Sueños al servicio de los demás

“Mis sueños los he cumplido. Soy un bendecido. Alguien me preguntaba por qué no compraba lotería y le dije: el que espera soluciones comprando lotería quiere conseguir todo fácil y la mejor lotería es volver los sueños metas y cumplirlas”.

Santiago Valenzuela
04 de abril de 2014 - 06:06 a. m.
 / Andrés Torres
/ Andrés Torres

Cada uno construye sus sueños, pelea por ellos y espera conseguirlos. Pero pocos son capaces de poner sus sueños al servicio de los demás. Aún más, de salvar sus vidas. ¿Cómo un estudiante de derecho terminó dirigiendo al Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá? Esa es la historia del teniente Euclides Mancipe Tabares.

Corría el año 1989. Mancipe tenía 26 años y no había trazado el camino de su vida: “Recuerdo que en mi juventud me inspiraba al ver las máquinas de bomberos. A través de las películas los veía como héroes”. En 1989, cuando Andrés Pastrana era alcalde de Bogotá, el Cuerpo Oficial de Bomberos aceptó su hoja de vida.

“Recuerdo que mis primeras misiones fueron en la Estación de Bomberos de Fontibón. Hubo un incendio en una fábrica de pinturas, donde las llamas alcanzaban una altura de 12 metros, y sólo éramos cuatro bomberos. No podía creer que con tan pocos hombres hubiéramos podido apagar ese incendio”.

La segunda misión nunca la olvidará: “Un reporte de radio anunciaba incendios en la zona de moteles en Álamos, justo en la cabecera de una de las pistas del aeropuerto El Dorado. Al llegar al lugar nos decían que había bombas en los cuartos y que podían explotar en cualquier momento. Comenzamos a atacar el incendio cuarto por cuarto, con el temor de que al abrir una puerta explotara una bomba y hasta ahí llegaran nuestro sueño. Por fortuna, nada pasó”. Como este relato hay muchos otros que Mancipe prefiere omitir. Para él, un bombero es “un héroe silencioso”.

Su trabajo, sin embargo, no era perfecto. “Nunca comprendí por qué un oficial de Policía dirigía a los bomberos. Los que nombraban en la dirección eran los que se encontraban caídos. Enviarlos a la institución era como un castigo para ellos”. Recuerda que en ese entonces los equipos y las máquinas eran insuficientes, los trajes escaseaban “y el sistema de ascenso se daba a dedo”.

Se sintió impotente. Emprendió una lucha como abogado y demostró que un bombero es mucho más que un alfil de la Policía. En 2006 logró, junto con un grupo de compañeros que seguían su ideal, que el alcalde Luis Eduardo Garzón implementara una reforma administrativa que le otorgaba autonomía financiera a la Unidad de Bomberos y permitía que uno de ellos asumiera la dirección.
Esa idea, tan anhelada por hombres como él, que habían sido tripulantes de la línea de fuego, maquinistas, instructores, cabos y sargentos, se había quedado en el papel. Pero cuando se sentía desanimado llegaba una nueva misión que le devolvía la ilusión. Era un incendio en la carrera 50 con 3ª, en una empresa de cera: “Salí del incendio lleno de sudor, deshidratado, cansado, y me senté en la plataforma de la máquina y tomé agua. De repente vi a un niño de 12 años que me miraba y caminaba de un lado a otro. Le pregunté que si quería algo y me contestó: ‘No señor, sólo que cuando grande quiero ser bombero como usted’”.

Cuando pensaba que las cosas no iban a cambiar, que seguiría estando a la sombra de un Policía, el alcalde Gustavo Petro le dijo que él sería, por primera vez en 117 años, el primer bombero director del Cuerpo Oficial de Bomberos en la historia de Bogotá. El 4 de septiembre de 2012, año en que asumió como director, tuvo que enfrentar el incendio de San Victorino. Fueron 15 horas de fuego, 40 bodegas destruidas y $3.000 millones en pérdidas. Nadie salió herido y Mancipe respiró tranquilo.

Han pasado dos años y es consciente de que la realidad de hoy hace parte de un sueño construido: “En mi vida bomberil y personal, todos mis sueños y metas los he cumplido. Soy un bendecido de Dios. Alguien me preguntaba un día por qué no compraba lotería. Y mi respuesta fue: porque el que espera solucionar sus problemas comprando lotería apuesta muy poco, no arriesga nada y quiere conseguir todo fácil, sin obstáculos. Le dije que la mejor lotería para un ser humano era volver sus sueños metas y cumplirlas”.

 

svalenzuela@elespectador.com

Por Santiago Valenzuela

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