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Julio Mario Santo Domingo Braga (1958-2009)

Su vida estuvo guiada por la obligación heredada, fruto de la natural condición de empresario, así como por su pasión hacia la cultura.

El Espectador
04 de abril de 2009 - 10:00 p. m.

A la edad de 51 años, víctima de un cáncer que inició en un pulmón, murió hace una semana en Nueva York el hijo mayor de Julio Mario Santo Domingo, Julio Mario Santo Domingo Braga.

Destinado a hacerse cargo del emporio de su familia, Santo Domingo Braga combinó las habilidades empresariales de su padre con una inusual, por lo intensa y por muchos reconocida, tendencia hacia las humanidades y la cultura en todas sus expresiones.

Tras estudiar literatura comparada en Columbia University, Santo Domingo Braga desarrolló una fijación por la lectura. Fijación que lo condujo, años después, a hacerse coleccionista de primeras ediciones, manuscritos y fuentes primarias de rarezas y clásicos de la literatura contemporánea.

A ediciones originales de novela y poesía francesas del siglo XIX, para muchos sus favoritas, se agregan ejemplares únicos de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine. Las flores del mal, por mucho tiempo prohibido en Francia y rabiosamente celebrado por quienes les siguieron el paso a los poetas malditos, reposa en su biblioteca con firma del autor.

Su colección de Marcel Proust, por cuya prosa guardó profunda admiración y a quien dedicó su monografía de grado sobre En busca del tiempo perdido, contrasta vivamente con obsesiones menos literarias y ciertamente más antropológicas.

Sus pesquisas en el área de la magia negra se complementan con una serie extensa de textos que abordan el mundo interior, el fascinante e inexplorado universo de las plantas alucinógenas, la espiritualidad de las sabidurías no occidentales. Colección que, junto a la que ostenta Yale University, es hoy reconocida como una de las más importantes del mundo.

Además de impenitente coleccionista, fue promotor cultural patrocinando ediciones de libros especializados y altamente valorados en el mundo de la música.

Su última obra, compendio gráfico y literario del famoso festival de jazz de Montreux, bajo el título de Live from Montreux, retoma en cuatro lujosos tomos la épica historia protagonizada por los más destacados músicos de los últimos 50 años.

Tan destacable como éste, editó la vida del turco Ahmed Ertegun, cofundador de la empresa discográfica Atlantic Records, el mismo que lanzó a la fama a artistas de la talla de Ray Charles, Aretha Franklin y los Rolling Stones, y de quien era ahijado.

Ésta, que junto con el fútbol y los deportes eran sus pasiones, le permitió conocer y hacerse amigo personal de las más variadas e ilustres personalidades del rock and roll. Departió con el fundador de la revista Rolling Stone, Jann Wenner, y cuentan que Lenny Kravitz lo visitó durante su penosa enfermedad; a su funeral, en señal de solidaridad, llegaron flores de Yoko Ono.

Hincha furibundo del Júnior de Barranquilla, su interés en el fútbol permitió que en más de una ocasión se ausentara de importantes reuniones de negocios para ir en busca de jóvenes jugadores brasileños que pudiesen serle atractivos al Saint Etienne, equipo del que fue uno de los socios mayoritarios por mucho tiempo. 

Una vida, pues, llena de emociones que supo encarar con no pocas dosis de humor negro. Una vida marcada por la obligación heredada, por la natural condición de empresario que, de cualquier manera, asumió. La muerte de Julio Mario Santo Domingo Braga, llegada a tan temprana hora, no puede más que afectarnos profundamente.

A sus hijos, padres y hermanos les hacemos llegar nuestro más sincero pésame.

Por El Espectador

 

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