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Barcelona, encantadora

Allá, en el Viejo Continente, está una de las ciudades más atractivas del mundo entero. Arquitectura única, gastronomía típica y cultura por doquier la adornan y embellecen.

Edwin Bohórquez Aya / Barcelona, España
03 de febrero de 2009 - 08:39 p. m.

En una esquina aparece radiante la Anella Olímpica, el complejo deportivo sede del majestuoso encuentro de los mejores atletas del mundo en aquel 1992. Al otro lado, brillante y majestuoso, se instala el Camp Nou, fortín del Barcelona Fútbol Club, uno de los equipos más poderosos de Europa. Más al centro, aún en reconstrucción, la capilla de La Sagrada Familia, obra maestra de Antoni Gaudí. Y más al sur, junto a la Plaza Catalunya, espera a sus anchas la calle de Las Ramblas, un corredor peatonal que destaca como pocos algunos de los restaurantes más tradicionales de toda España. Este es, en pocas palabras, un retrato de Barcelona.

Pasé por París tras un vuelo de algo más de 10 horas desde Bogotá y con un corto transbordo en el Charles de Gaulle, el principal aeropuerto de Francia, abordé uno de los tantos aviones que salen hacia España con destino a Barcelona, pues los franceses son, entre otros, quienes más visitan las tierras del Rey Juan Carlos. A simple vista Barcelona es encantadora, en sus orillas está el mar Mediterráneo y es el lugar por donde llegan a diario algunos de los cruceros más grandes y lujosos del continente con centenares de viajeros provenientes del resto de Europa.

Cerca del puerto está el monumento a Cristóbal Colón, donde una columna de hierro de más de 50 metros de alto mantiene a los pies del cielo la figura del navegante que, dicen a los paseantes, tiene su mirada fija hacia el Nuevo Continente. Pero para asombro nacional, los expertos e historiadores dicen lo contrario.

Justo al lado de la Villa Olímpica están los apartamentos donde se hospedaron los atletas y que tras el fin de la justa olímpica fueron vendidos a los españoles, creando parte de la Barcelona moderna. Allí tomé el metro rumbo a Plaza Catalunya, esa que dicen los catalanes es el centro de referencia para aquellos que quieren disfrutar de unas buenas tapas, comida de mar y, de cuando en cuando, los mejores vinos de la parte baja europea, que no van más allá de los 20 euros en un buen restaurante.


Para desplazarse hay que contar con un billete de 10 euros, con el cual se compra el tiquete que permite viajar no sólo en el metro, sino también en tren, autobús y renfe o tren de cercanías. Además, permite abordar el aerobús que lleva a los turistas desde el centro hasta el aeropuerto. Sistema de transporte catalogado como uno de los modelos a seguir en el mundo entero.

Pero el mejor plan de todos es, sin duda, abordar uno de los buses turísticos de Barcelona. Hay tres rutas, la verde, roja y azul, y tan sólo se necesitan dos días para hacerlas completas. Allí el bus recorre toda la ciudad y se detiene en cada uno de los lugares de interés  para que los turistas recorran sitios como el cerro de Montjuïc, la Ciudad Universitaria, el Gran Teatro del Liceo, La Torre Agbar, el Parc Güell, La Pedrera y La Casa Batlló, algunas de las más representativas obras arquitectónicas de Barcelona, que, a decir verdad, tiene un sinnúmero de lugares para visitar.

En la noche de gastronomía, Barcelonita, que es la pequeña ciudad portuaria en la parte baja de la capital de Cataluña, es el lugar indicado para visitar. Incontable comida de mar, cervezas lugareñas combinadas con jugo de limón y una participación importante de ensaladas y aceites en los platos de los comensales, son sólo algunas de las ofertas de las docenas de restaurantes que reposan en esta zona histórica de la ciudad.

Ya, de salida, Barcelona se vistió de azul y rojo y en el terreno del Camp Nou, Messi, E’to, Henry, Rafa Márquez, Xavi y  Puyol, entre otras estrellas del Barça, mostraron frente a su rival de turno, el Valencia, que el fútbol más allá que un deporte, es arte, magia, diversión. Un placer del que sólo se puede disfrutar en lugares como este majestuoso templo del fútbol. Un componente más de la ciudad que abre las puertas de Europa ante el mundo.

Por Edwin Bohórquez Aya / Barcelona, España

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