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El periodismo de “Kapu”

El periodismo literario no necesariamente sigue la actualidad ni reemplaza a la noticia diaria ni al análisis.

Jaime Abello Banfi*
15 de mayo de 2010 - 08:59 p. m.

Cuenta los hechos y explora los personajes con vuelo narrativo, estructura y riqueza de detalles, tal como lo hacen las novelas y los largometrajes, para seducir y emocionar, pero también para comprender mejor el mundo y la condición humana.

Ryszard Kapuscinski ha encarnado en los años recientes el paradigma de autor de este tipo de periodismo, porque supo desarrollar en la madurez de su carrera una obra literaria memorable, compuesta por textos narrativos y ensayísticos, bajo el impulso de una potente y legítima ambición de creador y de genuinas convicciones humanísticas de comunicador intercultural.

En la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada hace quince años por Gabriel García Márquez, creemos que en la época de los tweets, en la cual la información fluye sin fin por las redes digitales hacia un océano infinito donde nos perdemos fácilmente, algo que está llamado a sobresalir, perdurar y dignificar un oficio que parece extraviado en medio de tantas mutaciones, es el relato periodístico de largo aliento, a la manera de Kapuscinski. O sea, contado desde una perspectiva de autor por personas capaces de combinar la exploración inquisitiva del reportero curioso con el  tratamiento creativo, la actitud independiente y la voz propia, para ofrecer a los lectores una representación a la vez interesante y responsable de la realidad.

Kapuscinski tuvo éxito de mercado, sus libros ganaron lectores de muchas lenguas, fue amado en su país, admirado por colegas del mundo entero y distinguido con casi todos los premios a los que hubiera podido aspirar. Su ejemplo ha sido inspirador para miles de periodistas y estudiantes de periodismo de América Latina animados por la lectura de sus libros y -centenares tuvieron esa suerte- por la posibilidad de sentir de primera mano su personalidad encantadora, escuchar sus inacabables anécdotas y dialogar con él en talleres y conferencias que desde el año 2000 dictó por invitación nuestra en Cartagena, México, Buenos Aires, Caracas y Bogotá. “Kapu” -como le decíamos con una familiaridad que a él le agradaba-, hablaba fluidamente el español, conocía muy bien este continente y disfrutaba enormemente la oportunidad de trabajar con colegas más jóvenes.

Será necesario leer Kapuscinski Non-fiction, la recién publicada biografía de Artur Domoslawski, para comprender el alcance exacto de las dudas que se han levantado sobre la credibilidad de “Kapu” como contador de historias reales. De antemano hay que tener presente que su estrategia narrativa se alimentaba principalmente de la recuperación protagónica de sus memorias y de sus libretas de notas de viajero incansable, sobre todo de su época de joven corresponsal internacional de la agencia de prensa del estado polaco, con el complemento de exhaustivas lecturas para revisar a fondo los contextos. Así producía fascinantes narraciones de corte interpretativo, que buscaban explicar a los lectores europeos los procesos épicos de los grandes cambios históricos ocurridos en los países de lo que antes se conocía como Tercer Mundo y Cortina de Hierro.

Domoslawski ha reiterado en varias declaraciones que mantiene su respeto al gran reportero, pero señala que en algunos de sus escritos actuó con tendencia a la exageración y no siempre se dejó guiar por el rigor periodístico, en aras de su intención de hacer gran literatura. Debo resaltar que esto contrasta con el discurso pedagógico de Kapuscinski, plasmado en el libro Los cinco sentidos del periodista, el cual recoge las ideas centrales expuestas en sus talleres, amorosamente editadas por Tomás Eloy Martínez. En sus clases nuestro maestro enfatizaba en la necesidad de una reportería de inmersión total, despreciaba el periodismo basado en declaraciones, recomendaba leer 100 páginas por cada una que se escribiera, proponía la poesía, la novela, la antropología y la historia como fuentes de inspiración para los periodistas, descartaba rotundamente la posibilidad de inventar los hechos que se cuentan y resaltaba la honradez como una condición indispensable para la práctica de un buen periodismo.

Independientemente de si algunas escenas narradas en sus libros guardan o no fidelidad milimétrica a los hechos que le dieron origen, apreciación difícil de medir y cuyas explicaciones sólo podría dar el autor (¿traiciones de la memoria o elecciones de estilo?), creo que el legado de historias y enseñanzas de nuestro querido e inolvidable “Kapu” se seguirá manteniendo -puede que con algunas glosas al margen-, como modelo formidable de un periodismo literario llamado a perdurar.

* Director General de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

Por Jaime Abello Banfi*

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