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De la humildad a la grandeza

Cuarta corrida de abono en la Santamaría.

Víctor Diusabá Rojas
07 de febrero de 2011 - 03:26 a. m.

Estaban los mismos de siempre y fue premio a la fidelidad. La cuarta de abono en la Santamaría pagó de contado en la primera mitad de este festejo, no en simples detalles para recordar, sino en asuntos de fondo. Y aunque el final frío pesó mucho en los espíritus y, cómo no, en la memoria de los aficionados, como se dice en el mundo del toro: ahí queda eso.

Eso, lo que queda ahí, es, verbo y gracia que, cómo no, tuvo matices, pero, en general, sirvió a la causa. Igual, a la hora de mirarla por arriba o por abajo, hay un toro que se pone lejos de sus hermanos, ese ‘Castellano’, segundo de la corrida, que nos dejó un sinnúmero de lecciones.

Una, que lo importante yace allá adentro. Con sus 574 kilos, pareció no sólo no sentirlos, sino que anduvo cómodo con ellos. Bravo, se dejó ver en el caballo de Cayetano Romero, para protagonizar una lucha memorable, de la que sobrevino esa ovación al piquero. Encastado, le respiró en la nuca a Sebastián Vargas, tras los pares de banderillas. Y con calidad excelsa a la hora de la muleta.

Pero para sacar todo eso, alguien tenía que ponerse firme y así estuvo Sebastián Vargas. Un gran toro y una faena a la altura del toro. La petición de indulto se encargó de apagarla el propio torero con un espadazo que abrió temprano la puerta grande. La vuelta al ruedo del ejemplar de Carlos Barbero fue un clamor de gracias y bienaventuranzas.

Antes de ese, Diego Urdiales confirmó su alternativa y comulgó con la Santamaría. Bastaron esos lances en que acompañó cada verónica con la cintura para que la gente le abriera el corazón. Enseguida, con esa muleta larga que no parece tener fin, sacó los olés más castizos de la plaza. Hubo transmisión con un toro al que había que llevar con paciencia, sin perder el ritmo, y Diego sabe de eso. Oreja y tarjeta en blanco. Palmas al toro.

Incluso, el tercero, bronco y complicado, halló su horma, la de las manos poderosas de Miguel Abellán, quien consiguió una decena de naturales que valieron su peso en oro, porque cuánta torería en medio de la tormenta. Merecía la oreja, pero la presidencia se puso dura. Vuelta al ruedo clamorosa.

Y después vino ese otro capítulo en el que faltaron los trofeos pero sobraron las voluntades. Como la de Urdiales en el sexto, que tenía peligro sordo y con el que no se podían cometer errores. El riojano sembró en cada muletazo de tanteo para luego cosechar lo poco que podía dar la tierra. Espadazo y ovación. Al partir, la gente le reconoció el esfuerzo y le gritó ¡torero!, como lo hace sólo con los suyos.

Miguel Abellán se dio de frente con el manso de la corrida, un jabonero sucio que terminó acobardado. Palmas y pitos al toro.

Y Vargas tuvo el cuarto de la tarde, que no fue de los ricos del comienzo ni de los pobres del final. No parecía valer mucho, aunque permitió que la muleta trazara su rumbo. No hubo empatía. Saludo y palmas al toro en las mulillas.

Ficha de la corrida

Plaza de toros La Santamaría. Temporada 80 años.

Cuarta de abono.

Seis toros de Santa Bárbara. Muy bien presentados y aplaudidos tras su aparición en el ruedo. Bravo, encastado y con emoción el segundo. Con movilidad el primero. El cuarto, a más. El tercero, bronco. Manso el quinto. El sexto sin romper y a la defensiva.

531, 574, 450, 453, 464 y 511 kgrs

Sebastián Vargas: Berenjena y oro. Dos orejas y saludo, con división de opiniones.

Miguel Abellán: Palo de rosa y oro. Vuelta al ruedo tras gran petición y palmas.

Diego Urdiales: Turquesa y oro. Oreja y ovación.

Detalles: Gran vara de Cayetano Romero al segundo de la tarde. Media entrada. Tarde fría y con algo de viento. Diego Urdiales confirmó con el toro Centauro, número 637 y de 531 kilos.

Por Víctor Diusabá Rojas

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