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8M: La desigualdad entre hombres y mujeres se extiende a la vejez

Según expertas, las inequidades que enfrentan las mujeres en la vejez son fruto de las brechas de género a lo largo de su vida, en especial, sobre el impacto de las labores del cuidado no remuneradas.

Mariana Escobar Bernoske
08 de marzo de 2024 - 03:00 p. m.
Según el DANE, la población adulto mayor representa el 13,9 % del país.
Según el DANE, la población adulto mayor representa el 13,9 % del país.
Foto: Getty Images - simplehappyart

Las mujeres tienen una expectativa de vida mayor que la de los hombres. Pero vivir más años no es garantía de llegar a la vejez con mejores condiciones. Una vez inicia la tercera edad, a los 60 años, es más probable que las mujeres dependan económicamente de alguien, tengan enfermedades neurodegenerativas y continúen dedicándose a labores del cuidado.

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El más reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre envejecer en América Latina y el Caribe establece que cómo vivimos durante la vejez es resultado de las oportunidades que tuvimos durante todo el transcurso de nuestra vida. El acceso a la educación, al trabajo, al sistema de salud e incluso si fuimos víctimas de algún tipo de violencia determinarán esta etapa. Por esto, aunque hoy hay un proceso de “feminización de la vejez”, es decir, la población de personas mayores es mayoritariamente mujeres, también se habla de que las desigualdades de género se acumulan desventajosamente.

Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el 55,1 % de las personas mayores de 60 años en Colombia son mujeres. De ellas, solo el 13,2 % logró acceder a una pensión y la mayoría dedica al menos seis horas diarias a actividades de trabajo no remunerado, como cuidar a familiares. Por su parte, el 24,9 % de los hombres lograron una pensión y en promedio dedican tres horas diarias a actividades de trabajo no remunerado.

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“Cuando hablamos de envejecimiento tenemos que hablar también del enfoque de género y lo que implica ser una mujer mayor en una sociedad que ha sido patriarcal”, dice en diálogo con El Espectador la demógrafa Piedad Urdinola, directora del DANE. Urdinola explica que “la madre de todas las brechas” es el uso del tiempo. Es decir, el que socialmente se asuma que las labores del cuidado son un asunto “femenino”, se traduce en que las mujeres deban sacarles tiempo a estas actividades no remuneradas y comprometer otros aspectos de su vida.

Cocinar, lavar, cuidar de los niños, de adultos mayores y de personas con discapacidad son algunas de las labores de las que tradicionalmente se han ocupado las mujeres. Si bien en los últimos años son cada vez más las que acceden al mercado laboral formal, todavía, culturalmente, se espera que ellas prioricen el ser “buenas” esposas o madres sobre su trabajo.

“Las mujeres tienden a estar en sectores económicos con ingresos más bajos que les permiten mayor flexibilidad dada su carga no remunerada dentro del hogar.También son las que más se retiran del mercado laboral; en un momento de sus vidas se retiran para cuidar a sus hijos, luego a sus padres e, incluso, en la tercera edad, para cuidar a su pareja. Todo esto afecta el bienestar y la salud de las mujeres”, comenta a este diario Paola Ríos, economista experta en Seguridad Social y docente en la Universidad Externado de Colombia.

Esto significa que las mujeres suelen llegar a la vejez con menos ahorros para una pensión, pero también con menos semanas laboradas de trabajo remunerado que sus pares varones. Con el actual sistema pensional, en el país, las mujeres pueden jubilarse a partir de los 57 años, cinco años antes que los hombres. Pero todas las personas deben cumplir, en el sistema de prima media, con las mismas 1.300 semanas cotizadas.

