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Del papel al pixel

Pablo Arrieta es arquitecto, diseñador, profesor universitario, viajero empedernido, conferencista y lector voraz, tanto de libros físicos como digitales.

Santiago La Rotta
18 de octubre de 2010 - 01:00 a. m.

Usted es un lector voraz. ¿De dónde viene eso?

Es defecto de la casa. Desde pequeños nos metieron en un jardín infantil en el que nos incentivaban a leer pronto. A los cuatro años ya estaba leyendo, alrededor de 1976. Era un pelado flaquito, débil y me daba susto jugar con los otros porque me pegaban. En esto brillaba y me encantó. Viajaba con la lectura. Nosotros vivíamos en la carrera 11 con calle 96 en un apartamento el cual no tenía en frente nada, lotes baldíos con vacas. Cuando mirábamos por la ventana sólo había esto, pero adentro de la casa estaba todo un mundo.

¿Y qué fue lo primero que leyó, Emilio Salgari…?

Sí, claro. Mark Twain, Tom Sawyer. De cumpleaños un tío me regaló cinco libros muy delgados, La cabaña del tío Tom y cosas así, y me dijo que después volvía a tomarme la lección. Me lo tomé en serio. Cada vez que lo veía pensaba que me iba a preguntar y nunca lo hizo. Años después le dije y ni se acordaba de ese regalo.

¿En qué momento llegó al primer libro electrónico?

Hace cinco años, en Nueva York, en un viaje, pero no tenía plata para comprarlo: era el eReader, de Sony. En Second Life conocí a una mujer inglesa, nos fuimos para Nueva York, nos conocimos físicamente y a la mitad del viaje ella me regaló el eReader.

Pero usted sigue comprando libros físicos…

Claro. No creo que una tecnología mate a la otra, sino que se complementan. Ahora hay cosas que no compro físicamente, como novelas. Pero cada vez estoy comprando libros que tienen una muy buena edición, casi que libros-objeto.

¿Cómo está cambiando lo digital la práctica de la lectura?

La gente está leyendo más, pero textos más cortos, menos difusos. Seguramente también están buscando imágenes, sonido. Todo eso es parte de lo que se está leyendo. El cambio de lectura también está en la forma de producción y es algo que es brutalmente importante que debe ser replanteado desde el colegio. La gente sabe cómo hacer un ensayo, pero poca sabe cómo hacer un documental. En el colegio debería haber clases para entender la imagen, el cine. Creo que el nuevo García Márquez no va a ser una persona que sea hijo del telegrafista de Aracataca, sino del dueño del café internet de Aracataca.

Entonces, ¿también están cambiando los narradores?

Sí, por supuesto. Ya no es simplemente narrar como antes. Los narradores que están llegando lo hacen con otro tipo de inquietudes: seguramente la página se les va a quedar corta y buscarán otros medios. Pienso que es muy diciente que el hijo de García Márquez sea cineasta, al igual que el de Juan Rulfo. Es una mutación de la palabra escrita a la palabra en movimiento, que sigue siendo escrita, pero que es representada para una audiencia que está viendo las historias de otra manera.

Usted es un melómano y dice tener un momento Pet Shop Boys todos los días. ¿Cuándo surgió ese gusto?

La relación con ellos surgió por quienes son. Uno es un filósofo y literato (Neil Tennant), y el otro es arquitecto (Chris Lowe). Cuando los oí por primera vez me parecieron muy malos, tenía 14 o 15 años. El segundo disco tenía una canción que se llama Left to my own devices y cuando escuché la letra pensé que estos tipos estaban cantando mi historia: era un niño solitario, no tenía mucha fuerza, pero vivía en mi planeta que era de libros.

En su escalafón musical, debajo de los Pet Shop Boys, ¿quién estaría?

Prince y Elvis Costello. También está Frank Sinatra y el top cinco se llena con Ryuichi Sakamoto.

¿Cuál ha sido su mejor viaje digital?

Los viajes más raros que he tenido son los que tienen que ver con Second Life y estos mundos virtuales en los cuales uno entra y puede asumir varias personalidades. En mi caso, intenté ser una extensión del yo que está acá y eso lo hacía más raro al verme caminar por ahí, tocar cosas, personas: rarísimo. De hecho, en mi caso, el viaje virtual terminó atrayendo a una mujer que se vino físicamente desde Inglaterra hasta Colombia sin haber conocido nada más que el Pablo virtual.

Para ser alguien que trabaja con la imagen resulta llamativo que no tenga televisión en su casa...

El aparato está, pero la molestia siempre era que me programaran la vida. Que lo que uno quería ver fuera a las 7:00 p.m. y uno llegara a las 7:30 p.m. y bueno, tengo un problema con el reloj. Cuando apareció el video nos volvimos, en mi familia, superfanáticos de alquilar películas, en la época en que no había videotiendas en Colombia. Mis papás estaban suscritos a una cosa que se llamaba Videolibrary: una señora bogotana que grababa series de televisión en Miami y se traía los casetes y los alquilaba.

Por Santiago La Rotta

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