Como aquel Fausto de Goethe que confesaba que dos almas habitaban su pecho, Andrea Echeverri ha vivido esa dualidad entre dos formas de expresión que le apasionan: la cerámica y la música. En un principio, formar entre sus manos una figura la abstraía del mundo. Luego la sedujo la música, la cual empezó a demandar más de su tiempo, dejando de lado la cerámica. Hoy, después de varios años, ha regresado a su inicial pasión, que para la cantante de la banda Aterciopelados significa retomar algo muy suyo.
"La cerámica es un refugio y un complemento, porque esa parte tan pública y de ser famoso que da la música, me pone un poco nerviosa. Yo soy muy tímida y reservada y la cerámica me produce calma". Esa tranquilidad se la producen, precisamente, la privacidad y la humildad que están implícitas en el acto de moldear figuras y en el contacto directo de las manos con la tierra.
La dualidad también la vive en el contraste de ser un personaje público a través de la música y tener su espacio de privacidad como ceramista. Como Andrea no es de andar en limusina ni la fama es su principal meta, encuentra el balance perfecto para su personalidad irreverente entre las dos formas de expresión.
No lleva una cuenta de las piezas de cerámica que ha elaborado, pues para ella es más importante la creación que tener un inventario. En sus piezas, los colores fuertes marcan la característica principal y predominan figuras como los rostros humanos, las vírgenes y los corazones, también presentes en su ropa, su música y las escenografías de Aterciopelados.
La presencia permanente de estas imágenes es el reflejo de su manera de ver el mundo, la cual plasma, entre otros, en objetos utilitarios como juegos de té, jarrones, candelabros, tazas, vajillas, haciendo que su trabajo esté marcado por un estilo kitch.
"En el trabajo artístico sumercé va utilizando imágenes y símbolos que se quedan con usted. La Virgen me parece un personaje superbonito para el contexto de la mujer en esta época, es un símbolo de todo lo que nos están haciendo perder. Los corazones han sido claves en mi trabajo artístico. Me gusta su figura como símbolo del amor y todo lo que implica ese órgano humano".
Aunque moldear figuras entre sus manos es un acto muy propio y privado, no tiene problema en hacerlo público, le parece "chévere" que las personas puedan apropiarse y opinar sobre su trabajo manual, así como lo hacen con su música. "Creo que uno tiene una relación mucho más honda con su trabajo y con las cosas que siente que tiene que decir, sean exitosas o no, pues en una carrera larga hay momentos más exitosos que otros".
Por ello, este año presenta sus cerámicas en el Museo de Arte Moderno de Barranquilla con la exposición ‘Andrea Echeverri, extravagancias aterciopeladas', una muestra que también incluye accesorios, ropa e imágenes de la agrupación. De igual manera las llevará a la Feria del Libro de Guadalajara, donde actuará con Héctor Buitrago en una serie de conciertos.
Música y cerámica
Andrea Echeverri estudió artes en la Universidad de los Andes y luego se especializó en cerámica en la Escuela de Artes y Diseño de Plymouth, en Inglaterra. Antes de que la música tocara su puerta, realizó varias exposiciones individuales y colectivas; la más reciente fue en 2002 en Bogotá.
Un artista vive por ciclos. La llegada de la música a la vida de Andrea Echeverri cerró su primera etapa como ceramista, que hace tres años retomó, sin cerrar la faceta musical. Por ello en su taller de Chía trabaja con dos personas más, quienes elaboran las piezas con base en los modelos creados por la artista.
Esos ciclos los sigue viviendo. Como música tiene temporadas de mucho movimiento que incluyen giras, entrevista y presentaciones. Otros momentos los dedica a la composición y grabaciones y en medio de tanta actividad saca un tiempo para sus cerámicas. Así como lo ha venido haciendo desde hace tres años, lo hará en enero cuando se concentre en un nuevo trabajo discográfico.