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La hora de la verdad en Francia

El Senado francés decidirá en las próximas horas la suerte de la reforma a las pensiones, motivo de las marchas.

Ricardo Abdahllah / París
19 de octubre de 2010 - 09:58 p. m.

Las cuentas de los sindicatos para las manifestaciones de este martes daban tres millones de manifestantes. Se trataba de la octava jornada de movilización contra la reforma al sistema de pensiones, uno de los proyectos insignia del gobierno de Nicolás Sarkozy que el cuestionado ministro de Trabajo, Eric Woerth, espera ver aprobado durante las próximas 24 horas en el Senado.

Cualquiera que sea el resultado, marcará un punto de quiebre en las relaciones entre el gobierno y los sindicatos, que han apostado por las movilizaciones sucesivas y, desde finales de la semana pasada, a los bloqueos en puertos, carreteras y terminales petroleras.

A pesar de las declaraciones iniciales del gobierno en el sentido de que las estaciones que han cerrado por falta de aprovisionamiento serían fenómenos aislados, las filas de automovilistas que esperan hasta más de una hora para recargar apenas medio tanque se habían vuelto comunes en la periferia parisina desde las primeras horas de este martes y varios enfrentamientos se habían desarrollado entre estudiantes de bachillerato y policías desde el fin de semana.

“Un nuevo Mayo del 68 es posible”, decía entusiasmado Oliver Besancenot, fundador y portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista. Se refería a las movilizaciones nacionales que en ese año desembocaron en una huelga general que obligó al general Charles de Gaulle, presidente de la época, a abrir las mesas de negociación que terminaron en los Acuerdos de Grenelle y en un aumento de 25% en el salario mínimo.

“Eso es lo que habríamos necesitado, una huelga general”, dice Luc Daumian, manifestante vinculado al sindicato Force Ouvrière. “Ese habría sido el mejor camino para obligar al gobierno a sentarse en una mesa de negociaciones”.

“No pedimos que no haya reforma, pero hay que concertarla. En el momento en el que el gobierno quiera hablar, las cosas irán mejor”, afirmaba Massira Baradji, quien este martes al final de la tarde aconsejaba a los estudiantes conservar la calma. Varios grupos se unieron durante el día de este martes a las huelgas que han afectado el país desde hace dos semanas. El sindicato de Air France hizo un llamado al bloqueo de los aeropuertos que tuvo como resultado la cancelación del 50% de los vuelos nacionales que salen de París. Es igualmente probable que antes de que se inicie la sesión de hoy miércoles en el Senado los transportadores de valores se hayan unido al movimiento.

Una tradición francesa

“La reforma pasará”, ha repetido el primer ministro François Fillon, quien tiene en su hoja de vida el haber logrado que una reforma sobre el número de semanas cotizadas fuera aprobada en el Senado en 2003, a pesar de que en su contra se hubiera realizado la huelga más importante en la función pública en lo que va del siglo XXI. Menos suerte tuvo el primer ministro Alain Juppé, quien en 1995 tuvo que retirar su propio proyecto de reforma de pensiones.

“La historia de Francia está marcada por la insurrección popular, la Revolución, la comuna en la que París logró durante un breve período un modelo de autogestión y autogobierno, el Frente Popular, en 1936, que nos dejó como herencia las vacaciones pagas y la semana laboral de cuarenta horas. Y claro, Mayo del 68. La protesta es una de las fundaciones de la identidad francesa”, dice Alain Collin, profesor de historia pensionado. Para Benhamir, otro de los manifestantes, “si podemos decir que trabajamos sólo 35 horas y tenemos un mes de vacaciones pagadas no ha sido porque algún gobierno nos lo haya regalado, sino porque nos lo ganamos en la calle”.

Eso puede explicar que en vísperas de la votación y a pesar de las incomodidades que deben soportar, el 71% de los franceses siguen apoyando la huelga. Al final de la tarde parecía confirmado el rumor de que la votación en el Senado sería aplazada para mañana. “Pero de todas maneras la reforma será aprobada”, decía un parlamentario del partido de gobierno.

Por Ricardo Abdahllah / París

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