El Magazín Cultural
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Una criatura urbana

Esta semana los bogotanos supieron que June Erlick es una gringa que quiere a Bogotá y que acaba de escribir un libro sobre nueve años de vida en la ciudad. Hay más en esta historia.

Juan Camilo Maldonado T.
14 de noviembre de 2007 - 04:56 p. m.

Si a la norteamericana June Carolyn Erlick no le hubieran visto cara de traficante de marihuana, en la Cali de los años 70, nunca habría escrito sobre Bogotá. Fue gracias a ese incidente que conoció a un periodista colombiano, quien confirmó ante una suspicaz casera que la gringa de ojos azules sí pertenecía al gremio periodístico y no al variopinto ejército de norteamericanos que por esa época llegaban al país a traficar. Fue él quien le abrió las puertas a nueve años de oficio -que culminaron a mediados de los 80- como reportera, trasegando entre Bogotá y el resto de Colombia.

Dos décadas después de aquella "primera ronda", como suele llamarla, Erlick regresó a Bogotá y desde la nostalgia y la sorpresa escribió un diario ocasional, que esta semana se convirtió en libro: Una gringa en Bogotá (Alfaguara), trabajo que tiene profundamente halagados a los bogotanos.

"Sentí algo en el estómago, o tal vez fue en el alma. Sentí amor, un amor como el que se siente por una persona de la que uno se enamora a primera vista. Sólo que no se trataba de una persona. Era una ciudad", escribe la periodista en sus páginas introductorias.

Una gringa en Bogotá reúne relatos de antaño, de una Bogotá que ha quedado adormecida bajo los planchones de cemento de las avenidas y la velocidad vertiginosa de su gente. Una Bogotá sentida por los ojos de una mujer que ha vivido entre el primer mundo y el desarraigo.

Heredera de una cultura que, por encima de cualquier cosa, exalta al individuo en función del mercado, Erlick afirma que en Colombia aprendió que hay otra forma de entender las relaciones humanas, "que los amigos y los lazos familiares son para siempre, a pesar de que puedan existir diferencias de clase, o de perspectivas políticas", le contó a El Espectador. "Aprendí, finalmente, a ver que la dignidad del ser humano, va más allá de su quehacer.

Y precisamente fueron estas transformaciones las que la condujeron años después a aceptar una beca de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), para investigar la vida y sórdida desaparición de la periodista guatemalteca Irma Flaquer, perseguida por el régimen conservador de su país, a finales de los años 70.

Paradójicamente, fue esta historia la que la condujo a publicar sus memorias de sus años en Bogotá. Quería que su libro, Disappeared, a journalist silenced, fuera publicado en el país. Así que lo presentó en Bogotá, semanas antes de su diario sobre la capital. "Es un libro que yo quiero mucho, pero, aunque gustó en la editorial, me dijeron que el mercado del libro en Colombia es difícil, que Guatemala no es Colombia y que esta era un historia que había ocurrido en los años 80", cuenta. Total, la idea de Una gringa en Bogotá caló y fue rápidamente publicada.

Erlyck, sin embargo, insiste en que su trabajo sobre una periodista silenciada violentamente por un régimen político debe ser conocido en el país de sus más profundas "verdades emocionales".

Cuando llegó a trabajar a Guatemala, terminada la guerra civil, "la gente tenía miedo, había desconfianza e implicó el trabajo problemático de llevar a la gente a encontrarse con sus recuerdos. La gente tenía la memoria bloqueada, querían mentir. Evidenciaba un trauma, que no era individual, sino un trauma colectivo. Por eso es un libro con mucha relación para Colombia", afirma con seriedad.

A los bogotanos, sin embargo, les reservó en su libro temas más amables: sus mareos en Transmilenio, su redescubrimiento de las Torres del Parque y una que otra preocupación sobre los consabidos malestares de esta sociedad. Malestares que conoce bien y que la autorizan a afirmar, cuando se le pregunta por el futuro político de la ciudad: "Yo creo que en las elecciones de ahora se necesitaba un candidato que pudiera reunir una visión de infraestructura con una visión de cómo mantener las conquistas de ciudadanía. Y eso -dice esta gringa en Bogotá- no lo vi en ninguno de los candidatos".

Por Juan Camilo Maldonado T.

 

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