Un acordeón, una flauta traversa, un contrabajo, una guitarra acústica, un cuatro y percusiones hacen parte del paisaje sonoro del álbum debut de Daniel Correa, Amante en Bruto.
Es una propuesta que se sale del molde del cantautor colombiano o del popular ‘tropipop’, y que busca abrir la puerta a una manera diferente de producir, de grabar y de escuchar. A Correa le gusta adoptar el término suramerican gypsy para definir un sonido que mezcla el folclor colombiano con las cuerdas de un cuatro, el jazz de la flauta traversa y del contrabajo y el acordeón de las tierras balcánicas, por nombrar sólo algunas influencias sonoras.
Su recorrido musical empezó en Bogotá, hizo escala en Barcelona, pero fue Nueva York donde terminó de estudiar el pregrado de Jazz en el conservatorio de Brooklyn y donde hizo un posgrado en producción musical. Y fue esta ciudad la que le dio la posibilidad de empaparse de tantos ritmos y culturas.
En medio de brasileros, israelitas, búlgaros, argentinos y mexicanos, Correa traía sus cumbias y ellos lo auténtico de sus lugares. Todo se fue mezclando con blues del Mississippi y con notas de los bares de Jazz de Williamsburg y así, desde el terreno doméstico de su apartamento, Correa empezó a grabar los temas. Esto suponía hacer uso de su don de multiinstrumentista para tocar cada instrumento y hacer, además de la voz principal, todos los coros, porque no tenía a todos los músicos disponibles. Cual one man show, más por necesidad que por un asunto de ego, estas maquetas empezaron a tomar forma y hoy salieron del computador para formar una producción de 11 canciones.
Las letras tienen una gran influencia de los versos y las rimas de Andrés Calamaro y Joaquín Sabina, también tienen el tono irónico y burlesco que, de la mano de su amigo escritor Álvaro Robledo, le imprime a canciones como Rainbow Blues o Menos feo. Pero la carne de las frases sale del desgarre y del clímax amoroso que sufre este dandy newyorkino, de bigotes de Cantinflas y de pose ante el micrófono de Noel Gallagher, que está menos feo que ayer, como dice su canción.
Llegar a Bogotá después de haber pasado casi una década en la capital de capitales no fue fácil, casi como un aterrizaje forzoso. Sin embargo, hoy, después de más de un año en su terruño, ha encontrado un camino, y además de este proyecto que lo tiene en tour por diferentes escenarios bogotanos, al lado de su banda Los locos del ritmo, dicta dos cátedras de producción y de improvisación de jazz en la Universidad de los Andes. Paralelamente, trabaja con Tato Lopera en Cosmódromo Estudio.
Pero es Amante en bruto, su trabajo más personal, lo que realmente lo mueve creativa y emocionalmente. Es una factura diferente que quizá no tenga muchos adeptos dentro de la corriente de las masas, pero sí dentro de los espíritus que aprecien lo particular de una voz y de un estilo.