Parecía como si todos los japoneses que hay en Sudáfrica se hubieran puesto cita en el estadio Royal Bafokeng de Rustenburgo para ver el partido entre su selección y la de Dinamarca, con el que se definía el segundo clasificado del grupo E, porque Holanda tenía prácticamente asegurado el liderato, que confirmó, además, con la victoria 2-1 sobre Camerún, que se fue sin puntos, pero con la frente en alto.
“Hemos practicado los cobros con pelota detenida con el nuevo balón y hoy cosechamos los frutos”, señaló el volante Keisuke Honda, autor de uno de los dos goles de tiro libre de su equipo y artífice del tercero, pues hizo una jugada sensacional en el área antes de cederle la pelota a Shinji Okazaki para que la enviara al fondo de la red.
Japón se impuso 3-1 y dejó a la hinchada danesa con la fiesta preparada en la tribuna, donde, aunque eran muchos menos, confiaban en que la historia futbolística de su país se impusiera sobre la de los orientales. Pero, como ha quedado claro en este Mundial, ya de camiseta nadie gana y los azules, con mayor actitud y preparación física, pasaron por encima de los europeos.
En los octavos de final se presentarán dos enfrentamientos que nadie había pronosticado, Holanda contra Eslovaquia y Paraguay ante Japón. Y aunque los naranjas y los guaraníes pintan como favoritos, las apuestas no están tan desequilibradas, porque sus rivales han mostrado argumentos futbolísticos para dar la pelea, especialmente Japón, que al lado de Corea del Sur han dejado muy en alto el prestigio del balompié asiático, cuando África y Europa han decepcionado.