosotros estarían en la calle”.

Casi todos los días Floralba Garzón se despierta cerca de las tres y media de la mañana para preparar la comida y actividades que les dará ese día a sus niños de Funza, un trabajo de tiempo completo que acaba casi a las seis de la tarde cuando el último niño se va y limpian el lugar para dejarlo listo para el otro día. La fundación es como su casa y también la de personas como Milagros, una niña cuadripléjica a quien conoce desde los dos años. A ella, por ejemplo, le consiguieron una silla de ruedas, sesiones de terapias por un tiempo y aún tocan puertas para recaudar fondos que le permitan tener una mejor calidad de vida.

“Milagros también es cieguita y no oye, tiene hoy doce años, uno la visita y si yo le toco la cabeza en seguida sonríe, es increíble no ve, no oye y con solo tocarla ella reacciona con una sonrisa, es de esas cosas mágicas por las que uno dice ‘no importa el cansancio, no importa nada si se cambia por eso’”.

Las historias son muchas, así como los casos de niños violados, incluso por sus propios familiares, hechos que Floralba impulsa a denunciar, pero que lamentablemente en la mayoría de los casos no tienen una solución ni ayuda psicológica por parte de las autoridades.

Floralba Garzón vive en arriendo, tiene una familia y necesidades económicas, como muchos, a pesar de esto decidió dedicar sus días a una ardua tarea sin remuneración económica, cada día toca las puertas de distintas empresas y personas que con su aporte ayudan a sostener la fundación, junto con otros fondos que salen de su bolsillo. “Así como Milagros han pasado muchos por aquí, hay muchos casos de niños que uno vio sanos y hoy son drogadictos, lo primero que pienso es ‘si yo hubiera podido hacer algo por esa persona, la historia sería otra’… pensar que yo se los estoy arrebatando a la calle y la maldad eso simplemente me hace feliz”, dice Floralba, una mujer convencida de que la bondad, como dicen por ahí, es la única inversión que no quiebra.  

*Si usted deseea colaborar con esta fundación puuede comunicarse a:  315- 6969423 / 8257860 /8259467

Por Daniela Franco García

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