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El lío de retratar la violencia

Asociaciones y profesores dicen que la serie, que cuenta la historia de los hermanos Castaño, olvida a las víctimas. El guionista Gustavo Bolívar asegura que no enaltece la violencia. ¿Cuánta libertad existe al convertir la realidad en ficción?

Juan David Torres Duarte
21 de marzo de 2013 - 03:00 a. m.
De izquierda a derecha: Elkin Díaz (Vicente Castaño), Julián Román (Carlos Castaño) y Gregorio Pernía (Fidel Castaño).  / Cortesía RCN
De izquierda a derecha: Elkin Díaz (Vicente Castaño), Julián Román (Carlos Castaño) y Gregorio Pernía (Fidel Castaño). / Cortesía RCN

“No sé qué está pasando”, dice Gustavo Bolívar, libretista de la serie Tres caínes, que cuenta la historia de los hermanos Castaño, cabezas de las Autodefensas Unidas de Colombia. Su desconcierto se refiere a las opiniones sobre la producción que han circulado por las redes sociales y las columnas de opinión: la han acusado de estigmatizar a los estamentos educativos, crear una imagen falsa de los victimarios y olvidar a las víctimas.

El primer reclamo vino del Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia. El 7 de marzo, tres días después de que fuera emitida la producción, la profesora Yolima Bedoya pedía al canal que rectificara los contenidos que sobre dicho claustro se habían mostrado en ella. Allí se alude a dicho departamento como un “nido de guerrilleros”.

“La promoción y participación en el conflicto armado —dijo Bedoya—, como cualquier otro acto ilegal o violento, sólo puede ser atribuida a las personas que los generan y no a una disciplina en particular o a un contexto académico universitario”.

La petición fue recogida por el rector de la universidad, Alberto Uribe Correa, quien en misiva a Gabriel Reyes, presidente de RCN, resaltó la necesidad de construir la memoria histórica a través de los medios, pero tuvo un reparo específico: “Consideramos que ello sólo se logra en la medida en que esa realidad sea reconstruida con criterios objetivos, responsables y rigurosamente documentados. Sólo esto puede permitir una delimitación clara y respetuosa entre la ficción y la realidad”.

Una semana después de que se pronunciara la universidad, Gustavo Bolívar defendió la serie en su blog. “Ofrezco disculpas si algunos directivos y estudiantes se sintieron aludidos, pero no podía faltar a la verdad escenificando esos disturbios en otra universidad donde tradicionalmente no ocurren estos hechos”, escribió.

Ese punto, sin embargo, es en el que más han estado en desacuerdo los miembros de la Universidad de Antioquia. Al respecto, Alberto Uribe comentó que “(de no discernir entre ficción y realidad) este tipo de programas contribuyen a prolongar los estereotipos con los que se ha señalado —y victimizado— a miles de personas, como ha ocurrido con miembros de esta universidad”.

La misma réplica tuvo la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), que esta semana envió una carta al actor Julián Román. “No es posible que la ‘historia real’ —dijo la Asociación—, como anuncia descaradamente el Canal RCN, la cuenten desde los asesinos”. Román, a través de Twitter, respondió que reconocía su responsabilidad y dijo que ha “conocido en detalle los crímenes indefendibles que tanto daño les han causado a ustedes”.

La Asociación y la universidad piensan, a pesar de ello, que los personajes no reflejan la realidad y que esta es apenas una versión de todo lo sucedido. ¿Puede una serie de televisión, uno de los medios más populares, prescindir de toda la historia y sólo fijarse en uno de los lados? ¿Acaso la serie de Bolívar sólo retrata la vida de tres paramilitares y, al fijarse sólo en ellos, los justifica?

“Escribo para reivindicar a las víctimas —dice Bolívar—, para hacerlas visibles (...) No me inventé los hechos que suceden en la serie”. Aunque Bolívar no ha creado hechos, lo sucedido con la Universidad de Antioquia sí fue parte de una suerte de licencia literaria: pese a que no sucedió allí, los hechos fueron ubicados en un lugar que fuera identificado con ciertos movimientos sociales. No podía ser una universidad privada, sino una pública. De ese modo, la credibilidad de la serie no resultaba afectada, como dice Bolívar. Dicha libertad, aseguró Uribe Correa, podría tener consecuencias en los estereotipos que se producen en las series que tratan la violencia.

¿Cómo conciliar la tensión entre la libertad literaria, contar una historia en todas sus visiones y representar a las víctimas? “Más que estigmatizar —dice Patricia Téllez, profesora de Comunicación de la Universidad Javeriana—, quisiera que Tres caínes sirviera para pensar la televisión. Lo triste es que se encuentran enemigos y amigos, como con la serie de Pablo Escobar, que decían que era una apología. Y esa no era la intención de los libretistas. Pero como todo en este país, no podemos ver la línea media. ¿Fue apología o fue una maravilla? ¿O ninguna de las dos?”.

*El Espectador hace parte del mismo grupo de medios al que pertenece el Canal Caracol.

 

Por Juan David Torres Duarte

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