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El año pasado la Sala Plena de la Corte Constitucional declaró inconstitucional la exigencia del mismo número de semanas de cotización para las mujeres y estableció que se debía reducir gradualmente hasta llegar a 1.000 semanas para las mujeres. El alto tribunal estableció que esta medida no considera “las barreras y dificultades que enfrentan las mujeres para acceder y mantenerse en el mercado laboral y asumir las obligaciones del cuidado del hogar, tanto como las que se intensifican cuando llegan a la adultez mayor”.

En la región, desde el 2015, existe la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Esta reconoce la necesidad de una perspectiva de género en todas las políticas y programas dirigidos hacia esta población. Sin embargo, en la práctica este enfoque no se aplica efectivamente.

Para la senadora Martha Peralta Epieyú, no se puede hablar de vejez digna sin reconocer de manera diferenciada la realidad de las mujeres. “Implementar un enfoque de género va más allá de garantizar un ingreso: es apostar a cerrar las brechas de desigualdad, disminuir las violencias que sufren por el simple hecho de ser adultas mayores y brindar un bienestar a sus familias porque ellas indiscutiblemente tienen personas a su cargo”, afirma a este diario.

Esto va más allá de lo económico. ¿Qué pasa con aquellas que toda su vida se dedicaron a las labores del cuidado y al llegar a la vejez no tienen quién las cuide? Según la Asociación Latinoamericana de Gerontología Comunitaria, ese es un panorama frecuente y se traduce en mayores problemas crónicos de salud, así como depresión, ansiedad o estrés.

En palabras de Mónica Roque, presidenta de la asociación, el imaginario de que las personas mayores se vuelven una carga para sus familias y el sistema, tienen un impacto muy fuerte, especialmente, en las mujeres. Así, existen actitudes discriminatorias hacia ellas, prejuicios, paternalismo e infravaloración de sus necesidades, opiniones, deseos o inquietudes.

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Ante esto, El Espectador consultó a Carmen Inés Latorre, médica especializada en calidad de salud y cuidado del adulto mayor. Ella explica que muchas de las mujeres que se dedicaron exclusivamente a las labores del cuidado no remuneradas, suelen sentir que “ya no son útiles” pues toda su vida la vivieron para servirle a otras personas.

“Específicamente en el caso de las mujeres, después de una pérdida muy grande como es su esposo, sus hijos o cualquier otro familiar, y se quedan solas, como no saben hacer nada diferente que estar en la casa y cuidar de alguien, hacen períodos de depresión muy fuertes. Eso predispone muchísimo a que se presenten enfermedades de alteración cognitiva, especialmente el alzhéimer”, comparte la especialista.

Un estudio del Movimiento de Mujeres con Alzheimer sobre la relación de los contextos culturales y los antecedentes genéticos de la enfermedad en mujeres explica que si bien hay factores biológicos que hacen que las mujeres tengan una mayor probabilidad de tener Alzheimer en comparación de los hombres, las cargas del cuidado también podrían tener un impacto en el deterioro cognitivo.

“Las mujeres enfrentan más retos debido a que tienen niveles educativos inferiores, menos recursos económicos, brindan más cuidados a su familia y sienten más estrés, y estos factores pueden aumentar el riesgo de que se produzca un deterioro cognitivo”, se lee en el estudio. Además, un punto clave que señala esta investigación es el hecho de que las mujeres, independiente de su edad o contexto cultural, constituyen más del 60% de los cuidadores de pacientes con Alzheimer.

Todos estos factores, que se potencian en las labores del cuidado, muestran que la vejez para las mujeres no es igual a la de los hombres. Ellas, por el simple hecho de ser mujeres y los roles de género que cargan, llegan en desventaja a esta etapa. Las fuentes consultadas por este diario sugieren que para dignificar la vejez de las mujeres es necesario un cambio cultural. Mientras tanto, la apuesta es pensar en medidas diferenciales que solventen las cargas del cuidado en la tercera edad.

Mariana Escobar Bernoske

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.mescobarb@elespectador.com

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Antonio(74996)09 de marzo de 2024 - 03:30 p. m.
Muy bueno el artículo
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